Un Encuentro Demoniaco

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Han pasado apenas cinco días desde que el Dark Lord emergió de las profundidades del Infierno, y en ese corto lapso de tiempo, el caos se ha desatado tanto en el mundo humano como en las profundidades demoníacas

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Han pasado apenas cinco días desde que el Dark Lord emergió de las profundidades del Infierno, y en ese corto lapso de tiempo, el caos se ha desatado tanto en el mundo humano como en las profundidades demoníacas. Las dimensiones se sienten inestables, como si la barrera entre la realidad y lo infernal estuviera desmoronándose lentamente. En los cielos, las nubes son más oscuras, y el aire está cargado de una energía densa, difícil de ignorar.

El mundo humano no tiene idea de lo que realmente se avecina, pero los hechiceros, cazadores y los pocos individuos sensibles a las maldiciones y fuerzas ocultas, pueden sentir cómo algo monumental está ocurriendo. Los terremotos han sido más frecuentes, las criaturas que habitan en la oscuridad son más agresivas, y los espíritus vengativos parecen moverse con una velocidad y rabia que no habían mostrado en siglos.

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La mina de Rivenfall, propiedad de la corporación Megatech Industries, se sitúa al pie de las montañas Cormak, en una región desolada y remota, donde el viento seco arrastra el polvo de la roca triturada.

Desde la entrada, un amplio túnel oscuro se adentra en las profundidades de la tierra, donde las temperaturas caen bruscamente y la luz se convierte en un recuerdo lejano.

Un olor metálico, mezclado con humedad estancada y el constante aroma del carbón quemado por la maquinaria, impregna el aire. Es un lugar donde la sensación de encierro y oscuridad cala profundamente, y las paredes rocosas parecen vibrar con una vida propia, como si la mina respirara.

En lo más profundo, los mineros trabajan sin descanso. Visten pesados monos de protección, sus cascos equipados con lámparas que proyectan delgadas líneas de luz amarillenta. El eco de las perforadoras y las trituradoras es ensordecedor, el golpeteo de los picos contra la piedra, el zumbido de la maquinaria y el rechinar de las cintas transportadoras cargadas con mineral recién extraído llenan el ambiente. Cada trabajador desempeña un papel esencial.

ingenieros de perforación supervisan las enormes taladradoras que desgarran la roca sólida, mientras los expertos en explosivos manipulan cuidadosamente las cargas de dinamita, asegurándose de que cada detonación sea precisa.

Uno de esos expertos en explosivos, Ragnar Tormund, ha trabajado aquí por más de una década. Es un hombre curtido por el polvo y las largas horas bajo tierra, con la piel bronceada y surcada por cicatrices. Ragnar lidera a su equipo hacia una sección bloqueada de la mina. Las luces de los cascos iluminan las grietas en las paredes rocosas, señal de que están cerca de su objetivo. Se comunican con gestos precisos, ya que el ruido ensordecedor apenas les deja oír sus propias voces.

"Carga lista" murmura Ragnar, al tiempo que revisa la dinamita, asegurándose de que las mechas están perfectamente alineadas. El estallido controlado despejará un pasillo que los llevará a una sección más profunda de la mina, una región inexplorada que promete riquezas minerales aún sin descubrir.

A unos metros de distancia, los operadores de maquinaria pesada aguardan en sus enormes excavadoras, preparados para retirar los escombros una vez que la explosión haya cumplido su tarea. El trabajo es mecánico, repetitivo, pero no por ello menos peligroso. Las máquinas gruñen y zumban en el oscuro túnel, con los operadores concentrados en sus pantallas y controles.

Ragnar, habiendo dado el último visto bueno, asiente hacia su equipo. Uno de los trabajadores, un joven recién llegado, retrocede nerviosamente. Es su primera detonación, y la ansiedad se refleja en sus movimientos torpes. Pero Ragnar, con un gesto de la mano, lo tranquiliza. Ha hecho esto cientos de veces, y sabe que, si siguen los procedimientos, todo irá bien.

"A cubierto" ordena con una voz que apenas se oye por encima del retumbar de las máquinas.

El equipo se retira hacia una cámara segura, y en cuestión de segundos, el túnel se ilumina con el brillo de la detonación. El estruendo es profundo, sacudiendo la mina entera, mientras las rocas caen en cascada y el polvo se eleva en una espesa nube.

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Ragnar Tormund, aún agachado en la cámara de seguridad, se levanta lentamente, sacudiéndose el polvo de los hombros.

Observa a su equipo con una mirada severa, evaluando el estado de sus camaradas.

Todos parecen estar bien, aunque el nerviosismo aún se refleja en los ojos del joven que participó en su primera detonación. Ragnar le da una palmada en el hombro, transmitiendo una silenciosa aprobación.

"Buen trabajo" dice con su voz ronca....

Los operadores de maquinaria, aún en sus excavadoras y grúas, entran en acción de inmediato.

Las enormes palas comienzan a retirar los escombros, revelando poco a poco la nueva galería que han abierto. El eco de las máquinas llenando el túnel nuevamente crea una atmósfera asfixiante, como si el rugido de la tecnología y la tierra se fusionaran en un solo sonido interminable.

Ragnar, tomando una linterna más potente, avanza hacia la nueva abertura. El polvo todavía flota en el aire, y las luces de los cascos apenas penetran la densa neblina que envuelve la caverna recién formada. A su alrededor, el equipo sigue removiendo rocas y despejando el camino. El olor a roca quemada y explosivos es aún intenso, mezclándose con el aire frío y húmedo que emana de lo más profundo de la mina.

"!Más profundo de lo que esperaba!"
murmura Ragnar para sí, mientras observa las paredes a su alrededor. La textura de la roca ha cambiado, volviéndose más oscura, casi negra, como si algo antiguo y desconocido hubiera quedado al descubierto.

Mientras los trabajadores continúan despejando los escombros, Ragnar notó  algo extraño. Un leve temblor recorre el suelo bajo sus pies, pero no es el tipo de vibración que sigue a una explosión. Es más bien un pulso rítmico, como si algo muy profundo estuviera moviéndose bajo la superficie. Los otros mineros también comienzan a notarlo, intercambiando miradas nerviosas.

Uno de ellos, un veterano de la mina, se acerca a Ragnar, con el ceño fruncido.

"¿Sientes eso?" pregunta con voz grave, intentando sonar calmado pero sin poder disimular su inquietud.

Ragnar asiente, su mirada fija en la oscuridad que se extiende más allá de la abertura que han creado. El pulso continúa, más fuerte ahora, y parece provenir de las profundidades, un ritmo que se hace eco en la piedra misma.

"Algo no está bien" responde Ragnar, sin apartar los ojos de las sombras.

De pronto, un sonido profundo, casi un gemido quejumbroso, retumba desde las entrañas de la mina. El eco resuena a lo largo de los túneles y galerías, como si la tierra estuviera exhalando un lamento.

"¡Apaguen las máquinas!" ordenó Ragnar, levantando la mano para señalar a los operadores. El estruendo mecánico se detiene poco a poco, dejando a los mineros envueltos en un silencio pesado, roto solo por el goteo del agua y ese lejano lamento.

"Algo se está moviendo ahí abajo murmura el veterano, retrocediendo un paso.

Ragnar asiente, pero no retrocede pero a lo lejos ve, algo que no pertenece al mundo de la superficie. Mientras sus ojos recorren la nueva galería, ve una sombra moverse brevemente en la oscuridad.....................

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⏰ Última actualización: Oct 23 ⏰

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