01 - Sirius - El ocaso de un Dios

46 5 0
                                    

Esfera estelar, afueras del Medio Mundo, Altar de la Estrella Siempre Cambiante, Eón desconocido


Al salir de la Cámara de Preparación su visión se expandió. Un aire de olores plateados, viviente y vibrante, le rozaba amable la cara. Sus ojos se dirigieron entonces al cielo, donde una vez más pudo observar el Alto Estelar.

Nubes en forma de figuras geométricas y grupos de luces, de variados colores, danzaban y entonaban cantos lentamente en un océano aéreo azul oscuro. Allá, en algún punto, en algún orbe o círculo, se encontraban su Maestro y la Diosa a quienes consideraba su familia. Había creado su Altar justo en este sitio para poder ver un poco de aquel plano.

Sonrió. No había estado muchas veces allá arriba, era un permiso especial para Dioses Medianos como él, pero sabía que en algún eón llegaría a aquel nivel y su existencia adquiriría un nuevo matiz.

Subió firmemente los peldaños de piedra imaginada hacia el Altar: un piso circular sembrado de columnas que se hallaba suspendido y solo conectado con el suelo gracias a la escalera. Los cabellos de la deidad, ensortijados y purpúreos, recibían los reflejos del cielo astral y de su capa tejida con luz pálida. Al llegar al borde del círculo se detuvo. Cerró los ojos un momento. La nada. Gozosa nada.

Al abrirlos de nuevo y alzando los brazos, expresó, mirando como una flecha que explota, al Infinito en el Infinito:

-¡Que todo lo existente sea libre!

Y pronunció luego una palabra impronunciable que solo él conocía.

Todos sabían que el alcance de su oración era grande. Pero en este sitio en donde podía focalizar su poder, su intención podía llegar todavía más lejos. Luego, como solía hacer, se dedicó a ayudar a diferentes tipos de existencias que desde otros mundos y dimensiones -y utilizando muchos nombres- habían solicitado su favor.

Al terminar se dio la vuelta emprendiendo el retorno. Su capa ondeó deslizándose en un agua invisible.

Descendió las escaleras dispuesto a atravesar de nuevo la Cámara de Preparación. Cuando saliera del complejo podría teletransportarse, había convenido visitar la esfera de Betelgeuse y posteriormente, la de Deneb.

Pero...

Dentro de aquella sala algo no estaba bien. Las luces que ardían siempre según sus deseos se encontraban apagadas y la oscuridad había cobrado sustancia. Un instante más y pudo percibir quince presencias a su alrededor. Por si fuera poco, aun utilizando su Ojo, no conseguía definir ni sus nombres ni sus formas.

-Dioses que han abandonado su honor, ¿qué es lo que pretenden?-preguntó con indignación.

-¡SIRIUS JINNX!- Escuchó que las voces distorsionadas intencionalmente saboreaban un triunfo anticipado.

De inmediato y como una marejada los cuerpos de energía y mente de aquellos seres que le traicionaban se abalanzaron sobre él.

El Dios sintió cómo lo envolvían distintas oscuridades y su conciencia entraba en una dimensión de engaño rosado de la que no sentía deseos de salir.

Lo habían atrapado.

¿Quién podría hacerse cargo de sus mundos? ¿Qué harían todos aquellos que suplicaban su ayuda a través de los inmensos mares de éter?

Si hay algo que un Dios tema es ver sus Glorias arrebatadas, sus luces apagarse, sentir su inmensidad hacerse mínima.

Aquel instante tenebroso había llegado muy pronto para Sirius.

+

Y así, el tiempo comenzó a pasar. En algunos rincones, épocas enteras, en otros, vidas completas florecieron y se marchitaron, ...en algunos más, escasos momentos habían perecido.

Los Dioses sabían que eventualmente, dentro de las aguas brumosas del espacio, el momento en que Sirius Jinnx volvería habría de tener lugar, y por ello habían preparado todo para que cuando aconteciera, su víctima no pudiera recuperarse.

Pero hubo ciertas cosas con las que no contaron. Y es precisamente la presencia de ellas lo que le ha dado páginas a esta historia.

El Dios de la Estrella Siempre Cambiante regresaría, inevitablemente.

Sirius Jinnx - Prólogo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora