XVI

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El sonido constante de dos piedras chocando fue lo que lo sacó de su sueño. Intentó resistirse a ello, dándose la vuelta en la cama y cubriendo su cabeza con todas las mantas posibles. Se rindió cuando se dio cuenta de que, por más que lo intentara, necesitaba respirar.

Loki abrió los ojos con desgana, buscando al responsable de su fastidio. Tony estaba inmerso en su trabajo, como siempre, y era un caso inútil llamar su atención cuando se encontraba así, el mundo entero dejaba de existir y él se convertía en un objeto de decoración.

—Loki —llamó, sobresaltándolo. Quizás si era consciente de él después de todo —. Ven aquí.

Loki dudó en dar el primer paso. Ése era el lugar de trabajo de Stark, repleto de sus armas y herramientas. Se suponía que no debía acercarse, pero el mismo Tony lo había llamado... Al final decidió aprovechar la oportunidad y tomó asiento a su lado.

Tony estaba utilizando una piedra para moler y debajo de ella, algunas piezas del collar se habían convertido en polvo verde. No pudo evitar hacer un puchero, creía que Stark haría un arma hermosa en lugar de convertirlo en nada más que grumos.

—Toma la piedra y ayúdame, necesito que quede un polvo tan fino como éste.

Otra piedra de moler y varias cuentas fueron depositadas en sus manos.

—¿Por qué quieres destrozarlo?

—Te lo mostraré cuando tengamos el polvo suficiente —respondió con una sonrisa cargada de travesura.

La curiosidad de Loki creció y empezó a imitar sus movimientos con la piedra de moler. Jamás se había imaginado trabajando al lado de Tony. Sus creaciones se habían mantenido inalcanzables para él, ya fuera cuando lo había espiado entre las sombras o cuando lo retuvo atado al poste. Incluso cuando trenzaba cuerda, lo había hecho separado del trabajo real, limitándose a crear una tras otra sin saber para qué las utilizaría. Nunca habría creído que estaría donde estaba ahora y, sin embargo, era real.

Tony era más hablador estando con él que cuando trabajaba solo. También, le daba indicaciones de vez en cuando, acomodándole las manos sobre la piedra de moler y señalando el grosor al que debía reducir la joya. Cuando lo logró, Tony lo felicitó y depositó un beso en mejilla, haciendo que esta cambiara de color. Lo había pillado desprevenido.

—Ven, voy a enseñarte algo genial. — Dijo mientras recogía el polvo que habían reunido en una vasija y lo tomaba de la muñeca del aesir para levantarlo y arrastrarlo fuera.

Caminaron hasta la zona más central de la aldea, donde se encontraban los almacenes de comida y, junto a ellos, una estructura techada. Loki reconoció a la anciana May, removiendo una gran olla debajo y supuso que ese debía ser el lugar dónde Tony sacaba la comida hecha.

—May, necesito usar los hornos.

—¡Los hornos son para el pan!

La mujer bramó como si Tony fuera un insecto molesto en su cocina y conociendo su carácter, debía de haber sido eso muchas veces. Por supuesto, ni gritos ni regaños no los detuvieron. Tony arrastró a Loki al interior, dónde pudo ver que era aquello que habían llamado horno.

Dos montículos hechos de arcilla y paja que se elevaban por encima de sus rodillas, y como prometió la anciana, el fuego ya ardía en su interior esperando a ser utilizado, pero no para el pan. Tony lanzó más carbón dentro y dejó que Loki tomara la vasija en sus manos.

—Ahora, arroja el polvo dentro.

Loki se encogió de hombros. Nada de eso tenía sentido, pero a estas alturas sería estúpido dudar de la genialidad de Tony a la hora de crear algo. Arrojó el contenido del cuenco al fuego en un solo movimiento y se volvió hacia Tony para esperar nuevas instrucciones. Sólo esperaba que no hubiera comprado una joya así para calcinarla.

El lobo que quiso cazar la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora