Controlar lo que dices.

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11:30AM  Violeta.

La pelinegra al escuchar mi afirmación se incorporó en su asiento para observar más cómodamente por la ventana, mientras yo comenzaba con el protocolo de entrada.

Tuvimos que implantar muchas medidas de seguridad en el almacén, que es nuestro hogar desde hace ya dos años y lo será por mucho más tiempo, por ello levantamos barreras de al menos 4 metros por toda la periferia del territorio donde además habían personas armadas vigilando las 24 horas del día los 7 días a la semana.

Coloqué mi coche delante de la puerta cerrada de aquella barrera mientras tres personas con rifles me observaban desde arriba.
Es entonces cuando comencé a buscar mi pañuelo azul, aquel que todo integrante de el Grupo Luna llevaba encima como identificador entre nosotros mismos, sinceramente siempre me pareció una tontería pues pensaba que era un identificador demasiado fácil de copiar y para nada seguro, pero llevaba siendo parte de el grupo un año y medio y me gustara o no debía llevarlo encima, aunque esta vez no lo encontraba.

— Mierda, ¿Dónde coño lo he podido dejar? — Musité por lo bajo.

Miré a los asientos traseros y la chica me miró confusa.

— ¿Se puede saber qué buscas?

— El pañuelo... No lo-  —
Me detuvo una voz que parecía provenir de una de las personas armadas de lo alto de la barrera.

— ¡Dejadle entrar! Es Hódar —
Afirmo aquella voz que reconocí incluso desde la lejanía, al parecer a Ruslana le tocó hoy el turno en la barrera, pité un par de veces en forma de agradecimiento pues sabía que no la vería hasta el fin de su turno y cuando me abrieron las puertas de la barrera volví a tomar el volante para dirigirnos a la parte trasera y a una de las múltiples puertas que daban al sótano.

Cuando llegamos me bajé de el coche y le abrí la puerta a la chica.

— Ya estamos aquí, te voy a dejar abajo mientras voy a hablarle a mi jefe — Advertí.

— No sé siquiera si debo de darte las "gracias" — Soltó seguido de un suspiro mientras se bajaba de el coche.
— ¿Dónde se va a quedar Oliver? — Preguntó en un tono demasiado serio, parecía importarle bastante su compañero.

— Tranquila que no te lo voy a arrebatar, se quedará contigo. — Le dije con un tono de calma mirándole a los ojos.

Ella simplemente se limitó a asentir con una expresión de alivio visible que parecía intentar esconder para luego silbarle a su compañero para que le siguiera, tomé mi llavero y comencé a buscar la llave que nos dejaría paso, abrí la puerta y dejé que la chica fuera primero para bajar las escaleras.

Llegamos a una habitación en la que había un notable olor a humedad, cajas, una mesa en un costado con pilas de papeles, un radiador de pared que no funcionaba y una hilera de ventanas arriba en una de las paredes que conseguían un poco de luz natural en aquel lugar.

La pelinegra se quedó en el centro de la habitación observándola en su totalidad, dando de vez en cuando alguna que otra vuelta sobre sí misma y yo mientras tanto seguía andando hacia una puerta que había en aquella habitación y se encontraba cerrada.

— Aquí es donde dormirás, de momento. —

— ¿De momento? — Me preguntó algo expectante.

— Sí, si investigando sobre tí veo que tienes un historial bueno y no has cometido locuras, quizás te deje unirte al grupo. —

Soltó una risa que fue escalando a carcajada mientras negaba con su cabeza, cuando terminó con su momento de aparente diversión me miró profundamente a los ojos con una expresión tosca y amenazante.

— Prefiero morir en este zulo antes que tener que unirme a esta mierda de grupo, así que no gracias, me quedaré aquí hasta que te apetezca soltarme de nuevo. — Alegó.

Arrugé mi nariz y acorté la distancia entre nosotras.

— Mira si te crees que esto es un hotel estás muy equivocada, ¿Vale? — Le dije de manera clara clavando de vez en cuando mi índice en su pecho mientras avanzaba hacia ella — Tengo a gente muriendo en mi puto grupo y ahora mismo la comida decente brilla por su ausencia, si estás aquí y no muerta es porque creo poder sacar provecho de tí, ¿Entendido? Así que si tanto quieres te puedo dejar ahora mismo sola con tu puto chucho. — Debido a mi paso continuo la pelinegra chocó contra la pared mientras seguía escuchándome —
Como vuelvas a decir que estarás aquí por poco tiempo simplemente para conseguir comida y un sitio donde dormir, te dejo inconsciente y te suelto en medio de la nada a tu suerte, a ver si consigues sobrevivir con esos aires de chula que me llevas, niñata.

Se quedó callada por un momento procesando todo lo que le acababa de decir y comenzó a asentir levemente mientras miraba levemente hacia abajo, pues nuestra diferencia de altura era notable.

— Si estoy aquí y no muerta es porque no se te ocurrió cargar tu puta pistola y pegarme dos tiros, imbécil. — Respondió de manera tajante.
— No sirves para esto, estás viva gracias a esta mierda de grupo. —

Y esa afirmación me hizo la sangre arder, sin mediar ninguna palabra más con ella la tomé del brazo y abrí la puerta donde se encontraba su habitación, de un fuerte zarandeo le hice entrar y también provoqué que se cayera pero no me importó, el perro entró de manera rápida al ver a su dueña tirada en el suelo.

— La próxima vez aprende a controlar lo que dices, imbécil. — Dije con un nudo en la garganta y cerrando la puerta tras de mí, dejando a la pelinegra y a su perro encerrados en aquel cubículo mientras yo subía a la superficie para buscar a Alberto, el jefe.

12:10PM Chiara


¡Pero quítame al menos las esposas, imbécil! — Grité ya incorporada delante de la puerta que la pelirroja cerró a su paso, sin que surtiera ningún efecto mi petición.

Suspiré de manera pesada, quejándome un poco por el dolor que la caída me había propinado pues me raspé el hombro contra el suelo y posiblemente tuviera un moratón en cada rodilla y ni hablar de lo difícil que fue levantarme del suelo cuando tenía mis manos esposadas y tras mi espalda.

Me giré para observar el lugar donde me quedaría por una temporada, no era muy grande y simplemente tenía una cama que dejaba mucho que desear, un lavabo con un espejo para nada limpio, un par de libros que tenían la pinta de ser bastante antiguos y una pequeña puerta que daba un cubículo con un inodoro y un plato de ducha enano, aunque sinceramente se sentía como un lujo tenerlo.

Miré a Oliver el cual estaba confundido por toda esta situación, por lo que simplemente me limité a sentarme en la cama y que Oliver me acompañara, al menos agradecía el no estar sola y el estar con mi amigo.
Tuve que buscar alguna manera de entretenerme pues estar en aquel lugar estaba comenzando a ser muy aburrido, por lo que caí en las garras del sueño y debí dormirme por un rato, hasta que un ruido en la habitación de al lado me despertó, parecía ser una puerta abriéndose.

Del Infierno al olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora