La clase Delta

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—Recuerda que a las tres es tu primera clase Delta –me dijo Dany mientras terminaba su jugo de naranja– ¿Quieres que pase por ti para ir juntas?

—¡Yo la voy a llevar! –gritó Paulina mientras bajaba corriendo. Como siempre, era la última en alistarse.

—Puedo ir sola, no se preocupen –respondí abrumada por su excesivo interés.

—¡Nada de eso! La primera impresión cuenta mucho y el que te vean conmigo en ese edificio de víboras te hará intocable.

—A ti te temen, a mí me aprecian, sin duda soy una mejor opción –le hizo un guiño Dany, haciendo que se ganara un lanzamiento de croissant en la cabeza.

Así eran nuestras mañanas típicas. Amaba a mis hermanas, pero a veces me asfixiaban con su sobreprotección. Se que tenían las mejores intenciones, pero ya tenía nueve años y era perfectamente capaz de muchas cosas.

Podía llegar por mi cuenta a un edificio que estaba a diez minutos de distancia de donde tomaba clases.

Dany y Pau estaban en secundaria y yo aún en el edificio de primaria. La clase Delta era en el edificio de preparatoria. El colegio era inmenso, pero yo era experta en orientarme. Estaba decidida a llegar sola.

Estaba nerviosa porque hoy sería mi primera clase junto a mis hermanas. Ellas ingresaron al grupo a mi edad y no me compartían mucho, estaba prohibido. En unas horas más, por fin iba a saber el porqué de tanto misterio.

—Alejandra, cada día me sorprende más lo brillante que eres. Sin duda serás una gran ingeniera, las matemáticas se te dan muy bien.

—Gracias miss Leonor –le dije a mi tutora.

—Sin embargo, he notado que tus habilidades sociales pueden mejorar ¿Te interesaría unirte a un club después de clase? Entiendo que practicas un instrumento musical, pero sería bueno que tomaras un curso aquí, para que hicieras más amigos. Por las tardes los clubes son mixtos y puedes socializar con mucha más gente.

Odiaba ese tono condescendiente de "haz amigos niña antisocial" ¿Por qué debía ser o actuar como los demás? Ya tenía mis amigas en el salón y era suficiente. No necesitaba más personas a mi alrededor.

—Hoy me uniré a la clase Delta. Entre eso, las clases especiales y mis prácticas de piano y bajo, creo que ya no me queda más tiempo –respondí seria.

—¡Oh, que maravillosa noticia! Tendré a mi cargo a una niña sumamente especial ¡Felicidades pequeña! –me abrazó efusivamente, cosa que no me agradaba.

—¿A qué se refiere con eso?

—Bueno, quise decir, ya eres especial pero ahora lo serás mucho más. Has entrado a uno de los clubes con más tradición de todo el colegio. Es un privilegio que pocos consiguen. Gente importante de la ciudad y hasta del país han sido miembros Delta.

Sentía demasiada presión por parte de todo el mundo y más teniendo dos hermanas tan populares. A menudo, los demás bromeaban si era adoptada porque no era extrovertida como ellas, olvidaban que éramos hermanas, no clones.

Dany era una de las alumnas modelo del colegio. La mejor de su clase, capitana del equipo de voleibol y era la integrante más joven del consejo estudiantil, el más alto honor para un alumno. Era una gran líder, realmente era muy querida por todos aquí.

Paulina practicaba karate por diversión y ya le había dado medallas al colegio en competencias. Eso le daba una imagen de chica ruda que contrastaba con su actitud amigable. Sin embargo, también tenía fama de ser voluble y vengativa. Pobre de aquel que la intentara fastidiar.

Yo en cambio, no era para nada popular. Tenía las mismas cuatro amigas desde el kínder y me sentía a gusto así, no eran muchas, pero eran las mejores. Ellas me entendían al igual que mis hermanas.

Yo prefería estar en el piano o el bajo y también con mis mascotas, en especial con Thor, mi golden retriever, porque, aunque se lo regalaron a Dany, era mío por derecho, era la que pasaba más tiempo con él.

También me gustaba dibujar. En ocasiones, venían a mi mente imágenes que luego por alguna extraña razón, volvía a ver en sitios y por eso trataba de guardarlas mediante dibujos en mi cuaderno, como si fueran una especie de piezas de un rompecabezas.

—Niñas, quedan cinco minutos para que termine la prueba –Advirtió la maestra.

Hacía media hora que había acabado el examen, pero decidí esperar a que alguien más entregara primero, no quería llamar la atención.

A los cinco me hicieron una serie de pruebas y resultó que tenía un CI de 155. Tuve la opción de adelantar grados cuando entré a la primaria, pero preferí quedarme con mi grupo y mis padres apoyaron mi decisión.

Estoy en un programa con otros niños como yo, para potenciar nuestros talentos de forma extra escolar. No me gusta decirlo, pero soy algo así como una genio y podría estar fácilmente en el grupo de Pau o Dany, ya he leído todos sus libros.

Todos creen que seré física o ingeniera porque soy muy buena en matemáticas, pero mi pasión es la música. En ella encuentro paz y me olvido de todo el caos que me ocasiona tener que lidiar con la gente día a día.

Faltaban veinticinco minutos para las tres, iba rumbo al edificio en cuestión que pertenecía a la preparatoria. Decidí comprar una malteada para hacer tiempo y mientras caminaba tropecé y derramé mi bebida sobre una chica de aspecto molesto. En ese momento sentí pánico.

—¡Mira lo que hiciste pequeña estúpida! –Vociferó la robusta chica que estaba acompañada de otras dos con uniforme deportivo. Parecían de secundaria.

—¡Por favor discúlpame, fue un accidente! –le respondí sumamente apenada. Había derramado por completo mi malteada de chocolate en su blanco uniforme.

—¿Crees que tus disculpas sirven de algo? –me tomó del cuello de la blusa, era bastante alta.

—¡Suéltame! –le grité intentando zafarme.

—¿Y si no quiero? –dijo burlonamente– ¿Vas a llorar?

—Estas en territorio prohibido mocosa, la zona de preescolar está hacia el sur –me amenazó otra de ellas.

—Al este, el área de kínder está al este –sonreí.

—¡Te crees muy lista pequeña imbécil! –me sacudió con violencia la tipa de playera sucia.

—No me creo, soy muy lista –respondí mientras le daba una patada con todas mis fuerzas haciendo que me soltara para salir corriendo.

—¡Te vas a arrepentir enana! –gritó adolorida– ¡Atrápenla!

Corrí lo más veloz que pude en dirección de mi próxima clase, pero recordé que no sabía exactamente dónde estaba el salón. Se supone que con toda la calma del mundo preguntaría y llegaría antes que mis hermanas. Ahora estaba corriendo por mi vida.

Subí las escaleras y me metí a los baños de chicas de la tercera planta, estaba agotada. Pensé que si lograba perderlas se cansarían de buscarme y se irían. No fue así.

Escuché como cerraban la puerta principal de los baños y se me heló la sangre.

—Te vas a arrepentir de haberte metido conmigo niña estúpida. Te vamos a dar una lección que nunca olvidarás.

—¡Fue un accidente! –le grité mientras aguantaba mis lágrimas para no llorar presa del miedo– Puedo pagarte una blusa nueva, llegar a un arreglo.

—¡Claro que vas a pagar! Intentar burlarte de mí ha sido tu sentencia de muerte.

—En verdad discúlpame, solo estaba defendiéndome de sus ataques. Fue un accidente lo de la malteada.

—Tienes 10 segundo para salir por las buenas o te sacaremos por las malas.

Entre melodías y hechizos (The Warning)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora