Cerré el libro de golpe, y la habitación se sumió nuevamente en la oscuridad. Esta no era la casa que imaginaba para una bruja; siempre había creído que habitaban en lo profundo de los bosques, en moradas tenebrosas y misteriosas. Sin embargo, me encontraba en un pueblo bullicioso, y en una casa extremadamente llamativa.
Me levanté de la cama y me dirigí en busca de Elowen, pero tropecé con un tablón suelto y caí de bruces al suelo. Con dolor, me sobé la rodilla mientras intentaba volver a colocar el tablón, que ahora estaba completamente fuera. Fue entonces cuando noté algo inusual en el hueco debajo del suelo.
Había una bolsa azul aterciopelada. Me agaché un poco más hasta alcanzarla y sacarla del agujero; su peso me sorprendió. Con un impulso nervioso, desabroché el cordón que la cerraba y, al abrirla, un aire frío me heló la sangre.
—Oh, Dios mío —susurré, con el poco aliento que me quedaba.
Dentro de la bolsa había un tarro de cristal que contenía varios dedos humanos, desmembrados y arrugados, como si hubieran estado ahí durante años. Cada dedo estaba adornado con anillos antiguos, y junto a ellos yacían unos medallones de oro, iguales al que me había enseñado la niña que ayudé a escapar de aquel hombre. Mi mente solo pudo pensar una cosa. Era una trampa.
—Tengo que salir de aquí —dije, mientras me levantaba del suelo.
De repente, la puerta fue azotada, revelando a Elowen al otro lado. El libro sobre la cama volvió a vibrar con frenesís.
—Vaya, no debiste haber visto eso —dijo la bruja mientras cerraba la puerta tras de sí—. A los niños malos hay que cortarles los dedos —gritó mientras se abalanzaba sobre mí.
Con el corazón latiendo desbocado, me lancé hacia la puerta, pero la bruja se interpuso en mi camino, sus ojos centelleando con una malicia oculta. La bruja sonrió, elevó sus manos revelando garras afiladas. Sin pensarlo, me lancé hacia adelante, esquivando el brazo huesudo que intentaba agarrarme.
Salí corriendo hacía la puerta, mis pies resbalaban en el suelo de madera.
-Te voy a enseñar a no hurgar en las pertenencias de una bruja-. La bruja lanzó un hechizo que resonaba en el aire como un eco sombrío, pero me cubrí justo a tiempo. Con furia, contraataqué, golpeandola en el costado. Ella soltó un grito desgarrador que reverberó en las paredes y retrocedió momentáneamente.
Con una agilidad sorprendente, la bruja recuperó el control y lanzó una ráfaga de energía oscura hacia mí. Me lancé al suelo para esquivarla, tropecé con una silla y caí, sintiendo un dolor punzante en el brazo al impactar contra el suelo. Rodé hacia la puerta abierta. Sin embargo, antes de que pudiera escapar, la bruja extendió sus garras y me atrapó por el tobillo. En un último esfuerzo por liberarme, golpeé mi pie libre contra la cara de la bruja con todas mis fuerzas hasta que se aflojó su agarre.
Sin embargo, la bruja logró posicionarse encima mío, mientras que me clavaba una de sus garras, cortándome desde la garganta hasta el pecho. Un dolor agudo me atravesó y grité con todas mis fuerzas. Fue solo cuando el diario mágico salió disparado y golpeó con fuerza la cabeza de la bruja que finalmente me soltó, dándome una oportunidad de escapar.
Recogí el diario del suelo y bajé las escaleras hasta la puerta principal. La risa siniestra de la bruja resonó detrás de mi. Logré escapar de la casa, mientras el frio de la noche acariciaba mis heridas y corrí.
Corrí, corrí y seguí corriendo.
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Diablo Número Seis
FantasiEn un mundo donde las sombras susurran secretos, el Diablo Número Seis no es solo un mito; es una advertencia. Ravenna siempre había sentido que pertenecía a las sombras, como si el mundo a su alrededor estuviera diseñado para ocultar su verdadero...