Capítulo Uno

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Si se quedaba muy quieto y contenía el aliento, Fluke Natouch estaba seguro de que podría rebobinar las palabras que Chase, su hermano mayor, acababa de decirle y borrarlas completamente. La lluvia gélida caía a mares sobre la vieja mansión que se hallaba a dos horas de Manhattan.

El viento de octubre batía contra los árboles y el césped, marrón y maltrecho, descendía hacia el río Hudson. Dentro de la sólida casa de ladrillo llamada Greenleigh, aunque no quedaba casi nada verde, y detrás de él, Chase estaba en silencio en la mesa de despacho que él siempre consideraría de su padre, independientemente de los muchos meses que habían pasado desde su fallecimiento. No rebobinaría ni borraría nada, no escaparía de lo que sabía que se avecinaba. Sin embargo, si era sincero, siempre había sabido que ese día llegaría antes o después.

–No te he oído bien – acabó diciendo.

–Los dos sabemos que sí me has oído.

Debería haberse sentido mejor porque su hermano parecía tan afectado

como él, lo cual era preferible a la distancia cortés con que solía tratarlo, pero se sintió igual.

–Entonces, repítelo.

Apoyó una mano en el helador marco de la ventana que tenía delante y dejó que el frío se adueñara de él. Llorar por lo inevitable no servía de nada, como habría dicho su padre en ese tono desolado e impasible que solía emplear desde que murió su madre. «Ahorra las lágrimas para las cosas que puedas cambiar, Fluke».

Chase suspiró y él supo que, si se daba la vuelta para mirarlo, vería que era una pálida sombra del sonriente y bromista muchacho que salía en la prensa

sensacionalista británica durante su vida de soltero en Londres, donde había vivido por una especie de homenaje a su difunta madre británica. Habían pasado cuatro largos y complicados meses desde que su padre había muerto inesperadamente. Suponía que habían sido más complicados para Chase, quien tenía que estar a la altura del genio empresarial de su padre, pero no tenía ganas de ser generoso en ese momento y no se dio la vuelta. Eso podría convertir todo aquello en real.

Una vocecita interior le susurró que dar la espalda a la realidad tampoco había dado resultado nunca y recordó todo lo que quería olvidar; el olor a cuero de los asientos de ese maldito coche, el chirrido de los neumáticos, su propia voz cantando... Lo dejó a un lado implacablemente, pero le temblaban las manos.

–Me prometiste que lo haríamos juntos – replicó Chase sin alterarse en vez de repetir lo que había dicho.

Era verdad. Fluke había dicho eso en el entierro de su padre, cuando estaba desgarrado por el dolor y no pensaba en lo que implicaba.

–Fluke, ahora estamos tú y yo solos – añadió su hermano.

Hacía mucho tiempo que no lo llamaba así, desde que quedaron atrapados juntos en aquel coche, y no soportaba que lo hiciera en ese momento y por un motivo tan rastrero. Se blindó contra él.

–Tú, yo y ese marido al que quieres venderme como una especie de Rea bien cebada, querrás decir – le corrigió él en un tono frío para disimular el pánico– . No me había dado cuenta de que estábamos viviendo en la Edad Media.

–Papá dejó muy claro que los matrimonios inteligentes y bien elegidos llevaban a mejores resultados empresariales.

Chase lo dijo con sarcasmo, o quizá fuese con amargura, y él acabó dándose la vuelta. Él la miraba con los ojos azules vacíos y los brazos cruzados sobre el pecho.

Suyo por un costoWhere stories live. Discover now