🍵 -VIII- 🍪

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Un mes después de la mudanza.

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Taehyung había cambiado en muchas cosas, estando con Jungkook, aprendió a ser un chico ordenado. ¿La razón? Pues, que todo en la mansión donde ahora vivía era sumamente caro y si rompía algo, temía por que aquel chiste de mal gusto que le había hecho Jimin un mes atrás se hiciese realidad, no quería que su alfa de ojos amarillos lo prostituyera para que así pagara todo lo que hubiese roto.

Esa idea seguía rondando en su cabeza y por eso, aprendió a comportarse. Imaginen la cara de estupefacción de Jimin al saber que su mejor amigo en casa de Jungkook era un angelito, mientras que en la suya fue un diablillo al que le gustaba destruir todo a su paso. Pero a pesar de todo estaba feliz por su amigo, se sentía tranquilo al saber que había encontrado a alguien estupendo para Taehyung y que este estuviese cambiando.

Jimin ahora vivía una relación con el amigo de Jungkook, Yoongi. Ambos se compenetraban y se llevaban muy bien, sobretodo en la cama. Estaba doblemente feliz. Taehyung igual, ambos habían encontrado a dos alfas maravillosos y todo era color de rosa, hasta que, esa noche de octubre, días antes de Navidad, Taehyung quiso jugar al detective.

Desde que se mudó para la Mansión Jeon notó algo extraño. Algunas noches Jungkook abandonaba el cuarto e iba a la gran biblioteca que poseía. Se posicionaba frente al tercer estante de izquierda a derecha, halaba un libro pequeño de carátula roja hacia él y mágicamente una puerta se abría, luego entraba y pasaba horas ahí dentro.

Taehyung no sabía lo que ese sitio oculto escondía, no se había atrevido a husmear ni siquiera cuando Jungkook no se encontraba en casa, porque tenía a un "perro guardián" que no le quitaba el ojo ni por un segundo. Y no estoy hablando de un cuadrúpedo, sino de un hombre con cara de ser el mismo diablo vistiendo un esmoquin negro que, a pesar de ser extranjero y llamarse Walter, Jungkook le había dicho que era el mayordomo de la casa, que debía respetarlo y cumplir con cualquier indicación que este le diera.

Pero en las noches en que Jungkook iba a ese lugar escondido dentro de la biblioteca, Walter nunca se encontraba. Por eso Taehyung se atrevió a ir un poco más allá; esperó unos minutos luego de que Jungkook entrara al sitio misterioso y se acercó a hurtadillas al tercer estante de izquierda a derecha, haló el librito de frontispicio rojo y el estante se dividió en dos. Detrás había una puerta, Taehyung la abrió con cuidado y al hacerlo se encontró con unas escaleras que descendían.

Con suma cautela, el omega pelirrojo bajó las escaleras, encontrándose al final de las mismas con un sótano, un leve olor sanguinolento en el aire, pequeños lagos de sangre en el suelo y, un alfa de ojos amarillos con un martillo en las manos, del que goteaba un líquido color carmín.

Frente a Jungkook divisó una silla y un hombre atado a ella, que apenas podía ver de un ojo; uno parecía haberle sido extirpado y el otro golpeado hasta hinchársele de mala manera. Tenía sangre que le corría por la frente y todo su cuerpo estaba herido, las manos y los pies daban señales de haber sido golpeados con algo contundente una y otra vez.

El horror de la escena y el miedo que se apoderó de él en brevedad de segundos fue un delator; dejó salir un poco de su aroma y Jungkook se percató de su presencia en el lugar. Asombrado, el alfa se giró, encontrándose con Taehyung al pie de las escaleras, casi en shock y con el semblante pálido.

Jungkook hizo un movimiento para ir hacia su omega, no sabía cómo lo había descubierto pero quería explicarle la situación. No obstante, Taehyung retrocedió un escalón, luego otro y cuando vio que aquel alfa del que se había enamorado caminaba hacia él con el martillo en la mano, sin pensarlo dos veces emprendió carrera escaleras arriba.

Taehyung corrió desesperado, debía escapar de allí cuanto antes, vio algo que no debía y no creía seguir viviendo para contarlo. Salió de aquel sitio con el corazón en la mano, pero al llegar a la sala tropezó con sus propios pies y cayó de bruces al suelo. Su mandíbula impactó con el suelo y sin querer se mordió la punta de la lengua, el dolor inminente lo hizo encogerse allí en el frío y pulido piso, el sabor de su propia sangre de inmediato le inundó la boca y las lágrimas se le salieron.

Ya se estaba arrepintiendo ochenta y un mil veces de meter sus narices donde no le habían llamado. Pero para aumentar su desgracia, cuando iba a levantarse del suelo para continuar su huida, porque el miedo a ser asesinado era más fuerte que el dolor en su lengua, alguien le agarró por los cabellos y lo obligó a ponerse de pie.

Taehyung tragó saliva mezclada con sangre, dispuesto a gritar como pudiera y pedir ayuda, más no pudo, un filoso cuchillo amenazaba su garganta.

—Finalmente mostraste tus verdaderos colores, niñito —a sus espaldas la voz de Walter escuchó—. ¿Acaso no sabías —sintió la punta del cuchillo hincarle la garganta—, que la curiosidad mató al gato.

©TAECITO CON KOOKIGALLETASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora