Capítulo 2

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Jay llevó a Louis en coche hasta casa de Harry. Lo dejó allí después de darle un beso en la mejilla y prometerle que Harry no le decepcionaría.

Louis se acercó a la casa vacilante, ya que parecía más la de una anciana que la de un chico que la utilizaba como salón de masajes. Subió los tres escalones que conducían a la puerta de entrada y llamó tres veces con los nudillos.

Acto seguido, se metió las manos en los bolsillos después de frotarse los ojos; todavía estaba agotado por el partido del día anterior. Aunque, por lo menos, lo habían ganado.

La puerta se abrió de repente y allí, delante de él, apareció un chico alto de hombros anchos. Tenía el pelo oscuro y rizoso, una sonrisa demasiado amplia y unos ojos verdes y brillantes. Iba vestido con una camisa y unos pantalones muy ajustados, todo su conjunto de color negro. Y tenía hoyuelos y... ¡vaaaya! Llevaba una corona de flores en la cabeza; hecha con rosas de color rosa pálido entrelazadas con pequeñas margaritas blancas que descansaba sobre sus rizos. Era total y absolutamente guapo y Louis estaba tan pasmado que no fue capaz de devolverle la sonrisa.

—Hola —saludó el chico después de unos segundos con una voz profunda y grave.

A Louis le recorrió la columna un escalofrío.

—Hola —contestó rápidamente, sacando las manos de los bolsillos y colocándoselas sobre las caderas—. ¿Eres Harry? —preguntó con una mueca, enarcando una ceja mientras miraba una vez más las flores del pelo del chico.

—Sí —asintió él, echándose a un lado y moviendo el brazo para invitar a Louis a entrar—. Tú debes de ser Louis —añadió lentamente, cerrando la puerta tras ellos y mirando a Louis con los ojos muy abiertos.

Louis frunció el ceño mientras le observaba y se dio cuenta de que la casa olía a vainilla y canela. Había jarrones con flores por todas partes y una mariposa enorme pintada en una pared. Era muy raro, pero al mismo tiempo, Louis no podía evitar pensar que era bastante... adorable.

—Claro que soy Louis —espetó, volviendo a poner las manos sobre las caderas—. ¿No ves la tele?

Harry levantó las cejas por la sorpresa y Louis centró la mirada en sus labios gruesos.

—Ehh... a veces sí —murmuró, rascándose la nuca sin saber exactamente a qué se refería con ese comentario.

Louis puso los ojos en blanco.

—Soy futbolista —dijo cansado, dando con el pie izquierdo unos golpecitos al suelo de madera.

—Oh. —Harry suspiró, sonando bastante sorprendido—. No me... ¿he dado cuenta? —añadió inseguro, entrelazando sus manos (que eran muy grandes) en la espalda y ofreciéndole a Louis una sonrisa—. Jay me dijo que necesitabas un masaje —prosiguió hablando muy lentamente. Louis sintió como se excitaba al escuchar la voz del chico. No podía esperar a estar tumbado en la mesa de masaje y que Harry le quitara todos los dolores—. Para... bueno, para que te relajes.

—¿Vas a darme el masaje hoy o vuelvo mañana? —preguntó de forma atrevida, cruzándose de brazos.

—Eh, sí. Sí, claro. Lo siento, Louis —murmuró Harry, abriendo mucho los ojos y pasándose la mano por el pelo para después recolocarse la corona de flores—.Ven conmigo —dijo, poniéndole la mano sobre la espalda para conducirlo en silencio hacia la planta baja de la casa.

Louis se sentía un poco mal por haberle incomodado.

—Aquí —dijo Harry orgulloso mientras abría la sala de masajes e invitaba a Louis a entrar.

Era una habitación bastante grande y muy agradable, con una camilla de masaje en el centro. Olía a flores y a frambuesa y había una gran mesa contra una de las paredes llena de diversos aceites y otros productos.

Manos Mágicas (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora