El linaje

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—Abuela ¿Qué dice aquí? –preguntó una inquieta Paulina, fascinada con ese pesado libro de aspecto viejo con palabras incomprensibles.

—Un libro que será importante para ustedes, pero no ahora –dijo dulcemente la mujer de mirada profunda mientras extendía sus manos en señal de que se lo diera su perspicaz nieta.

A sus escasos cinco años la curiosidad de la pequeña no tenía límites. Era el dolor de cabeza de su amorosa abuela, quien no podía apartar la vista de ella mucho tiempo por temor a que le sucediera algo mientras estaba a su cuidado.

La mujer cuidaba por las tardes a sus dos nietas mayores. Daniela de siete años y Paulina de cinco. La primogénita pasaba horas en la biblioteca leyendo los libros que su abuela cuidadosamente seleccionaba para ella.

Con Paulina era otra historia. No podía estar quieta y la biblioteca le parecía un fastidio. Intentó enseñarle jardinería, pero no era lo suficientemente cuidadosa con las plantas. Probó mostrarle los secretos de la cocina y a la tercera receta de galletas se rindió ante la imposibilidad de su nieta a seguir las instrucciones y tener fascinación por el fuego.

Finalmente, optó por dejar que hiciera lo que quisiera con la condición de que no se pusiera en riesgo y no destruyera nada. Así, mientras Daniela estaba con su abuela aprendiendo sobre plantas, cocina o libros, Paulina era un espíritu libre que pasaba la tarde con sus amigos imaginarios en el patio boscoso de sus abuelos.

—No me explico cómo llegó a sus manos, te juro que era imposible que lo viera –se dirigió preocupada la abuela a su hija, quien había ido a buscarlas como cada tarde– Me preocupa que tenga el llamado.

—Eso es imposible mamá, yo jamás lo tuve y es evidente que Daniela tampoco –refutó una joven madre que sostenía a una nena plácidamente dormida en sus brazos.

—Daniela es la primogénita, su destino es otro. Debiste tener un niño por segundo hijo, las cartas decían que sería niño, no entiendo que pasó.

—¡Madre basta de supersticiones! Deja de referirte a mis hijas como algo que no son. Todo se acabó conmigo y lo sabes.

—Tu arrogancia no te permite ver con claridad ¿En verdad crees que tú decides sobre el destino? Llevas mi sangre y el peso de generaciones contigo. Deberías tomarlo en serio por ellas, lo que sucedió hoy es la prueba. Déjame ayudarte, no repitas la historia de tu prima.

—¡Yo solamente quería formar una familia normal con el hombre que amo! –rompió en llanto la mujer, haciendo que la pequeña en brazos abriera sus ojos y sin hacer ruido alguno, miró fijamente a su madre, limpió sus lágrimas con sus pequeñas manos y volvió a dormir.

—Está bien madre. Voy a necesitar tu ayuda –dijo después de un largo silencio entre ambas mujeres viéndose.

—Gracias hija, te prometo que las niñas van a estar bien. Con mi guía y tu cuidado tendrán una vida plena y feliz como anhelas, te lo aseguro.

A partir de ese día la abuela, quien ya había empezado a instruir a sus nietas sin que su madre supiera, tuvo mayor libertad de trasmitirles todos sus conocimientos a modo de juego. Poco a poco, cada una de las niñas mostraba afinidad en algo en particular y ella se encargaba de enseñarles a fondo.

—¡Tienes manos sanadoras! –exclamó maravillada la abuela, al ver que su nieta había logrado que un pajarito que se había estrellado contra la ventana y parecía tener el ala rota, volviera a volar.

—¡Le pedí a Diosito con todas mis fuerzas que me permitiera sanar su alita! –contesto una Dany de ocho años emocionada por su proeza– tienes razón tita, si me concentro puedo sentir una calidez en mis manos ¡lo hice!

Entre melodías y hechizos (The Warning)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora