Cuatro

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El problema era que nada había mejorado, y las cosas parecían empeorar cada vez más para él.

Después de casi una semana, al menos ya no vomitaba y había podido comer algo sin que su cuerpo lo rechazara. Sin embargo, ahora se sentía como si estuviera atrapado en una pesadilla. Su cuerpo estaba entumido, cada movimiento le resultaba agotador, como si sus extremidades fueran de plomo. Era como si estuviera sufriendo una especie de abstinencia, similar a la de un adicto privado de su dosis diaria.

Desesperado por respuestas, Chenle comenzó a investigar. Pasó horas navegando por foros y artículos en busca de alguna explicación para lo que estaba experimentando. Leyó sobre alfas que, movidos por la curiosidad, habían experimentado con otros alfas, solo para descubrir que sus cuerpos se rebelaban violentamente contra la idea, como si el simple hecho de romper las leyes biológicas fuera suficiente para desencadenar una reacción adversa. Sin embargo, ninguno de esos casos se parecía al suyo. Ninguno describía la profunda enfermedad que sentía ni ese estado de desesperación que lo estaba consumiendo lentamente.

Nada de lo que encontró explicaba por qué, a pesar de todo, su mente seguía reproduciendo imágenes de esa noche, de esas manos fuertes sosteniéndolo, de esos suspiros contra su piel. La simple memoria hacía que su cuerpo se estremeciera, como si buscara desesperadamente ese contacto, esa placer.

Mierda.

Chenle incluso comenzó a enterrar sus dedos en él, queriendo suprimir sus oscuros deseos de volver a tener algo en su interior... Para ser más precisos, a alguien.

Ni siquiera cuando en el pasado había intentado aplacar sus frustraciones con varios omegas hermosos, sintió una frustración tan intensa como la que lo consumía ahora. A pesar de haberse corrido una y otra vez a través de su propio esfuerzo, el hormigueo en su piel persistía, como un recordatorio constante de lo que realmente deseaba: esas manos grandes, firmes y desconocidas.

Se sentía profundamente enojado consigo mismo. Cada vez que se miraba en el espejo, la decepción se apoderaba de él al ver cómo los moretones en su piel empezaban a desvanecerse, el morado oscurecido cediendo lentamente al tono natural de su piel. Lo que más le perturbaba era la marca de dientes en sus muslos, que parecía perder color día tras día, cicatrizando demasiado rápido para su gusto.

El malestar en su estómago crecía al contemplar cómo otro alfa había logrado subyugarlo de una manera que, para un omega común, sería motivo de orgullo. Lucir las marcas de un alfa al que deseabas era un símbolo de satisfacción, un trofeo que muchos mostrarían con placer. Pero para Chenle, esas marcas eran una evidencia de su propia debilidad, un recordatorio de que había sido dominado en un momento de vulnerabilidad. Y, sin embargo, no podía evitar que sus largos dedos recorrieran las marcas con una mezcla de curiosidad y algo que se aproximaba peligrosamente a la fascinación, lo cual lo asustaba más de lo que quería admitir.

Si lo pensaba fríamente, era perturbador sentirse atraído por las marcas de otro alfa en su cuerpo. Debería estar enfadado, ofendido incluso, por tener chupetones hechos por alguien que ni siquiera conocía. Sin embargo, lo que realmente comenzaba a enfurecerlo era que el aroma de aquel desconocido ya había desaparecido por completo, dejando atrás un vacío que parecía consumirlo.

Cuando Renjun lo visitó, le sugirió que fuera al médico, preocupado por la posibilidad de que Chenle estuviera enfermo de gravedad. Pero Renjun no sabía nada sobre la situación real, ya que ni Chenle ni Haechan habían querido traumatizarlo con la verdad. Aunque Renjun era el mayor de los tres, seguía siendo demasiado inocente e ingenuo, y ellos hacían todo lo posible por protegerlo.

Más tarde, Haechan se reunió con él para desayunar, y fue en ese momento cuando Chenle le confesó todo lo que sentía. Le dijo que si pasaba un día más sin ver a aquel alfa, sentía que se volvería loco. Fiel a su estilo, Haechan bromeó al principio, acusándolo de estar obsesionado y advirtiéndole que esa obsesión era peligrosa. Sin embargo, la preocupación en su voz era evidente cuando finalmente le dijo que, si tanto lo deseaba, debería intentar encontrar a ese alfa nuevamente.

Un poco confundido || JichenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora