5 | ¿Por qué?

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Habían pasado varias horas desde que Annabeth despertó, durante las cuales fue sometida a numerosos estudios médicos para comprobar su estado de salud. Después de dejarla descansar, Frederick y su esposa finalmente pudieron verla. Ahora, mientras Percy esperaba en la recepción, el tiempo parecía haberse detenido, atrapado en una mezcla de ansiedad y temor.

—Annabeth quiere verte —dijo Frederick al encontrarlo en la recepción, su voz era suave pero cargada de significado.

Percy se levantó de inmediato, su corazón dio un vuelco.

—¿Cómo está? —preguntó, su voz reflejaba una mezcla de preocupación y esperanza.

—Está mucho mejor —respondió Frederick—, aunque está algo desconcertada al saber que ha pasado tanto tiempo.

Percy asintió, tragando con dificultad.

—¿Le dijo que yo...?

—Solo le dije que el tiempo pasó —interrumpió Frederick con calma—, pero no le conté más para no abrumarla.

Con un asentimiento, Percy se dirigió hacia la habitación de Annabeth. Cada paso que daba era un recordatorio de cómo su vida había cambiado en un solo instante, de cómo una simple decisión lo había alejado de la mujer que siempre había amado, aunque intentara negarlo.

Cuando llegó a la puerta de la habitación, Percy respiró hondo antes de entrar. Al abrirla, vio a Annabeth sentada en la camilla, su mirada perdida en la ventana. Parecía pensativa, casi etérea, como si estuviera en un sueño del que aún no había despertado del todo.

—Hola —dijo Percy con suavidad, su voz temblaba ligeramente mientras se acercaba a ella.

Annabeth giró la cabeza lentamente hacia él.

—Hola, Percy —respondió con la voz ronca, su tono cargado de emociones que apenas podía contener.

Percy se sentó a su lado, sus ojos se llenaron de una mezcla de alegría y tristeza al verla de nuevo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, su voz estaba teñida de una preocupación genuina.

Annabeth bajó la mirada hacia sus manos, sus dedos jugueteaban nerviosamente con la manta.

—Estoy algo cansada, pero ya me siento mejor —admitió, aunque su voz temblaba—. Percy, ¿por qué tuvo que pasar tanto tiempo? —dijo, y el dolor en su voz era palpable, como una herida abierta—, ¿por qué?

Percy sintió que su corazón se rompía al escuchar la angustia en sus palabras.

—No lo sé —murmuró, su voz apenas un susurro—, pero ya no pienses en eso. Lo importante es que ahora estás bien y estás aquí —añadió, su mano se movió instintivamente para limpiar una lágrima que caía por la mejilla de Annabeth.

Ella lo miró por un momento antes de abrazarlo, aferrándose a él como si fuera su ancla, la única cosa real en medio de un mar de confusión y dolor. Percy la abrazó con la misma fuerza, sintiendo cómo el peso de los años caía sobre ambos, desmoronándose en un torrente de lágrimas compartidas. Él también comenzó a llorar, incapaz de contener las emociones que había reprimido durante tanto tiempo. En ese abrazo, ambos encontraron un refugio, un lugar donde podían dejar salir todo el dolor y la tristeza que habían acumulado durante los años de separación.

Cuando las lágrimas finalmente cesaron, se separaron lentamente, aunque sus manos aún se mantenían entrelazadas, como si temieran perderse de nuevo.

—Te extrañé mucho —susurró Annabeth, rompiendo el silencio con una confesión que hizo que Percy se quedara helado.

—¿Qué? —exclamó, sorprendido por sus palabras—, ¿a qué te refieres con eso?

Annabeth sonrió con tristeza, sus ojos mostraban una profundidad de dolor y comprensión que Percy apenas podía concebir.

—Yo podía escucharlos mientras estuve en coma —admitió, su voz era baja pero firme—. Escuché cada vez que alguien estuvo aquí —su mirada se perdió en sus recuerdos—. Escuché a Matt y Bobby contarme sobre sus citas, a Grover decir que se casaría con Juniper... te escuché a ti en cada una de tus visitas y no sabes cuánto luché por despertar cada vez que escuchaba sus voces.

Percy la miró en silencio, su mente no podía procesar lo que ella estaba diciendo. Sentía una culpabilidad abrumadora, imaginando el dolor que ella debió haber sentido durante esos años, consciente de lo que ocurría a su alrededor, pero atrapada en su propio cuerpo.

—Yo no sabía cuánto tiempo llevaba sin despertar, pero sabía que el tiempo estaba pasando —continuó Annabeth, su voz temblaba mientras recordaba—. Lo supe cada vez que una voz se despedía y no volvía a escucharla más. Pero supe realmente que había pasado mucho tiempo cuando te escuché a ti decir adiós.

—Annabeth, yo... —Percy comenzó, pero se quedó sin palabras. La culpa lo devoraba por dentro.

—No, Percy —lo interrumpió, su voz era suave, pero firme—, no te estoy recriminando por haberte ido. Sería demasiado egoísta de mi parte culparte por haber seguido adelante —tomó su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarla a los ojos—. Yo siempre he querido que seas feliz, y me alegra saber que lo hayas conseguido.

Percy sintió un nudo en la garganta mientras la miraba. El amor que aún sentía por Annabeth era tan fuerte que casi lo asfixiaba. Durante años había intentado convencerse de que seguir adelante era lo correcto, que olvidarla era la única manera de sanar. Pero la verdad era que nunca había sido feliz, porque la sombra de Annabeth siempre lo había acompañado, en cada momento importante de su vida.

—Pero yo jamás fui feliz —admitió, su voz era apenas un susurro—, porque por más que intenté olvidarte, seguir adelante y... encontrar a alguien más, jamás pude arrancarte de mi mente —las palabras salían con dificultad, como si cada una fuera una herida abierta—. Tu recuerdo estuvo conmigo en cada momento importante de mi vida, estuviste ahí cuando me gradué, cuando conseguí mi primer empleo... incluso estuviste ahí el día en que me casé —su voz se quebró al recordar—. Ese día respondí "Sí, acepto" imaginando que eras tú quien estaba frente a mí.

Annabeth lo miró con una tristeza profunda, una tristeza que reflejaba todo el dolor que ambos habían sentido durante esos años.

—Pero no era yo, y nunca lo fui —respondió ella, su voz cargada de dolor.

Las palabras de Annabeth resonaron en el corazón de Percy, derribando la última defensa que había construido alrededor de sus sentimientos. Sin decir una palabra más, Percy se inclinó hacia ella, atrapado por la intensidad del momento, por la verdad que ambos compartían. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, Percy supo que no podía seguir negando lo que sentía.

Lentamente, como si temiera que cualquier movimiento pudiera romper la magia de ese momento, Percy acercó sus labios a los de Annabeth. Ella no se movió, no dijo nada; simplemente lo miró con esos ojos grises que él había extrañado tanto. Cuando sus labios finalmente se tocaron, fue como si el mundo se detuviera. El beso fue suave al principio, lleno de años de amor reprimido, de deseo contenido, pero luego se volvió más profundo, más intenso, cargado de todo lo que nunca habían podido decirse.

Annabeth respondió al beso con la misma pasión, como si también estuviera liberando todo lo que había guardado durante esos años. Sus manos se deslizaron hasta el cuello de Percy, atrayéndolo más cerca, como si temiera que él pudiera desvanecerse en cualquier momento.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento, sus frentes apoyadas una contra la otra, sus corazones latiendo al unísono.

—Te amo, Annabeth —murmuró Percy, su voz era un susurro, pero estaba cargada de la sinceridad que había mantenido oculta durante tanto tiempo—. Nunca dejé de hacerlo.

Annabeth lo miró, sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero también de una felicidad que hacía años que no sentía.

—Yo también te amo, Percy —respondió con voz temblorosa—. Siempre lo he hecho, y siempre lo haré.

En ese momento, ambos supieron que, a pesar de todo el tiempo que había pasado, de todo el dolor que habían sufrido, su amor seguía intacto, tan fuerte y real como siempre.

Antes de ti, después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora