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vii ; after-party

El sonido de la alarma se había colado en su sueño, y de pronto la música de la pista de baile se había transformado en el ritmo suave de la irritante alarma de Nikolai.

Louis no abrió los ojos. El recuerdo vivido de que es lo que había soñado se desvaneció rápidamente, y Louis solo podía recordar qué había soñado con Nik, había soñado que estaban en una disco en Florida y que tenían veinte años menos.

No estaba seguro si había sido un sueño o un recuerdo (o en sueño basado en un recuerdo) pero ya no importaba, en los próximos cinco minutos iba a olvidar todo lo que había soñado.

Estaba tan, pero tan cómodo bajo las sábanas. Todavía sentía la agradable sensación de cosquilleo de la relajación recorriendole el cuerpo, los músculos relajados, como si la noche anterior hubiera sido su mejor noche de sueño en años. Sin pensarlo dos veces y sin abrir los ojos, Louis se giró bajo las sábanas, estiró el brazo por encima del cuerpo tibio de su marido, y apagó la alarma.

Se quedó ahí por un segundo, antes de enredar el brazo alrededor del torso de Nik y pegarse a él, tratando de acaparar todo el calor del cuerpo ajeno que podía, enterrando el rostro en su cabello.

Que bien se estaba así. No se dió cuenta cuando volvió a caer dormido, abrazado a su marido.

Esta vez, fue la voz media adormilada de su marido hablando por teléfono que lo despertó. Louis abrió los ojos, el rubio se había despegado de él y estaba sentado en el borde de la cama, abotonandose la camisa con una mano mientras hablaba por teléfono.

—Sí. Lo siento— Nik se pasó una mano por el rostro, sacudiéndose el sueño —Ya vamos.

Louis gruñó, antes de estirarse y con pereza volver a enrollarse alrededor de su almohada. Nik se lo permitió por un segundo, antes de que la cama rechinara y Louis escuchara el sonido de las cortinas abriéndose.

—Louis.

—¿Mhm...?

—¿Apagaste la alarma?— Nik dejó escapar un quejido. —Teníamos que recoger a los niños hace una hora. Anya me acaba de llamar...

—Oh, mierda. —Louis finalmente abrió los ojos —Mierda. Perdón.

—Jodeme.

Bueno, de cualquier manera, había valido la pena esa hora extra de sueño. Escucho al rubio abrir la puerta del baño antes de que le gritara desde ahí.

—¡Louis, levantado y vestido en cinco!

***

Harry miró el plato de huevos revueltos frente a él. A su lado, la camarera — que estaba usando un perfume asquerosamente fuerte — depositaba la margarita que Emily había pedido en la mesa. Últimamente no podía soportarse ni el mismo, todo le causaba náuseas y parecía que su sentido del olfato había adquirido una sensibilidad. 

Llevaba días sin poder desayunar. Se levantaba con el estómago revuelto y con el apetito cerrado, y no se le pasaba. Harry lo había atribuido a su ansiedad, porque respondía perfectamente a su lógica: todos los síntomas coincidían.

Había aceptado la invitación de Emily y los demás chicos del trabajo a desayunar después del turno de urgencias, pero lo único que quería era llegar a su apartamento y echarse a dormir por las próximas 16 horas.

Iba a llevarse la taza de café a la boca cuando sintió que Leyla le daba un codazo suave. Cuando Harry volvió a verla, la rubia estaba mirándolo fijamente mientras fingía tomar un sorbo de café.

open me up, tell me you like it (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora