La Primera Primavera.

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Fue en una primavera cuando te conocí para ser más exactos la del dos mil quince, la brisa era suave como la de esta nueva temporada y que junto a ella se esparcía el aroma de millones de pétalos por los aires. Lucias completamente desorientado, es más me atrevería decirte que eras como un pequeño conejo que había sido arrojado a los lobos, pero había valor en tus ojos así que solo te sonreí, dando a entender mi apoyo hacia ti. El resto de semanas fueron bastantes relajantes, te veía sentado solo contra uno de los árboles grandes que había en nuestra universidad, te visualice una semana entera y pude notar como intentabas escapar de la multitud de estudiantes que se dirigían a la salida, los momentos del almuerzo veía como comías con delicadeza la comida que siempre traías, en los recesos te visualizaba leyendo algún libro en aquel lugar del que te habías adueñado tú.

En el segundo mes me di cuenta que me había fascinado con querer saber más sobre ti así que decidí dar un paso al frente. Fue durante uno de los tantos recesos en un día martes donde el sol y la brisa eran suaves que mecían tu suave cabello rubio, fui directo hacia ti con la excusa de saber dónde poder encontrar ese mismo libro que leías muy a gusto. Me miraste con esos azules ojos que parecía que lograría ver el mar en ellos, sonreíste y me respondiste que el libro era una edición limitada que lograste conseguir en un concurso, pero que me lo prestarías cuando terminaras. Me resultó gracioso porque te veías tan lindo sonrojado e intentando ocultarlo con el libro. Nos fuimos conociendo día tras día, semana tras semana, mes tras mes, hasta que en una mañana bajo ese mismo árbol me pediste que fuera tu amigo.

Cuando menos me di cuenta ya nos encontrábamos en nuestro segundo año de nuestras carreras, compartimos almuerzos, descansos, tiempos de estudios, salidas a parques, restaurantes y a fiestas. La primera fiesta a la que asistimos fue la misma donde nos encerraron en el armario por perder un verdad o reto, la segunda fue cuando tú bebiste de más y terminamos compartiendo habitaciones porque dijiste que no querías dormir solo, la tercera fiesta fue también la última, todo porque volviste a ponerte borracho y por defenderte de unos idiotas me llevaron a la estación de policías. Así que de ahí en más nada de fiestas para ninguno de los dos, reemplazamos las salidas nocturnas por quedadas en tu casa o en la mía a ver películas tristes, románticas, de comedias, de ciencia ficción, de acción y tus preferidas las infantiles, esas que según tu alegraban el alma a tal grado de hacer recordar viejos momentos.

Nuestras vidas eran simples a lo largo de los días y meses, como esos pétalos que vagaban por los horizontes en busca de nuevos descubrimientos, así éramos nosotros. Todos los días descubriendo un nuevo universo al cual explorar y brindar un nuevo conocimiento. Pero igual que esos mismos pétalos debíamos marcharnos y dejar de seguir avanzando por este mundo, para seguir a la nueva etapa que llegaba en su debido tiempo.

Fue una madrugada del veintiocho de septiembre del dos mil dieciocho que luego de una noche miramos el cielo con el color azul casi negro, me confesaste que tenías sentimientos por mí y me pediste que por favor no los rechazaras, que necesitabas oír aunque sea una mentira, pero en mi nebulosa de sentimientos encontrados, decidí decir la verdad y confesarme por igual. Recuerdo tus lágrimas de felicidad y como se te colorearon las mejillas esa noche llena de oscuridad mostrando esa luz que guardabas en ti. También recuerdo esa leve presión de tus rosados y esponjosos labios, donde después volvieron a colorearse con más intensidad esas mejillas que apretujabas levemente para demostrar que eras hermoso así.

Durante aproximadamente unas tres horas nos acostamos en el césped contemplando la madrugada hablando de amor por primera vez, reímos al compás del uno y el otro, nos besamos lento y abrazados recibimos el amanecer de nuestra nueva unión. Eran las escenas típicas dentro de una novela romántica que te gustaba ver y a las cuales me arrastraste a ver en los viernes de películas.

Del otro lado del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora