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Notas de inicio: 

Os traigo una nueva historia, aunque soy consciente de que tengo varias que debo terminar. Qué queréis que os diga, el TDAH. 

Esta vez está ambientada en la prehistoria, en concreto en el neolítico de un universo sin súpers. (No hay poderes relacionados con la magia aunque ciertas características puedan estar en los límites del realismo). 
Tengo varios capítulos escritos así que subiré el siguiente pronto, espero vuestro feedback si estáis interesadxs en el tema. 

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Ésa no era la primera vez que se ocultaba entre las hojas para observar a alguien. Loki no era un espía principiante.

Al segundo hijo del jefe le gustaba escabullirse lejos de su aldea siempre que surgía una oportunidad; lo había hecho desde que era un mocoso, mientras el resto de niños jugaba a revolcarse por el barro o fingían ser cazadores adultos haciendo pasar palos y ramas por lanzas afiladas. Loki odiaba esos juegos, aborrecía la violencia sin propósito casi tanto como las conversaciones que salían de esas cabezas que sólo eran útiles para lucir melenas doradas. A medida que pasaba el tiempo, se había alejado cada vez más de su aldea, de Asgard, atraído por las villas vecinas.

Con su peculiar afición, el joven aesir había descubierto las pinturas de los habitantes de Muspelheim; la tribu de fuego no se limitaba a pintar con arcilla, sino que poseía cristales que al frotar contra la roca dejaban rastros de rojo tan intensos que la primera vez creyó que los búfalos que grababan en los muros sangraban de verdad. Y había aprendido la magia curativa de la tribu de Jotunheim; Los jotnar sabían que las hierbas que crecían junto a los lagos de la montaña hacían que las heridas sanaran el doble de rápido y hervían la corteza de sauce las noches de luna y la medicina resultante podía bajar la fiebre y hacer que los niños a los que les empezaban a salir los dientes dejaran de llorar.

El conocimiento que había reunido era muy valioso, pero sus viajes no habían pasado desapercibidos entre los suyos y su pueblo no era tan entusiasta con ellos como el propio Loki. Sí, había utilizado sus conocimientos para curar a algún cazador herido, la mayoría de las veces ese cazador se llamaba Thor, más todo lo que venía de Loki acababa siendo visto con recelo y pronto, sus escapes sólo se tomaron como muestras de cobardía y deslealtad a su propio pueblo.

Asgard era una tribu de guerreros: fuertes, nobles, heroicos; que lo único que ansiaba conocer sobre sus vecinos era la forma de derrotarlos. Y no lo harían escuchando secretos susurrados mientras arrastraban el vientre entre la hierba alta sino de frente, con las lanzas apuntando a sus cuellos.

El rechazo de su aldea no había sido una razón lo suficientemente buena para que dejara de hacerlo.

De nuevo en el presente, se agazapó más en su escondite, entre la vegetación. Su corazón se había encogido tres veces cuando un terrible chillido le tomó por sorpresa y no volvió a su tamaño real hasta descubrir que sólo había sido una rata común. Pese a lo que creyera su aldea, espiar no era una fácil y libre de peligros, ser descubierto por una tribu vecina equivalía a la muerte. Loki siguió con la vista al animal hasta que se perdió en su carrera al interior del bosque y sólo entonces volvió a asomar su cabeza por encima de las hojas para continuar observando al hombre del claro.

Sabía que éste pertenecía a la aldea media, a pesar de que todavía estaban lejos de su asentamiento, no era raro que los midgardianos tomaran ese bosque como territorio de caza y, a veces, habían peleado contra Asgard por su uso. Sin embargo, no parecía que cazar fuera lo que estuviera persiguiendo ahora. O, al menos, no era así como cazaban los suyos.

El lobo que quiso cazar la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora