open me up, tell me you like it (l.s)

8

viii ; caught up in my dreams (and forgettin' I've been actin' like armageddon) 

Louis miró el reloj en la pared.

El sonido de las uñas de la recepcionista contra el teclado lo estaba volviendo loco. La última vez que había venido a la oficina, la chica detrás del escritorio en la sala de espera era otra, y no hacía ruido cuando masticaba chicle.

—En cinco minutos puede pasar, señor Thompson.

Era Tomlinson, pero Louis no la corrigió. 

La chica no levantó la vista de la pantalla del computador, Louis no respondió. Volvió a ver el reloj. Estaba esperando hace quince minutos, sentado en la sala de espera como un idiota, perdiendo tiempo valioso de su lunch break. Pero tenía que hacerlo, finalmente había llamado a Rebecca para concretar una cita después de un buen rato.

Ahora ya no podía echarse atrás. Además, la recepcionista ya le había anunciado a su psicóloga que estaba sentado en la sala de espera.

Se hizo a la idea de que iba a tener que comer el almuerzo en su oficina.

***

Louis abrió la puerta y entró, cerrándola detrás de sí mientras se sacaba el saco y lo lanzaba a la silla que descansaba en el costado de la puerta.

Sentada en su escritorio, la rubia le dio una pequeña sonrisa antes de que Louis finalmente caminara hacia ella y se dejara caer en el sillón de cuero. Dejó escapar un gemido cuando finalmente cambió la dureza de las sillas de plástico de la sala de espera por el conocido y viejo sillón.

—Me alegra verte, Louis. Tengo entendido que quieres aumentar las sesiones a tres.— La rubia todavía le sonreía, antes de que desviara la atención a la pantalla de su computadora.

Louis aprovechó el lapso de tiempo para mirar alrededor. Como sospechaba, nada había cambiado en su ausencia. Los cuadros seguían ahí, el escritorio era el mismo, Rebecca seguía impecable, como siempre.

Los ojos de Louis se desviaron al escote de la pulcra blusa azul de seda.

Era difícil no mirar a la mujer. Rebecca se manejaba con movimientos calculados y certeros, con el mentón en alto y como si siempre supiera hacia dónde iba. Bajo el sol del mediodía que se colaba por la ventana y que la bañaba por completo, brillando sobre los ojos azules y la piel bronceada, bajo el contorno definido de las clavículas, parecía sacada de una pintura.

Rebecca carraspeo, — Quiero decir, no me alegro de que estés aquí porque... bueno, imagino que eso significa que estás teniendo algunas dificultades. Pero me alegra verte. Tú sabes a lo que me refiero.

Louis asintió, cruzándose de piernas.

—¿Cómo está todo? ¿Los niños? — La rubia preguntó, todavía tecleando en la computadora. —Y lo siento por Cassie, la recepcionista. Es nueva; todavía se está acostumbrando a los clientes.

Rebecca finalmente dejó de teclear y cerró la laptop, girando en la silla para, ahora sí, darle toda su atención al hombre frente a ella. Louis la estaba esperando, mirándola fijamente desde el otro lado del escritorio.

Louis era un buen paciente. Rebecca creía que necesitaba venir mucho más seguido que las dos veces por mes, pero Louis siempre rechazaba la oferta.

Se alisó la falda negra cuando se levantó, y los tacones hicieron eco en el piso de madera mientras la mujer caminaba alrededor del escritorio, antes de sentarse frente a Louis.