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—¿Qué hacen aquí? —El viejo Cetus estaba en un dilema monumental

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—¿Qué hacen aquí? —El viejo Cetus estaba en un dilema monumental.

Echarlos a patadas o… echarlos a patadas. No era una decisión difícil, considerando que era una de las cosas que más disfrutaba hacer.

—¡Viejo Cetus! No es lo que parece —dijo un peliazul, rascándose la cabeza en un intento desesperado por distraerlo.

Que hubieran entrado a la biblioteca, fingido leer libros infantiles que, por cierto, estaban al revés, y que se pasearan a su alrededor para parecer inocentes, no tenía nada que ver.

Nada que ver.

Sí, claro.

La biblioteca de Cetus era un lugar mágico, con estanterías que se extendían hasta el techo, repletas de libros antiguos y polvorientos. Los pasillos estaban iluminados por lámparas que proyectaban sombras danzantes en las paredes. En el centro, una gran mesa de roble estaba cubierta de pergaminos y mapas.

—Acuario, puedo ver cómo Libra está “leyendo”.

—¡Ajá! Sabía que tenías algo en contra mía. ¿Qué tiene de malo que mi amigo esté leyendo? —Acuario se acercó a Libra, pasando su brazo por encima de sus hombros, mientras el susodicho fingía leer con esmero.

El viejo Cetus suspiró con fuerza.

—El libro está al revés.

—Hay personas que leen al revés para fortalecer su mente, no hay nada malo en ello —dijo Acuario, girando lentamente el libro.

—No entrarán —sentenció Cetus, con una mirada que no admitía réplica.

—¡Pues bien! Pero que sepas que volveremos una y otra vez, hasta que seas tú quien nos deje entrar —Libra sujetó a Acuario, evitando que se lanzara sobre el anciano en un arrebato de furia.

Una vez fuera, gritaron en silencio, compartiendo una mirada cómplice. El plan había salido perfectamente.

Solo faltaba esperar que Aries saliera con la pieza faltante, si es que lograba encontrarla.

Acuario se sentía satisfecho. Había sido una buena idea llevar a Libra; fue quien ideó el plan, uno que sin duda no se le habría ocurrido a él solo.

Miró de soslayo al libriano, quien daba pequeños saltos de alegría por su victoria.

No sabía si podía confiar en él al cien por ciento, pero jamás había sido alguien que discriminara a las personas sin conocerlas antes. No después del pasado que cargaba.

—Eres diferente de lo que pensé —dijo, su voz mezclaba sorpresa y curiosidad. Libra le devolvió la mirada, una mirada gentil que parecía desarmar cualquier barrera.

—¿Diferente en qué sentido? —preguntó Libra, con una sonrisa que apenas ocultaba su interés.

—Tu rostro es serio, como si nada te emocionara, como si siempre estuvieras a la defensiva —rió, recordando que la primera vez que lo vio, sintió escalofríos—. Pero eres como un niño, me gusta.

𝔈𝔩 𝔅𝔬𝔰𝔮𝔲𝔢 𝔡𝔢 𝔩𝔞 ℭ𝔞𝔰𝔞 𝔡𝔢 𝔞𝔯𝔦𝔢𝔰 | Zodiaco BlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora