Parte 3

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Día 1

Apenas llevaba quince minutos en la celda cuando el pánico se apoderó. Para combatirlo, Gellert cerró los ojos y pensó en las personas que conocía, sobre todo a Vinda, quien para Gellert la consideraba una mejor amiga.

Sus seguidores también fueron atrapados y en estos momentos, estarían dictando sus sentencias. Él sólo esperaba que el veredicto sea años de cárcel y no la pena capital.

Quería que todo fuera como antes. Él anhelaba estar sentado en su sillón tomando un buen café planeando el próximo paso a seguir y no en aquel lugar de fríos muros y sin nada que hacer. Si centraba su vista sólo podía ver un hueco en el suelo donde podía hacer sus necesidades. Un lugar en el que el miedo y la soledad le impedía el menor movimiento ya que la habitación tiene como máximo cuatro metros.

Todo estaba oscuro a pesar que había una pequeña ventana que reflejaba el cielo gris, en esos momentos Gellert tenía demasiada hambre y sed, la húmeda atmósfera estaba impregnada del hedor de su propio orín que bajaba lentamente por el hueco hasta desaparecer.

Jamás le habían gustado los sitios cerrados ni las habitaciones oscuras y su celda era lo uno y lo otro. Las paredes lucían agrietadas y desconchadas. No soportaba estar solo, sin libros, sin nada más que hacer que mirar a la impresionante puerta de hierro que se cerraba desde fuera con hechizos protectores que impedía su salida.

Resultaba difícil prescindir de los persistentes murmullos procedentes del pasillo. Y, eso le hacía anhelar aún más los ratos tranquilos que había pasado sentado en su sofá leyendo.

Aquel silencio ensordecedor fue roto cuando abrieron la puerta. Un hombre con el rostro oculto por una máscara, entró en la celda.

El protocolo exigía a los guardias resguardar sus identidades, en caso de que el prisionero escapara y volviera sobre sus pasos para buscar venganza. Porque no habría escapatoria para ellos.

El hombre, con las piernas completamente juntas y la varita entre sus manos, vestía ropa bien abrigadora completamente acorde con el clima.

-Tira toda la ropa al suelo ¡Ahora! -fueron sus primeras palabras.

-¿Delante de usted? -preguntó.

Una risa se escuchó del hombre.

-Mientras estés aquí, ya sea de día o de noche, lo harás todo delante de los ojos de alguien. Siempre alguien te estará observando. Y la mayor parte del tiempo ese alguien seré yo.

Solo una persona conocía como es su cuerpo desnudo. Era algo que deseaba conservar en secreto pero ahora tenía que hacerlo delante de un extraño. Era algo que tenía que acostumbrarse. Sin más, tiró la camisa al suelo, se desabrochó la cremallera del pantalón y lo dejó bajar por las rodillas. Se quitó las medias y los zapatos. Quedó sólo los calzoncillos de algodón, luego levantó la vista.

-Todo -dijo él, que seguía tieso, en una postura militar-.De ahora en adelante, toda la ropa que te pondrás será de la prisión

-¿Puedes voltearte? -preguntó.

Un fuerte dolor punzante atravesó ambas piernas de Grindelwald que provocó que cayera al suelo. El hombre solo necesito hacer un chasquido con la mano para generar dolor en el cuerpo del prisionero.

-Ahora me entiendes o necesitas otra explicación.

Sin más, se quitó la ropa interior, pegó una patada a los calzoncillos y lo echó encima de las otras cosas. Se quedó allí desnudo y avergonzado. Tapándose con sus dos manos.

-¿Qué hago ahora?

-Alza tus manos

Gellert obedeció

Contracorriente (Grindeldore)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora