Cuando el Fuego Habla

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Llegué a la ciudad más cercana al amanecer, sin detenerme hasta salir del bosque y asegurarme de que estaba a salvo. Mi mente aún lucha por procesar lo que ha sucedido; hace tiempo que dejé de temblar.

Es cierto: todo lo que mi madre me advirtió de pequeña era verdad. La magia se castiga con muerte; persiguen y asesinan a quienes son como yo.

Un escalofrío de emoción recorrió mi cuerpo. No soy la única; hay más personas como yo ahí fuera, más como yo... como yo.

Desde entonces, el diario ha permanecido inquietantemente silencioso. Todavía no comprendo de dónde proviene su magia ni qué hacía en el baúl. Es frustrante.

Recuerdo que desde pequeña, mi madre me narraba historias sobre brujas, hechiceras y videntes, seres dotadas de poderes extraordinarios. Me contaba que estas habitan en todos los rincones del mundo, permanecen ocultas para sobrevivir. Nunc creí que fueran reales pero ahora, me encuentro en la necesidad de encontrar a alguien que me ayude a desvelar qué tipo de libro tengo en mis manos.

Voy caminando por las calles de la ciudad, repletas de gente. La música resuena por doquier y las mesas están abarrotadas de objetos y diferentes comidas. Recibo miradas curiosas y empujones; me coloco la capucha y continúo mi camino. No he visto tanta gente en un mismo lugar desde hace años.

De repente, una niña pequeña choca conmigo y cae al suelo. —¿Estás bien?— le pregunto mientras la ayudo a levantarse. —Te has dado un buen golpe.

—Me he raspado un poquito, pero no pasa nada— me responde, sonriéndome con dulzura. —Qué guapa eres.

Me agacho a su altura y le devuelvo la sonrisa. —Gracias— digo, justo cuando escuchamos un barullo detrás de nosotras. El libro volvió a vibrar.

—¡Hey, tú, niña! ¡Devuélveme lo que me has robado!— grita un hombre que se acerca cada vez más, pareciendo a punto de estallar.

-Ayudame, me ha encontrado- suplicó la niña.

—Ven, sígueme— le digo rápidamente.

Tomé a la niña de la mano y corrimos hacia los callejones, dando varias vueltas hasta llegar a un callejón sin salida.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué le has robado?— pregunto, sin aliento.

La niña me mira por debajo de sus pestañas con timidez y extiende su mano, revelando un objeto circular.

Un pequeño medallón brillaba tenuemente entre sus dedos, con un diseño intrincado que parecía captar la luz de una manera mágica. -Lo encontré en el mercado -susurró, como si el simple hecho de mencionarlo pudiera atraer la ira del hombre que nos perseguía.

-¿Sabes lo que es? -le pregunté, sintiendo que el temor del momento se desvanecía un poco ante la curiosidad.

Ella negó con la cabeza, pero su expresión mostraba que también estaba intrigada. -Solo pensé que era bonito. Pero ahora ese hombre quiere hacerme daño.

En ese instante, el ruido de pasos se acercaba rápidamente hacia nosotros. Sin pensarlo, tomé el medallón de sus manos y lo tiré hacia la esquina del callejón. -Debemos encontrar una salida de aquí -dije, mirando a nuestro alrededor en busca de una posible escapatoria.

La niña asintió, y juntas comenzamos a buscar alguna rendija o puerta que nos permitiera escapar. Mientras tanto, el hombre seguía gritando desde la entrada del callejón, su voz resonando con furia. La adrenalina corría por mis venas; nunca antes había sentido tal urgencia.

-¿Tienes algún lugar al que puedas ir? -le pregunté a la niña mientras buscábamos frenéticamente.

-¡Sí! Mi abuela Elowen vive cerca de aquí... ¡Ella siempre sabe qué hacer! -respondió con esperanza en sus ojos.

Sin dudarlo, decidí confiar en su instinto y comenzamos a correr nuevamente. La ciudad estaba llena de vida y sonidos, pero en ese momento solo podía concentrarme en un objetivo: mantener a la niña a salvo.

-¿Por dónde queda la casa de tu abuela? -pregunté, intentando mantener la calma, aunque mi corazón latía con fuerza.

-¡A dos calles de aquí! -respondió la niña, señalando hacia una calle que se adentraba en un barrio más tranquilo. La esperanza brillaba en sus ojos, pero también había un atisbo de miedo que no podía ignorar.

A medida que girábamos la esquina, el sonido de los pasos del hombre se hacía más cercano. Podía sentir su presencia acechante, como una sombra detrás de nosotros.

El libro en mi mochila no había parado de vibrar con cada paso que dábamos, como si me incitara a ir más rápido.

Finalmente, llegamos a una pequeña casa adornada con flores en las ventanas y una puerta de madera desgastada. La niña golpeó con desesperación.

—¡Abuela! ¡Ábreme! —gritó.

—¿Analys? —La puerta se abrió lentamente, revelando a una anciana cuyos ojos reflejaban sabiduría y preocupación. Al verme, su expresión se transformó rápidamente en desconfianza.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, dejándonos entrar apresuradamente.

Una vez dentro, cerramos la puerta tras nosotros y respiramos hondo. La abuela miró a la niña y luego dirigió su atención hacia mí.

—¿Quién eres? —inquirió con voz firme.

—Soy Ravenna. Solo intentaba ayudar a su nieta —respondí, esforzándome por transmitir calma en mi tono. La tensión en el aire era palpable; sabía que cada palabra contaba en ese momento.

La abuela frunció el ceño, evaluando cada detalle de mi rostro con mirada penetrante.

—Un hombre nos seguía —continué—. Tuvimos que escondernos, y Analys me dijo que viniéramos aquí.

—¿Es eso cierto, Analys? —preguntó su abuela, la preocupación evidente en su voz—. ¿En qué problemas te has metido ahora?

—Sí, abuela. Ella me ayudó; ese hombre quería hacerme daño.

La anciana asintió lentamente, su preocupación se mezclaba con una chispa de comprensión en sus ojos.

—Entiendo. Muchas gracias por ayudar a mi nieta —dijo, suavizando su tono sin perder firmeza—. ¿Hay algo que pueda hacer para agradecértelo?

—No es necesario, señora —respondí, aliviando un poco la tensión en el ambiente—. Solo quería asegurarme de que Analys estuviera a salvo. Pero, ¿podría recomendarme algún hostal cercano donde pueda pasar la noche?

La abuela se cruzó de brazos, sumida en sus pensamientos.

—No eres de aquí, ¿verdad? —replicó con un tono inquisitivo—. ¿Acaso eres siquiera adulta? No puedo permitir que andes sola por estas calles.

Analys se acercó a su abuela con una mirada suplicante.

—¿Puede quedarse esta noche aquí, abuela? —preguntó con voz temblorosa.

La anciana miró a su nieta con ternura antes de responder.

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¡Hola a todos! Soy la autora de este libro, no me había dirigido a ustedes en lo poco que llevo de libro, pero ya era hora así que espero que les guste este capítulo, es un poquito más largo que los anterior, que lo disfruten. ¡Gracias por su apoyo!

Diablo Número SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora