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—¿Estás segura que estás bien, Ángel?

Suspiro mientras subo la gran escalera.

—Sí. Un día difícil. No quise preocuparte.

Le llamé tan pronto como colgué a Jihyo, llorando, con el corazón roto, pero cuando respondió, me quedé paralizada, sin saber qué decir.

No quiero que mi padre se decepcione conmigo, y por mucho que desprecie a Jihyo, no quiero que se meta en problemas por manipular a su hermana pequeña para que tenga relaciones sexuales con ella.

Lloriqueo y él resopla.

—Me estás mintiendo, pero hablaremos cuando llegue a casa.

—Está bien —susurro—. Te amo, papá.

—Yo también te amo, ángel. Ve a descansar un poco. Llevaré a casa algo de comida para llevar para ti y tu hermana.

Me quedo boquiabierta y pongo una sonrisa falsa en mi rostro.

—Gracias.

Cuelga y cierro los ojos, me paro en la puerta y presiono la frente contra la madera. Me duele el corazón, ¿Eso es una cosa? Siento que me ha engañado un novio de mucho tiempo, o que alguien me ha dado un golpe en el estómago y me ha arrancado el corazón.

Cuando entro en mi habitación, Jihyo está sentada en mi cama de espaldas a mí, con la capucha levantada, encendiendo el encendedor, de modo que mi habitación oscura, porque ha corrido las cortinas, brilla.

Me quedo paralizada en el umbral de la puerta, de pie.

—¡Fuera! —grito—. ¡No quiero ni mirarte!.

Se gira para mirarme, pero yo desvío la mirada, negándome a mirarlo a los ojos.

—Vete, Jihyo. —Un resoplido, y me encorvo contra la puerta, exhausta de tanto llorar—. Lo que estábamos haciendo se acabó. Quiero que salgas de mi habitación y que no vuelvas a acercarte a mí.

Está haciendo señas, pero no la estoy mirando.

Sus botas de moto se acercan rápidamente hacia mí, un agarre en mi barbilla me obliga a mirarla, pero mantengo la vista hacia un lado. No quiero verle la cara ni saber qué excusa de mierda va a dar. Quiero que se vaya de mi vida, o al menos de mi puta habitación.

—¿Puedes irte, por favor? —pregunto, con la voz quebrada, partiéndose en dos como mi corazón—. Me lastimaste y no puedo mirarte.

Toma mi cara entre sus manos, presionando su frente contra la mía, respirando con dificultad, pero me aparto cuando intenta besarme, mi mano se mueve antes que pueda pensar y le doy una bofetada en la cara.

—¡Vete a la mierda!

Intenta comunicarse de nuevo con las manos, pero la detengo, agarrándole los dedos para detener lo que sea que vaya a decir. Es la peor y más denigrante manera de tratarlo, de silenciar su única forma de hablar, pero no me importa. Me hizo daño y no quiero escuchar su versión.

Le doy un empujón en el pecho y me dirijo a mi tocador, agarro el frasco de perfume más grande que hay y se lo lanzo, golpeándole el hombro.

—¡Vete!

Sacude la cabeza y viene por mí, afirmando:

—Déjame explicarte.

—Vete a la mierda. —Le doy una bofetada en la cara cuando se acerca lo suficiente, con la mejilla roja—. Te odio, ¿lo entiendes, maldito bicho raro? Te odio por engañarme. Por manipularme para que hiciera cosas contigo.

Little Stranger | Sahyo G!P Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora