2 | Una solución desesperada

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—Posiblemente, esto sea una locura, pero es la única manera de evitar que desconecten a Annabeth —dijo Will, esbozando una sonrisa cargada de incertidumbre—. Entonces, ¿qué dices, sombritas? ¿Me llevarías a Florida?

Nico, con los brazos cruzados y una leve sonrisa que trataba de ocultar, lo miró con un toque de diversión.

—¿Quieres que te lleve en un viaje a través de las sombras? —preguntó, aunque en su tono se percibía un ligero aire de burla.

—Sí, eso es justo lo que quiero —respondió Will, entrecerrando los ojos con determinación—. No me digas que te vas a hacer del rogar.

Nico sonrió ampliamente, deleitándose en la ligera frustración de Will.

—Lo último suena bastante tentador, Solecito —bromeó, provocando una expresión de indignación en el rostro de Will—. Pero estoy bromeando, por supuesto que voy a llevarte.

El joven matrimonio se tomó de las manos, el tacto les daba fuerzas para lo que estaba por venir. Nico llamó a las sombras, que los envolvieron en un frío manto oscuro, y en lo que parecieron ser apenas veinte minutos, se encontraban al otro lado del país, justo en la playa frente a una casa azul, con el sonido suave de las olas rompiendo a lo lejos.

Avanzaron hacia la puerta, sus pasos decididos aunque cargados de tensión. Will respiró hondo antes de hablar.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Nico, su tono era un reflejo de su preocupación, mezclada con escepticismo—. Podríamos simplemente raptarlo y luego tú hablas con él.

—No vamos a raptar a nadie —respondió Will, exasperado mientras tocaba el timbre—. Sé que no quiero verla a ella, pero tendremos que soportarla unos minutos.

—Está bien, pero no prometo nada —advirtió Nico justo cuando los pasos suaves y calculados se hicieron audibles tras la puerta.

Unos segundos después, la puerta se abrió, revelando a una chica de piel perlada, largo cabello marrón rojizo y unos ojos color miel que los miraban con una arrogancia que se sentía como una barrera infranqueable.

—William, Nicholas... qué sorpresa —murmuró Jade con su peculiar tono prepotente.

—Hola, Jade —saludó Will con la cortesía justa—. ¿Está Percy?

Jade cruzó los brazos, bloqueando la entrada con una expresión que dejaba claro que no los dejaría pasar fácilmente.

—Eso depende —dijo con voz calculada—. ¿Para qué lo buscas?

Nico, con su paciencia al límite, dio un paso hacia adelante.

—Eso no es asunto tuyo —respondió con frialdad—. Solo pregunté si está o no está. Es una pregunta sencilla. Ahora, solo responde: sí o no.

La ira brilló en los ojos de Jade, su cuerpo se tensó como si la hubieran desafiado.

—No soy estúpida —exclamó, su voz temblando ligeramente por la rabia contenida.

—¿Estás segura? —replicó Nico, provocándola aún más, su tono afilado como un cuchillo.

—Mira —comenzó Jade, dando un paso amenazante fuera de la casa—, no te...

—¿Pasa algo? —La inconfundible voz de Percy interrumpió la confrontación. Al llegar a la puerta, su expresión cambió al ver a Nico y Will—. Nico, Will... qué sorpresa. —Volvió su mirada hacia su esposa—. Jade, ¿por qué no los has invitado a pasar?

Will aprovechó el momento, hablando antes de que Jade pudiera responder.

—Es justo lo que ella estaba haciendo —dijo rápidamente, forzando una sonrisa—. Tu esposa es... encantadora.

Antes de ti, después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora