Capítulo 6

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Donovan cerró sus ojos y soltó un lento y profundo suspiro. Su mano sujetaba con fuerza la perilla de la puerta de la habitación de su hijo y reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, la abrió con lentitud.

La habitación estaba tal y como Tyler la había dejado. La cama tenía las arrugas de la última vez que el chico estuvo ahí, su computadora estaba abierta y la pila se había agotado ya, un cuaderno yacía frente a esta con una tarea a medio camino. La ventana estaba ligeramente abierta y el aire frío del exterior se colaba y despojada de todo calor humano aquel pequeño cuarto.

La puerta se abrió por completo y golpeó la pared con un sonido seco que rebotó por la solitaria casa.

Pero Donovan se quedó en el mismo lugar, sin atreverse a cruzar el umbral.

Sus ojos cristalinos observaron cada detalle. El papel tapiz que él mismo había colocado hace años, el estante con libros en el que uno de ellos ocultaba la única fotografía de Francoise que Tyler poseía y que Donovan fingía no saber, la mochila de Tyler estaba en el suelo y su ropa en el armario.

Donovan encendió su teléfono y por centésima vez buscó la ubicación de su hijo.

La aplicación volvió a mostrar un error.

Hace tres dias, Tyler había desaparecido.

* * *

El dorso de la mano de Crackstone se estrelló contra el rostro de Laurel, lanzandole los lentes al otro lado de la habitación. 

Sintió el sabor metálico de la sangre en su boca y un quejido sordo salió de sus labios. La gota de agua cayó sobre su cabeza. 

—Vil mentirosa —dijo Crackstone. 

—No lo soy. 

La sangre se escurrió por la comisura de los labios de Laurel, tan roja como su cabello. 

—¿Una bruja en mi estirpe? ¡Es imposible!

—No soy bruja.

—Y aun así, aquí estás. 

—¡Goody me engaño! —gritó Laurel. Otra gota cayó en su cabeza y la sintió resonar por todo su cerebro. —Ella y su detestable descendiente, Merlina Addams. 

Crackstone resopló, sus narinas se dilataban con ira. 

—Buscaremos a esa chica y si mientes... 

Crackstone acercó la llama de su antorcha a las manos atadas de Laurel. El fuego no la tocó, pero el calor se coló por las heridas de sus dedos sin uñas. Laurel retorció sus dedos y gritó. Las celdas vacías ampliaron el eco de lamento. Pequeñas y dolorosos llagas se formaron en su piel tierna. 

Crackstone retiró la antorcha y una sonrisa de superioridad bailaba en su rostro. 

—¿Y el chico?

—Él es mío —dijo Laurel con su dientes apretados. 

La gota volvió a caer sobre su cabeza, escociendo su cuero cabelludo. Crackstone acercó nuevamente y esta vez el fuego rozó la piel de Laurel. Su grito fue fuerte y desgarrador, pero todas las personas que vivían en la mansión lo ignoraron. 

Y fue así como todo comenzó #WylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora