¿Lo has hecho?

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En un rincón oscuro de la estación, entre las sombras que las luces parpadeantes apenas alcanzaban a tocar, se encontraba otra presencia maldita. Este ser tenía una figura imponente y su aura era asfixiante, emanando un calor que distorsionaba el aire a su alrededor. Sobre su cabeza, un pequeño volcán humeaba, exhalando diminutas bocanadas de humo y ceniza, mientras sus ojos ardían con una intensidad penetrante.

El ser maldito observaba a Mahito con una expresión seria, casi desaprobatoria. A pesar del caos que lo rodeaba, no se dejaba afectar por la violencia ni por la locura que Mahito desataba. Su semblante era inquebrantable, y sus ojos permanecían fijos en el espíritu burlón que se deleitaba en el sufrimiento de los humanos.

Junto a él, otra maldición, igualmente imponente aunque de apariencia mucho más devastada, permanecía en silencio. Su cuerpo estaba carbonizado, su piel chamuscada y agrietada como un leño al rojo vivo. En su pecho, un enorme agujero quemado atravesaba su torso, revelando lo profundo de las heridas que había sufrido. A pesar de su estado, la maldición sostenía con firmeza algo en su mano.

El ser volcánico, con una lentitud deliberada, extendió su brazo hacia adelante, revelando lo que su mano contenía. Nueve dedos, ennegrecidos y envueltos en un aura maligna, descansaban en su palma. Cada uno de esos dedos emanaba una energía maldita que vibraba en el aire, llenando el espacio con una sensación de malevolencia pura. Eran los dedos de Sukuna, el Rey de las Maldiciones, y su poder era tan inmenso que incluso las maldiciones más fuertes podían sentirlo desde lejos.

Mahito, aún riendo y danzando entre sus víctimas, detuvo su frenesí por un momento al percibir la presencia de esa energía. Volteó su mirada hacia la maldición del volcán, y su expresión se suavizó un poco, aunque su sonrisa burlona permaneció.

"¿Jogo?" dijo Mahito, inclinando la cabeza mientras se limpiaba las lágrimas de risa de sus ojos. "¿Has venido a unirte a la diversión?"

Jogo, la maldición con el volcán en la cabeza, no respondió de inmediato. En lugar de eso, sus ojos se posaron en los dedos de Sukuna que sostenía, su expresión volviéndose más grave. Mahito notó la seriedad en su mirada y su sonrisa se desvaneció un poco.

"¿Esos son...?" Mahito comenzó, sus ojos ahora fijos en los dedos.

Jogo asintió lentamente, sus ojos brillando con esperanza.

"Es hora de reunirlo," dijo Jogo con voz profunda y resonante. "Es hora de traer de vuelta al verdadero rey, con esto, podré obtener un poco de tiempo."

"Con este, son 10 dedos".

La atmósfera cambió instantáneamente, volviéndose más tensa, más oscura. Mahito sintió un escalofrío recorrer su columna, pero no de miedo, sino de una emoción diferente: anticipación.

"Interesante," dijo Mahito, su sonrisa reapareciendo, pero esta vez más contenida, más calculadora. "Muy interesante."

Jogo, sin decir una palabra más, giró su atención de nuevo hacia los dedos, como si estuviera contemplando el poder que sostenía en su mano. La maldición con el agujero en el pecho permanecía a su lado, inmóvil, como si esperara instrucciones.

La maldición, aunque debilitada y al borde de la muerte, aún emanaba un aura oscura, aferrándose a la energía maldita que había acumulado. Sin embargo, para Jogo, no era más que un medio para un fin.

Con una precisión brutal, Jogo extendió su mano hacia la espalda de la maldición caída. Su palma, endurecida por el calor volcánico que lo definía, brillaba con un resplandor rojizo mientras penetraba la piel carbonizada de la criatura. Un crujido resonó en la estación de metro cuando sus dedos atravesaron la columna vertebral, buscando el objeto maldito que sabía estaba oculto en su interior.

Doom Slayer En Jujutsu kaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora