Parte 4

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En una fría mañana en los Alpes austríacos, la temperatura es de quince grados bajo cero. El cielo está cubierto por un manto de nubes grises, creando un marcado contraste con los picos oscuros salpicados de nieve.

Albus siempre ha creído que Nurmengard refleja el alma oscura de Grindelwald, una fortaleza construida en honor a su oscuridad. Emergió rodeada de picos afilados, vacía y fría, como si el mundo quisiera protegerse de Grindelwald, pero a la vez él quisiera aislarse del mundo.

Albus Dumbledore apareció en el patio del castillo, escoltado por un pequeño grupo de Aurores.

«Aquí estamos otra vez. Tú y yo. Juntos nuevamente, Gellert...», pensó Dumbledore con rapidez.

El profesor sintió que se le encogía el estómago.

Entrar en la mente de Grindelwald es una obligación, había recibido la orden que los gobiernos le han solicitado una vez más su presencia. ¿Acaso no hay Legilimens lo suficientemente capaces? Él, entre todas las personas, no podría negarse. Estaba a las órdenes del Ministerio ante cualquier solicitud.

Le debía al ministerio.

Simplemente porque había llegado a un acuerdo con los altos mandos de los ministerios de todo el mundo para salvar la vida de Gellert, a cambio de prestar sus servicios de por vida.

¿Podría acaso negarse?

Varias visiones aterradoras atemorizan a políticos, líderes mundiales y exponentes importantes, llamándolo para determinar si Grindelwald está revelando la verdad o no. Se había prometido a sí mismo no regresar, no ir a ese lugar maldito a menos que Gellert lo pidiera. Sin embargo, allí está nuevamente, enfrentándose una vez más a Grindelwald.

Durante el último año, Dumbledore ha pensado incontables veces en visitarlo, en pasar el poco tiempo que les permitirían juntos, hablar con él, perdonarlo, asegurarle que sus sentimientos nunca cambiarán. Pero el miedo lo paraliza, teme la reacción de Grindelwald.

El corazón de Albus está pesado como una roca, su garganta apretada, su alma cargada de pesar al regresar a ese lugar donde venció al único hombre que amó en toda su vida. Fue allí donde él lo relegó para siempre.

Le había arrebatado sus sueños, lo había encerrado en una prisión, después de haberlo combatido y condenado frente a la comunidad mágica que intentaba conquistar. Aunque fue doloroso, tenía que hacerlo. Grindelwald había perdido el control, era un loco impulsado por la furia ciega.

Un año ha pasado desde que Albus no lo ve. Durante ese tiempo ha revivido cada recuerdo feliz junto a Gellert, recordando el verano de 1899. Cada memoria lo ayuda a olvidar el horrible momento en el que se enfrentaron en duelo. Y cada recuerdo lejano de aquel verano lo ayuda a distanciarse de lo que se convirtió Grindelwald.

Un año ha pasado desde que Albus Dumbledore evita cuidadosamente a cualquier persona que quiera felicitarlo por la derrota de Gellert Grindelwald, el Mago Oscuro. Para él, ese día es uno de los más horribles de su vida y desearía poder borrarlo de su memoria.

Incluso ha llegado al extremo de prohibir a sus alumnos hablar del tema, ya que simplemente no puede soportarlo más. Solo ansía olvidar y solo olvidar.

La llegada del invierno trae consigo un frío penetrante que cala hasta los huesos, a pesar del abrigo de fieltro y la bufanda que lleva puestos. Lamenta no haberse abrigado más y anhela entrar pronto al cálido interior del castillo.

La puerta de la fortaleza se abre y en ese momento aparece Theseus Scamander. Ha llegado como estaba acordado, listo para acompañar a Dumbledore. Teseo no sólo ofrece su ayuda lingüística, sino que también ha colaborado estrechamente con los Aurores austriacos y un equipo internacional especial para evitar cualquier posible fuga de Grindelwald. Conoce cada hechizo que protege Nurmengard, uno por uno.

Contracorriente (Grindeldore)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora