Dos.

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Jorge tomó el tren al día siguiente. Al llegar a la estación tendría el tiempo al cuello, debía tomar el tren que lo llevaría hasta Rockefeler a las 15.30 horas, ni un minuto más ni uno menos. Una vez dentro del vagón serían seis horas de viaje hasta la estación del pueblo y, luego otra hora más de viaje en trasporte público hasta la vieja casa de sus padres y vecindario.

No tuvo problemas para tomar el tren, sin embargo una vez dentro se llevó una sorpresa de muy mal gusto. Un hombre de unos treinta años llevaba de la mano a su pequeña hija cerca del asiento de Jorge. El joven vio que la pequeña niña lo observaba con curiosidad, este guardó el libro que leía para matar el tiempo dentro de su bolsillo y la saludo a lo lejos. El padre de la pequeña la tomó en sus brazos tratando de protegerla de algún tipo de mal y procedió a preguntar:

-¿Es usted un cura católico?

Jorge sonrió a pesar de la manera tosca con la cual el padre había conformado la pregunta y respondió:

-Aun no.

-Aun no... ¿eh? Entonces aun tiene tiempo de arrepentirse, joven. Usted se ve muy decente como para participar en aquellos actos impuros y asquerosos que hacen la gente como usted.

-Disculpe... pero creo que no comprendo -le dio a conocer Jorge.

-Ya sabe, no se haga el tonto. Me refiero a las cosas que hacen los curas católicos a los niños y jóvenes. ¡Se aprovechan de la Fe para abusar de nuestros hijos!

-Ah... es por eso que ha alejado a su hija de mí, ¿no es cierto?

-Lamentablemente si, como su padre no puedo permitirme que le valla a ocurrir algo malo al estar cerca de un cura católico. Yo en usted no puedo evitar ver un depravado sexual -dijo el padre sin algún temor y con total firmeza.

-Ya veo...

-No se valla usted a sentirse mal, además son ustedes los que se han creado esa fama, yo no soy el único que lo piensa así, muchos más padres creen que ustedes son...

-¿Ve usted un depravado sexual en el maestro de escuela de su hija? -interrumpió el joven.

-La verdad...

-¿Ha llevado alguna vez a su hija al médico? -preguntó nuevamente Jorge- estoy seguro de que alguna vez ha tenido que examinarla a fondo, ¿no es así?

-Claro que si... pero nunca...

-¿No ve un depravado sexual en él?

-No es que... bueno nunca he sabido de un caso así entonces...

-¿Entonces significa que no los hay? y... ¿qué pasaría si su hija no quisiera contárselo por miedo?

-...

-Dígame, ¿tiene usted hermanos?

-Pues... si, tengo uno menor -contestó curioso el hombre.

-¿Sabía usted que el 20% de los violadores de menores están dentro de la familia y suelen ser tíos, primos e incluso hermanos de los progenitores?

-¡¿No creerá que mi hermano es como los curas?!

-Eso dicen las encuestas... por último -dijo Jorge haciendo una pausa-, ¿ve en usted un abusador sexual?

-¡Estás loco! -gritó el padre de la muchacha fuera de sí mismo.

-Lo siento, pero el 25% de los padres abusa de sus hijos entre los 4 y 8 años de edad... miré -dijo Jorge más tranquilo-, los sacerdotes que abusan de los niños ocupan el 20% en comparación a todos los demás violadores.

-Pero ustedes nos hacen confiar y luego nos defraudan.

-¿Es correcto que yo lo acuse de violador sin antes ni siquiera llevarlo a un juicio? digame... ¿cuál es su nombre?

-Ricardo.

-Mire Ricardo, los pastores que abusan de sus ovejas no saben cuál es el peso de la sotana que ocupan. Yo quiero cambiar eso, aquellos sacerdotes que pecan terriblemente contra sus hermanos no merecen llamarse sacerdotes, y te prometo que llegaré alto para cambiar la Iglesia, ¿Ok?

-Me alegra escuchar que aun hay sacerdotes que saben cual es el peso de su nombre. 

Se pasaron horas conversando sobre política, religión y futboll. Las horas pasaron muy rápido y al llegar a la última estación se despidieron con un chiste:

-Dime Jorge, ¿sabes que se debe hacer si no se encuentra a un plomero?

-No tengo idea -contestó el muchacho despidiéndose de Clara, la hija de Ricardo.

-¡Llamar a un exorcista!

Ambos rieron, pero el chico no entendió lo más mínimo sobre aquella broma.

El resto del camino lo pasó pensando en que le diría a su padre, cómo lo saludaría y en especial que le diría a su pequeña hermana de doce años a la cual sólo había visto una vez cuando tenía 3 años.

Caminó hacía su tan anhelado destino y vio la casa, esa casa de roca y madera en la cual había pasado toda su infancia. Tocó la puerta con delicadeza y escuchó una voz débil, tan débil como una flor indefensa que acompañaba a una más fuerte y conocida, la de su madre.

Detrás de esa gran y pesada puerta se encontraba una pequeña vestida de campesina con unos ojos azules hermosos y pelo sedoso y rubio al igual que su abuela.

-¿Quién es? -preguntó una voz proveniente de la cocina a aquella niña.

-No lo se, madre -dijo la niña mirando con curiosidad a aquel chico alto y vestido de negro.

La mujer que vestía un delantal de cocina se acercó a la puerta para identificar a aquel sospechoso individuo que estaba en su hogar. Demoró algunos segundos en identificarlo, pero al cabo de algunos instantes supo de quién se trataba.

-¡Hijo mio!

-Madre... -dijo Jorge con un hilo de voz.

La madre se lanzó en los brazos de su hijo y llorando de emoción lo invitó a pasar. Mientras la niña colocaba la mesa, la medre servía la cena.

-¿Dónde están las cucharas, mamá? -preguntó la pequeña.

-En el segundo cajón de la estantería -contestó Jorge.

La pequeña sonrió al ver que el chico no mentía.

La madre sirvió los platos en la mesa y cada uno se sentó en sus respectivos lugares y dieron las gracias, al igual que cuando Jorge era niño, tuvo que encabezar la oratoria.

La velada se llenó de preguntas por parte de la madre sobre qué ha pasado durante todo el tiempo que Jorge ha estado fuera de casa, de respuestas de Jorge y de historia de su madre sobre Jorge las cuales Michelle escuchaba con atención.

-Dime madre... acaso, ¿no es hora de que padre llegué a casa?

La pequeña se fue rápidamente a su habitación y se despidió con un fuerte portaso.

-¿Dije algo malo?

la madre con los ojos llenos  de tristeza y con la cara firme dijo:

-Hijo... tu padre lleva muerto un mes.


La última confesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora