La rodilla de Louis mejoró después de tres días de reposo y después de que Harry lo llevara en cuello por toda la casa, para gran placer de Louis.
Los dos se habían tomado una semana de descanso, sin trabajo, porque Louis no podía jugar, y Harry quería cuidar de su chico, quería aprovechar a pasar todo el tiempo con él antes de que Louis tuviera que volver a viajar durante dos semanas por culpa de los partidos.
Y después de que pasara la semana, Louis tuvo que volar a una ciudad de Alemania, y Harry lloró hasta que consiguió dormirse, porque echaba de menos a su novio, su cama parecía totalmente vacía sin su pequeño rayo de sol acurrucado junto a él, frotando los dedos fríos de sus pies contra sus pantorrillas y dándole pequeños besos por el cuello. Le echaba tanto de menos que lo sentía en sus huesos.
La vida volvió pronto a la normalidad, Harry volvió a dar masajes a sus clientes, escribiéndole mensajes de texto a Louis cuando tenía tiempo, y utilizando Skype todas y cada una de las noches, los dos chicos tumbados en la cama. Y Louis siempre lo llamaba, no importaba la hora que fuera, solo necesitaba ver a Harry, necesitaba ver su cara, oír su voz, imaginar la forma en la que su cuerpo se sentía pegado detrás de él, sus piernas entrelazadas y respirando en sincronía. Siempre lloraban cuando se veían por Skype, ver al otro llorar y saber que no podían limpiarse las lágrimas el uno al otro, siempre era más difícil.
Los compañeros de equipo de Louis, le dijeron una vez en el vestuario antes de empezar un partido, que les parecía bien que estuviera enamorado de Harry, y que no iban a tratarlo de forma diferente por eso y ese día por la noche, cuando se lo dijo a Harry, su sonrisa era tan grande que podía sentir como si estuviera a su lado.
—¡LOUIS! —gritó Harry cuando lo vio, vestido con un jersey grande y sus pantalones negros ajustados, entre la multitud que salía por el pasillo del aeropuerto, con una sonrisa tan grande que dolía, y los brazos en el aire—. ¡LOU! —dijo de nuevo, con el corazón latiéndole a toda velocidad, emocionado por la idea de ver por fin a Louis después de un mes entero sin él, de que por fin estuviera en casa.
A Louis se le iluminó la cara cuando escuchó la voz de su novio y sus ojos se encontraron de inmediato entre la multitud, y Louis empezó a correr, arrastrando la maleta detrás de él.
—¡HARRY! —gritó mientras se arrojaba a sus brazos, sin importarle los flases de las cámaras. Dejó caer su maleta al suelo mientras Harry lo levantaba y daba vueltas, abrazándole con fuerza—. Oh, Harry... —susurró, las lágrimas le llenaban los ojos. Enterró la cara en los rizos de Harry, le había echado tanto de menos, anhelaba sus caricias, sus brazos, sus labios, tenerle.
Louis había estado fuera todo un mes, un mes sin su chico, había llegado al límite de la locura.
—Louis, cariño, oh... Dios mío —gimió Harry, manteniéndolo apretado y bajándolo de nuevo al suelo, sollozando contra su pelo. Se sentía muy bien, sobretodo después de pasar una treintena de días durmiendo solo y hablando a través del teléfono. El contacto humano real era demasiado bueno—. Te he echado de menos —soltó, en voz baja y apretó los labios contra las mejillas de Louis. No le quería dejar marchar.
—Yo también te he echado de menos, muchísimo —se quejó inmediatamente, acariciando los rizos de Harry, tocando la corona de margaritas que llevaba, con una sonrisa tan amplía que pensaba que se le iba a romper la mandíbula—. Dios, te quiero —exhaló, agarrando por los hombros a Harry, sus torsos apretados. Los paparazzi seguían sacándoles fotos, pero a los chicos no les importaba. En ese momento, lo único en lo que podían pensar era en abrazarse.
—Louis, joder, te quiero mucho —dijo Harry con la voz ronca. La felicidad se fue expandiendo por todo su cuerpo. Había pasado demasiado tiempo desde que había oído la voz de Louis en persona u olido su aroma o besado su pelo o cogido su mano.
Se separaron después de un montón de tiempo. Harry cogió la maleta del suelo y salieron del aeropuerto juntos, con las manos entrelazadas con fuerza, susurrándose cosas al oído. Pasaron el viaje de regreso a casa en la parte trasera de un taxi, Louis sentado en el regazo de Harry, besándole suavemente y con amor, sus manos suaves contra la piel del otro.
Durmieron durante tres horas seguidas cuando llegaron a casa, sin importarles estar en mitad de la tarde, ya que los dos necesitaban dormir. Louis casi no podía conciliar el sueño cuando los brazos de Harry no estaban envueltos con seguridad a su alrededor, y Harry no podía cerrar los ojos si no sentía el pequeño cuerpo de Louis, caliente y apretado, contra su pecho y sus piernas enredadas con las suyas.
Louis estaría en casa durante tres semanas completas y Harry quería sacar el máximo partido de ellas. Odiaba estar lejos de Louis, y se aseguraba de apreciar cada segundo que pasaba con él.
Le llevó el desayuno a la cama a la mañana siguiente, después de que durmieran la mitad de la tarde y toda la noche, abrazados en su cama, respirando en sincronía, y con las manos y las piernas entrelazadas, sintiéndose tranquilos, contentos y totalmente felices.
—Harry, cariño —susurró Louis en el oído de Harry, intentando despertarle, sus pequeñas manos deslizándose por debajo de la camiseta de Harry y acariciando su estómago con delicadeza, sonriendo al sentir como sus dedos rozaban el lugar donde sabía que se encontraba la mariposa tatuada. Ya había estado en casa una semana, y tenía que marcharse en dos, y pensar en ello le ponía enfermo—. Cariño —murmuró, inclinándose y dándole unos cuantos besos por el cuello, sus labios aún calientes por el té que se había hecho hace unos pocos minutos.
Harry no se movió, sus rizos eran un lío en su cabeza, las sábanas blancas le hacían parecer un ángel. Louis se mordisqueó el labio antes de deslizarse bajo las sábanas, sobre Harry, utilizando el pecho del joven como si fuera una almohada, sintiendo los latidos de su corazón, su propio corazón ya latía desbocado por el nerviosismo.
—Harry. —Lo intentó de nuevo, con voz tranquila, presionando besos sobre su corazón, por encima de la camiseta.
Los párpados de Harry se abrieron y una sonrisa soñolienta cruzó sus labios cuando vio a su novio tendido encima de él, que parecía aún más pequeño con su camiseta de Pink Floyd puesta.
—Hola, amor —dijo con la voz ronca, frotándose los ojos y estirándose antes de envolver los brazos alrededor de la cintura de Louis, abrazándolo suavemente.
Louis le sonrió y se acercó para apartarle los rizos de la cara.
—Buenos días, Hazz —murmuró, enderezándose sobre el cuerpo de Harry, sus manos acariciando delicadamente el torso del joven—. ¿Té? —le ofreció, señalando con la cabeza la humeante taza de té que descansaba sobre la mesita de noche.
Harry asintió y extendió la mano para coger la taza, llevándosela a los labios y dando un largo trago.
—¿Ya estás del todo despierto? —susurró, jugueteando con los mechones de pelo de Harry e inclinándose para besar sus labios.
Harry envolvió las manos alrededor de la cintura de Louis y dejó escapar un suave suspiro, asintiendo.
—Eso creo ¿por qué? —murmuró, besando a Louis tiernamente. El peso de su novio sobre su cuerpo le hacía sentirse en casa.
—Tengo que preguntarte algo —murmuró Louis, mordiéndose el labio y rascándose el cuello con torpeza—. Hazz, ya sabes lo culpable que me sentí cuando no pude volver a casa para nuestro tercer aniversario, hace dos semanas —empezó a decir lentamente, sus ojos fijos en los de Harry, el corazón palpitándole con rapidez.
Harry tragó saliva y se sentó, haciendo que Louis se quedara sentado sobre sus muslos, y le acarició la cara.
—Ya hemos hablado de eso, Lou. No pasa nada. Sé que querías... —empezó a decir, pero Louis le interrumpió.
—No, no. Lo sé —susurró, sonriendo nervioso y sacudiendo la cabeza—. Yo... solo... había una cosa que quería hacer esa noche, pero no tuve la oportunidad —soltó, jugueteando con los dedos de Harry.
Sus ojos se encontraron. El pulso de Harry se aceleró y frunció el ceño, inclinándose hacia Louis y presionando sus frentes, anticipándose a lo que venía.
—¿A sí? —preguntó, deslizando una mano por el pelo suave de Louis y masajeándolo lentamente.
Louis asintió y abrió el primer cajón de la mesita, cogiendo una pequeña cajita cuadrada y apretándola en su mano.
—Harry, tú... tú sabes que te quiero, ¿verdad? Te quiero más que a nadie —murmuró, su corazón derritiéndose cuando vio que Harry se sonrojaba y los ojos se le abrían de par en par por la visión de la cajita.
—Sabes que yo también te quiero —dijo con voz áspera, y fue la vez que más rápido le había oído hablar.
Louis sonrió.
—Perfecto entonces. También sabes que quiero pasar el resto de la vida contigo, ¿no? —dijo en voz baja, alzando la mano libre y acariciándole los rizos a Harry. Podía oír el sonido del corazón palpitando fuera de control, y ni siquiera sabía si era el suyo o el de Harry—. Que quiero que tengamos hijos y estar contigo para siempre, sabes todo eso, ¿verdad?
Harry asintió con entusiasmo, todo su cuerpo temblaba, incapaz de apartar la mirada de los ojos de Louis.
—Sí, sí, lo sé —susurró con la respiración entrecortada—. Yo también lo quiero, lo sabes —dijo, cogiendo la mano de Louis y entrelazando los dedos con fuerza, respirando con dificultad.
Louis se mordió el labio y sonrió con timidez.
—Harry, sé... que no estoy casi nunca en casa, pero... te prometo que voy a intentar verte más, cariño, te lo juro. Haré lo que haga falta —murmuró, con los ojos muy abiertos, mirando a Harry con esperanza—. Es solo que... te quiero muchísimo, Harry, casi no me lo puedo creer. Sé que nunca voy a dejar de quererte, que nunca voy a enamorarme de nadie más, y... quiero hacerte mío —susurró, mirando hacia abajo, con las manos temblorosas, abriendo la pequeña cajita, revelando un anillo de oro blanco con una línea de pequeños diamantes en el centro—. Harry, ¿quieres casarte conmigo?
Harry se colocó la mano sobre la boca y asintió con la cabeza rápidamente, con los ojos llenos de lágrimas. Sentía que el corazón le iba a estallar y le dolía la cara de tanto sonreír. Y Louis también sonrió, cogiendo la mano izquierda de Harry y deslizando el anillo por su dedo.
—Oh, Louis —sollozó Harry, mirando el anillo y temblando a causa del llanto.
Dejó escapar otro sollozo y envolvió a Louis con fuerza en sus brazos, cayendo encima de él, sobre las sábanas. Apretando sus cuerpos y entrelazando sus piernas.
—Te quiero, te quiero, te quiero —murmuró Harry, presionando besos sobre los labios de Louis entre cada palabra.
—Te quiero mucho —murmuró Louis, sosteniendo a Harry, lleno de felicidad, porque Harry había dicho que sí, ¡por el amor de Dios! Le había dicho que sí, y se iban a casar, y adoptarían niños, sus hijos, y vivirían felices juntos, con su pequeña familia, y se tendrían el uno al otro, no importaría nada más—. Estoy muy contento, joder —sollozó, besando los labios enrojecidos de Harry antes de derrumbarse contra él, escondido en su cuello, llorando, con el cuerpo temblándole debido a que la felicidad que sentía era casi insoportable.
—Esta es la mejor forma de despertarse que ha existido nunca —dijo Harry, las lágrimas resbalándole por las mejillas, con una sonrisa en los labios, apretando al amor de su vida entre sus brazos, sosteniéndole firmemente.
El anillo pesaba en el dedo de Harry, y en ese momento lo supo. Se dio cuenta de que en el futuro, siempre que Louis no estuviera en casa, solo tendría que mirar su dedo y recordar lo maravilloso que era Louis, y cuánto le quería. Y supo que ese anillo le ayudaría a atravesar los días difíciles en los que no podían estar juntos, porque sería un recordatorio de que estuviera donde estuviese Louis, siempre volvería a su lado, a casa..FIN.
ESTÁS LEYENDO
Manos Mágicas (Larry Stylinson)
FanfictionLouis Tomlinson es un jugador de fútbol profesional que está demasiado estresado por su duro trabajo en el equipo. Cuando vuelva a casa va a necesitar algo para relajarse, así que su madre le llevará a la consulta de un joven masajista al que le gus...