IX

39 6 3
                                    


Podía jurar que el suelo en el que dormía se volvía más duro cada día. Su espalda le dolía, y cuando la temperatura de la estación más cálida le hacía sudar, la tierra se pegaba a su cuerpo haciendo que su piel cambiara de tono. El pelo también le había empezado a picar desde hacía días y pasaba buena parte del tiempo rascándoselo.

Había estado trenzando tanto las fibras de lino como los tendones de animal que le proporcionaba Stark, dejando el trabajo que terminaba enrollado a su lado. Sus dedos eran rápidos, pero aun así le tomaba horas hacer una soga que fuera lo bastante gruesa y resistente para agradar a Stark y tenía que concentrarse el doble cuando Tony paraba su trabajo para observarlo, fingiendo que no lo notaba en cada ocasión.

Una de esas veces, Tony se levantó y tomó la primera cuerda que había terminado, la examinó de arriba a abajo durante lo que parecieron minutos, y luego la volvió a dejar en su sitio, felicitándolo.

Loki odió el color que apareció en sus mejillas al instante. Era una estúpida cuerda, nadie de Asgard alabaría una a menos que estuviera arrastrando a una bestia gigante. Sin embargo, a Loki nunca le habían felicitado por nada y el elogio de Stark calentó su estómago como si fuera un niño que acababa de cazar su primera presa frente a sus padres.

Tony salió poco después y regresó con un cuenco lleno de carne y algo esponjoso. Sus tripas rugieron nada más olerlo y se abalanzó sobre el cuenco antes de que Tony lo dejara en el suelo, devorando los primeros trozos casi sin masticar. Al menos tendría algo en el estómago si Tony decidía que había sido demasiado para él y se lo quitaba. No fue así y masticó más despacio los siguientes bocados.


La carne era jugosa. No estaba seguro de si el tiempo que había pasado sin probarla había hecho que fuera aún más sabrosa de lo que la recodaba o era el sabor salado típico de los alimentos en Midgard el que intensificaba todos los demás sabores. En cualquier caso, era mejor que la carne seca que comía Jarvis y podía ser eso lo que más lo alegraba.

Cuando terminó el bistec, tomó la otra masa y la olfateó. No había nada parecido en Asgard y dudaba en comerlo, aunque en su posición no era prudente rechazar comida. No captó ningún olor intenso, ni a favor ni en contra de hacerlo.


—Es pan —aclaró Tony —. Como las gachas. Si las calientas sobre las piedras de una hoguera apagada, se endurece.

Loki arrugó la nariz ante la idea de que fueran gachas de nuevo, pero seguía siendo comida y si no la terminaba, Tony podía decidir que no era lo bastante agradecido y volver a la única ración diaria. Mordió un trozo, tanteándolo con la lengua durante un rato: era suave, mejor que las gachas, aunque seguía prefiriendo la carne.

Cuando acabó con todo lo que había en el cuenco, Tony lo retiró y sacó la cuerda de paseo. Loki la odiaba. Era humillante, le causaba rozaduras en la piel y lo dejaba indefenso, a merced de lo que deseara el que ahora era su dueño; pero sabía que resistirse implicaría un Tony enfadado, más tirones y al final acabaría llevándola de todas formas, así que inclinó la cabeza, ofreciendo su cuello.

Tony aprovechó para revolver su cabello con la mano y después ató la cuerda a su cintura en lugar de al cuello.

—Hoy iremos a otro lugar —aclaró ante los ojos de cervatillo que había puesto Loki y tomó la cuerda del otro extremo para liderar el paso.

Esta vez tomaron un camino recto, atravesando los campos de grano en lugar de caminar alrededor. El suelo estaba removido para que el trigo creciera tanto como fuera posible, y había surcos entre las cosechas formando caminos llenos de agua que siguieron, con Jarvis aplastando algunos de los tallos en sus carreras.

Loki no quiso preguntar a dónde se dirigían. Tony había sido amable esa mañana y se mantenía de buen humor durante el paseo así que confiaba en que no se tratara de un castigo. No mucho después, llegaron a las orillas del río.

Tony se deshizo de sus botas y desabrochó los lazos de su cinturón; los pantalones cayeron después dejándolo tan desnudo como lo estaba Loki, que dio un paso hacia atrás con nerviosismo. Sólo uno, ya que Tony todavía sujetaba la cuerda y la reforzó en su cintura, envolviéndola como había hecho con él.

El lobo que quiso cazar la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora