La primavera de 2022 llegó lentamente, como un susurro suave que empujaba el invierno fuera del paisaje. Las flores comenzaban a florecer, los árboles recuperaban su verdor, y la luz del sol traía consigo un calor que hacía tiempo no sentía. Este renacer de la naturaleza me recordó lo que Leo siempre decía: "La primavera es la prueba de que la vida siempre encuentra la manera de seguir adelante, sin importar lo difícil que haya sido el invierno".
Habían pasado algunos meses desde el primer aniversario de su partida, y aunque el dolor seguía siendo una parte de mí, algo en mi interior había comenzado a cambiar. Las semanas de terapia, las conversaciones con mis amigos, y los pequeños gestos cotidianos de cuidado personal empezaban a hacer efecto, aunque de forma casi imperceptible al principio.
Recuerdo la primera vez que volví a ver a mis amigos después de tanto tiempo. Fue incómodo al principio, pero lentamente me di cuenta de que necesitaba esa conexión. Ellos me apoyaron cuando más lo necesitaba, escuchando pacientemente mis palabras, mis lágrimas, y mis silencios. Me animaron a salir, a no encerrarme en mi dolor. No fue fácil, pero empecé a hacerlo, un pequeño paso a la vez.
Mi terapeuta, una mujer amable de voz suave, me enseñó a ser más compasivo conmigo mismo. Me ayudó a entender que no había un plazo fijo para superar el duelo, y que no había nada de malo en seguir amando a Leo, incluso después de su partida. Juntos, trabajamos en encontrar maneras de honrar su memoria sin dejar que me consumiera. Fue un proceso lento y arduo, pero con el tiempo, comencé a notar pequeños cambios en mí.
Una mañana, mientras estaba en el parque, vi a un grupo de niños jugando y riendo. Por primera vez en mucho tiempo, sonreí al verlos. Me di cuenta de que mi corazón se sentía un poco más ligero, como si algo se hubiera liberado en mi interior. Esa noche, cuando volví a casa, llamé a uno de mis amigos y le dije que me sentía mejor. "Es un pequeño paso, pero es un paso adelante", me respondió con una sonrisa en la voz.
La primavera avanzaba, y aunque mi vida aún estaba lejos de ser como era antes, comencé a disfrutar de las pequeñas cosas nuevamente: el aroma del café por la mañana, los paseos al atardecer, y las conversaciones sin prisa con los amigos. Cada día me acercaba un poco más a la aceptación, entendiendo que aunque Leo ya no estaba físicamente conmigo, su amor y sus recuerdos seguían siendo parte de mi vida.
Seguía visitando su tumba cada semana, llevando flores frescas, casi siempre lirios blancos. Me arrodillaba frente a la lápida, sintiendo la brisa primaveral acariciar mi rostro, y hablaba con él como solía hacerlo en vida.
—Hola, Leo —decía suavemente, acomodando las flores sobre la fría piedra—. Hoy fue un buen día. Fui al parque, me encontré con los chicos, y por fin sentí que podía respirar un poco más libremente. Estoy intentando, ¿sabes? Estoy tratando de seguir adelante, pero no es fácil. Te echo de menos cada día, pero también sé que tú querrías que viviera, que encontrara la manera de ser feliz otra vez.
A veces le contaba sobre las cosas simples, como el nuevo libro que había empezado a leer, o la nueva cafetería que había descubierto cerca del departamento. En otras ocasiones, compartía con él los momentos difíciles, las noches en las que el vacío volvía a aparecer y me costaba conciliar el sueño.
Había algo terapéutico en esos momentos en el cementerio. No me sentía solo cuando estaba allí, como si el mero hecho de hablarle, de mantener ese vínculo, me ayudara a procesar su ausencia y encontrar un nuevo sentido a mi vida. Sabía que Leo siempre estaría conmigo, de alguna manera, y eso me daba fuerzas para seguir adelante.
Con cada visita, notaba cómo las flores alrededor de su tumba crecían más vivas y fuertes, como si la primavera misma se encargara de mantener su memoria. Me di cuenta de que yo también estaba floreciendo, poco a poco, como esas flores. No era el mismo de antes, pero estaba en el proceso de redescubrirme, de encontrar una nueva forma de vivir con su recuerdo.
ESTÁS LEYENDO
Del otro lado del espejo
Short StoryEn las estaciones de mi duelo En la primavera de amor, floreció nuestro ser, bajo el sol de promesas, juntos solíamos renacer. Pero en el verano del llanto, la ira nos abrazó, y en la caída de hojas, la tristeza nos envolvió. Otoño trajo el an...