Desde aquel beso, la oficina se había convertido en un campo de batalla psicológico. Camila continuaba flirteando con Alejandro, lanzándole miradas cargadas de significado y halagos que lo dejaban temblando. Sin embargo, cuando él intentaba acercarse, ella lo rechazaba con una frialdad que lo desconcertaba.
Una tarde, mientras trabajaban juntos en un proyecto, Alejandro no pudo más. —Camila, ¿qué es lo que quieres? —preguntó, su voz ronca por la emoción.
Ella lo miró con una expresión enigmática. —¿Qué quiero yo? —repitió, como si estuviera considerando la pregunta por primera vez—. Quiero que seas el mejor en lo que haces, Alejandro. Quiero que me sorprendas.
Alejandro sintió un nudo en el estómago. ¿Era eso todo? ¿Solo quería que fuera un buen empleado? Pero sabía que había algo más, algo que ella no quería admitir.
Los días siguientes, Camila lo sometió a una serie de pruebas. Le asignaba tareas cada vez más difíciles, lo ponía bajo presión y lo obligaba a trabajar horas extras. Alejandro lo soportaba todo con una sonrisa, ansioso por complacerla.
Una noche, mientras regresaban a casa en el coche de Camila, ella cambió de rumbo y se adentró en un barrio residencial. —¿A dónde vamos? —preguntó Alejandro, sintiendo un extraño nerviosismo.
Camila no respondió. Simplemente encendió la radio y se dejó llevar por la música. Después de varios minutos, estacionó el coche frente a una casa elegante. —Vamos a pasar la noche aquí —dijo, saliendo del coche y abriendo la puerta del pasajero.
Alejandro la siguió aturdido. —¿Pero eso no está mal? No deberíamos dormir juntos siendo jefa y trabajador ¿no?—preguntó Alejandro aturdido y nervioso.—Tranquilo, yo soy la que manda en la empresa, lo pasaremos bien— respondió ella segura y con confianza. La casa era impresionante, mucho más grande y lujosa que la que él había imaginado. Camila lo llevó a una habitación de invitados y le indicó que se cambiara.
Cuando regresó, llevaba puesto un camisón de seda. Se sentó en la cama y lo miró expectante. —Ven aquí, Alejandro.
Alejandro se acercó a ella con cautela. Camila lo tomó de la mano y lo atrajo hacia sí. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, pero de repente, ella se apartó. —No, espera —dijo, con un brillo perverso en los ojos—. No quiero que pienses que esto significa algo.
Alejandro se sintió humillado. Había creído que finalmente iba a tener lo que deseaba, pero Camila había vuelto a jugar con él. Se dio cuenta de que estaba obsesionado con ella, que había perdido el control de la situación.
A la mañana siguiente, Camila lo dejó en la puerta de su casa sin decir una palabra. Alejandro se quedó allí parado, mirando cómo el coche se alejaba. Se sentía vacío, perdido y profundamente herido.
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Sumisión en la Oficina
RomanceCamila y Alejandro trabajan juntos de analistas en una oficina. Este relato narra como va creciendo una relación D/s (Dominación/sumisión) entre ellos dos. Van explorando varios temas y juegos para ganar experiencia y placer. Se van a convertir en l...