Capítulo 11

101 20 6
                                    

El día siguiente llega con un cielo gris y nublado. Una capa de niebla densa cubre la cima de los acantilados que se alzan imponentes en la distancia... 

La manada entera se encuentra en marcha, avanzando en silencio por un estrecho sendero cubierto de nieve que serpentea entre las montañas.

El aire es frío, tan cortante que cada respiración se siente como un golpe en los pulmones. A pesar de la hostilidad del entorno, hay una sensación de solemnidad en el aire, como si cada paso que dais os acercara no solo al lugar sagrado, sino también al destino que os espera.

Caminas entre las primeras filas, con la cabeza en alto y la mirada fija en el camino. A tu lado, Hilda y Amira avanzan en silencio, sus rostros son serios, reflejando la misma determinación que sientes en tu pecho.

Jimin camina unos metros más adelante, liderando la marcha junto a sus guardias personales. Su gran figura se destaca entre la neblina, y aunque no puedes ver su rostro claramente, sientes el peso de su presencia en cada paso que das.

El sendero se estrecha a medida que os acercáis a la zona sagrada. Los acantilados elevados a ambos lados del camino crean un pasaje natural que parece conducir al borde del mundo. Las rocas puntiagudas, cubiertas de hielo y nieve, se alzan como guardianes, observando en silencio el paso de la manada.

A lo lejos, el rugido del mar golpeando las rocas del acantilado se mezcla con el silbido del viento, creando una melodía sombría que os acompaña mientras avanzáis hacia el lugar donde todo se decidirá.

Tercer día, tercera prueba... El final.

Cuando la manada llega al final del sendero, el paisaje se abre ante vosotros en una vasta extensión de roca y nieve al borde de los acantilados. El rugido del océano se hace más fuerte, sus olas golpean con fuerza las rocas puntiagudas abajo, enviando salpicaduras de agua helada hacia el cielo gris.

A lo lejos, en el centro de la meseta, un grupo de figuras os espera en silencio. Son las ancianas de la manada, vestidas con pieles gruesas y sus túnicas ceremoniales blancas.

Junto a ellas está Winter, la völva, cuyos ojos blancos como la nieve parecen ver más allá de lo físico...

El lugar sagrado al que habéis llegado se llama El velo, un lugar donde los lazos de la manada se sellan y los destinos se forjan. Es un sitio de poder ancestral, donde la magia de la tierra y del mar se encuentra, y donde los espíritus de los antiguos alfa y beta todavía vigilan a su descendencia.

Las ancianas dan un paso adelante, Atira, una mujer de cabellos plateados y ojos penetrantes que os guio para la primer aprueba. La mujer alza su mano en un gesto de bienvenida.

—Bienvenidos a El velo, el lugar donde los lazos se forjan y los destinos se revelan —declara Atira, su voz resuena con la fuerza de los vientos que barren la meseta—. Aquí, en este lugar sagrado, la manada se enfrentará a su última prueba. Aquí, el futuro de todos nosotros se decidirá.

Las palabras de Atira resuenan en el aire, llenando el espacio con una mezcla de respeto y temor. Winter se adelanta al borde del acantilado, sus ojos observan el abismo que se extiende más allá.

—Un salto de fe, —anuncia Winter, su voz corta el aire frío—. Este salto simboliza la entrega absoluta al espíritu de la manada, el sacrificio de todo temor y duda. El mar nos une a los antiguos alfas y betas, aquellos que se sacrificaron para mantener el equilibrio entre la  luz y oscuridad. En las profundidades se encuentra la entrada a una cueva sagrada, conocida como La Umbra, donde sus espíritus mantienen retenidos las almas malignas.

El viento sopla más fuerte, levantando la nieve en remolinos mientras todos escucháis en silencio. Winter se agacha, toma un poco de nieve y la deja caer de nuevo por el acantilado como un polvo fino...

LOBA | Jimin  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora