1. la idea

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- Estamos muertos.

Martin se ajustó las gafas y miró directamente al sol, sintiéndose deslumbrado y desbordado.

- No del todo. - Indicó. - Nos han dicho que tenemos una última oportunidad.

Juanjo bufó a su lado y se giró para mirarlo.

- Martin, admítelo. - Le pidió el maño. - Esta gente busca carnaza, busca polémica, busca escándalo. Y tú y yo ahora mismo no somos la primera opción para nadie que pueda ofrecer eso.

El vasco cerró los ojos bajo las gafas de sol, tratando de mantenerse positivo, pero sabiendo que su marido tenía razón.

- Perdimos ese tren hace ya un tiempo y ahora... - Juanjo suspiró, apretándose el puente de la nariz con los dedos, en un gesto cansado. - Ahora no tenemos nada. Estamos jodidos.

Martin y Juanjo habían sido dos de los directores más importantes de España. Los dos empezaron en la música, soñando con triunfar en ese ámbito. Coincidieron en una de las ediciones más famosas de Factor X España, se enamoraron y, a partir de ahí, cambiaron de rumbo. Descubrieron la interpretación y el panorama audiovisual y se hicieron grandes en ese mundo, con proyectos innovadores y rompedores que conquistaron al público durante años.

Su primera película, God only knows, reventó las plataformas de streaming del país. Tras eso, vinieron otras propuestas más arriesgadas. El documental Rompeolas y, sobre todo, la serie Mis tías, que no tardó en convertirse en el mayor banco de memes de las redes sociales nacionales.

Durante años, participaron como jueces en varios concursos de televisión y actuaron como productores de algunas películas independientes, pero jamás volvieron a lo más alto. Ahora, tras un tiempo en blanco y con el eco de sus triunfos sonando cada vez más débil, su productora les había dado un ultimátum: o les presentaban un proyecto de éxito inmediato o se iban a la calle.

Martin apartó la mirada del cielo, aunque sus ojos reproducían una serie de chispas que le le nublaban la visión. Se apoyó contra la pared, intentando no desesperarse. Ellos eran así: Juanjo se estresaba y él mantenía la cabeza fría. Aunque, esta vez, ver el lado optimista de las cosas le estaba costando bastante.

Barajaron un par de ideas, haciendo un brainstorming tan improvisado como desesperado. Nada les convencía, nada era suficiente para alcanzar las expectativas que recaían sobre sus hombros.

Entonces, Juanjo lanzó un tiro al aire.

- Llamemos a Denna.

Martin se rio, pensando que estaba de broma. Pero el maño no sonreía, hablaba totalmente en serio.

- Juanjo, por dios... Sé serio.

- Lo estoy siendo, Martin. - Recriminó. - Estoy siendo lo más serio que he sido en toda mi puta vida.

El vasco suspiró.

- Hace años que no hablamos con ella.

- ¿Y?

- ¿Crees que nos cogerá el teléfono? No sé si desde lo alto del trono escuchará nuestra llamada.

- Más le vale que nos coja. - Advirtió Juanjo. - Porque juro por Dios que soy capaz de plantarme en su próximo concierto y armar un escándalo más grande que la Catedral del Pilar.

Martin volvió a soltar una carcajada, porque sabía que su marido era capaz de hacerlo, y valoró por un instante la propuesta.

Denna había sido una de sus mejores amigas en el pasado. La andaluza, junto a Ruslana, Chiara y Violeta, había coincidido con ellos en el programa que los lanzó a la fama. Cuando las chicas pegaron el pelotazo, ellos dirigieron la mayoría de sus videoclips y sus proyectos de vídeo. Trabajaron juntos durante más de cinco años, garantizándose éxitos de manera recíproca, hasta que la banda se deshizo y cada uno se fue por su lado. A veces las echaban de menos, pero sentían que retomar el contacto reabriría ciertas heridas que no estaban seguros de querer tocar.

Claro que, en tiempos desesperados, medidas desesperadas.

- ¿Crees que funcionaría? - Cuestionó el de Bilbao, empezando a planteárselo en serio.

- ¿Perdemos algo por intentarlo? - Replicó el aragonés.

Martin volvió a pensarlo. No era una mala idea, pero, ¿la gente iba a estar interesada en ver algo sobre Denna? A fin de cuentas, estaba hasta en la sopa. Ella era la mediática, cabeza de cartel en todos los festivales del país, trending topic todas las semanas en redes sociales. El público estaba empachado con su imagen. ¿Qué tirón podría tener rodar algo en torno a su figura?

El resto de las Rudevice, en cambio...

Ruslana seguía en el candelero, pero de una manera más discreta. Hacía años que se había dado al rock, lo que realmente le gustaba, y triunfaba en el radar de streamings, pero lejos de los grandes focos. Seguía teniendo un gran nombre, seguía actuando en buenos recintos, pero estaba varios peldaños por debajo de su ex compañera granadina.

Luego estaba Chiara. La británica, que de puertas para dentro siempre había sido el alma del grupo, se había retirado de la primera línea poco después de la separación de la banda. Se había concentrado en terminar sus estudios musicales y, en la actualidad, compaginaba su labor como profesora adjunta de la ESMUC con algún que otro concierto en pequeñas salas. Martin sonreía siempre que lo pensaba, porque sabía que para la inglesa lo más importante era conectar con la gente, trasmitir un mensaje. Y eso en los grandes estadios a veces se perdía. Chiara se conformaba con poco porque lo que realmente le había importado siempre era la música en sí. La fama y el éxito eran dos complementos que había aceptado en su momento, pero que nunca llegaron a ser prioridad.

Y, por último... Violeta. La más magnética de todas. La más inteligente y la más conciliadora, la que ponía el sentido común en aquel caos mediático en el que se convirtió sus vidas durante más de un lustro. Hasta que, de repente, se hartó y se fue. Desapareció de un día para otro, sin dar explicaciones concretas más allá de los tópicos habituales. Nadie hubiese apostado porque fuese ella la primera en dar un paso a un lado, pero llevaba casi una década desaparecida del mapa. Ni redes, ni presencia online, ni rastro en los medios de comunicación. Nadie sabía nada, era prácticamente un fantasma.

Denna, Ruslana y Chiara sacaron un EP más tras la marcha de la motrileña, pero no triunfó. Sin ella, algo fallaba, el grupo se sentía incompleto. Ese era realmente el poder de aquella banda, cada una aportaba algo absolutamente insustituible. En este caso, Violeta había sido la primera en irse, pero el grupo de 3 no hubiese funcionado tampoco aunque hubiese sido otra quien abandonase el barco.

El público las quería a las cuatro. Bramaba por ellas, todas juntas. Denna era la diversión y la sensualidad. Ruslana la presencia escénica y el punto rebelde. Chiara era la inocencia y la música. Y Violeta era el carisma y, sin ánimo de menospreciar a nadie, la cara de España. Si a aquella suma se le restaba algún factor... Simplemente no daba resultado.

En un par de meses se cumplirían ocho años de su separación. Que no era una cifra redonda, pero era una cifra como otra cualquiera. Martin ni siquiera sabía si se hablaban entre ellas o no, aunque los medios insistiesen en preguntar por el tema a Ruslana y Denna en cada entrevista. No se seguían en redes. No interactuaban. Si se cruzaban en alguna alfombra roja o algún evento, se saludaban de manera forzada y dedicaban el resto de la noche a evitarse. La frialdad con la que se trataban -especialmente las dos más populares, que eran las que más coincidían- era la comidilla de la prensa rosa y los foros de internet del país. Todo el mundo quería saber que había pasado entre ellas. La gente necesitaba entender por qué la mayor girlband de España había pasado de serlo todo a ignorarse de la noche a la mañana.

La cosa es que, cuando algo se acaba de manera justificada y explicada, el público termina olvidándose. Pero cuando el final de algo que amas te sorprende de manera inesperada e improvisada, lo llevas contigo para siempre.

Ese era el gancho que vendía. Ese era el tema que podía salvar su carrera.

Martin agarró a Juanjo de la mano y lo miró con la mirada llena de expectativas.

- Ya sé lo que vamos a hacer.

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vamos a arrancar esto y a ver a donde nos lleva. Bienvenidxs! 


Entre Mis VersosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora