7 | El inicio de nuestro final

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Después de un par de horas de meditar y descansar, Annabeth decidió salir a caminar, dejando que sus pies la guiaran mientras su mente se perdía en una maraña de pensamientos. Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron hasta el lago de las canoas, un lugar que guardaba en su corazón como uno de los más especiales del Campamento Mestizo. Al llegar, se detuvo frente a la orilla, observando cómo el sol de la tarde bañaba las aguas en tonos dorados, creando un reflejo del cielo que parecía tan pacífico, tan diferente de las tormentas que arremetían en su interior.

Este lugar estaba impregnado de recuerdos, pero uno en particular resonaba con fuerza en su mente: el mejor beso submarino de todos los tiempos. Un momento que, en su juventud, había parecido eterno, pero que ahora, después de todo lo que había pasado, se sentía como un sueño lejano, una sombra de una felicidad que temía no volver a encontrar.

Annabeth se abrazó a sí misma, como si eso pudiera protegerla del dolor que se acumulaba en su pecho. Los recuerdos, agridulces y llenos de añoranza, la golpeaban sin piedad. El pasado, que una vez había sido su refugio, ahora se sentía como un recordatorio cruel de lo que había perdido. Sabía que tenía que seguir adelante, que debía recoger los pedazos rotos de su corazón y reconstruirse, pero esa tarea parecía monumental, casi imposible en ese instante.

Las lágrimas comenzaron a caer sin que ella se diera cuenta, rodando por sus mejillas en un silencioso tributo al amor que había sentido, y que aún sentía, aunque intentara negarlo. Con un suspiro pesado, Annabeth secó las lágrimas que apenas había notado, y con pasos lentos, comenzó a regresar a la soledad de su cabaña. Al entrar, se dirigió de inmediato hacia su litera, buscando el consuelo de la familiaridad. Pero algo captó su atención antes de que pudiera llegar: sobre la mesa de noche, un folder descansaba, extraño y fuera de lugar, como una presencia inesperada en medio de su refugio.

—¿Qué es esto? —murmuró Annabeth para sí misma, tomando el folder con manos temblorosas, como si temiera lo que pudiera encontrar dentro.

La respuesta vino de una voz que conocía mejor que la suya propia, una voz que hacía que su corazón latiera con fuerza desbocada.

—Es mi acta de divorcio —dijo Percy, su voz era suave, pero cargada de determinación, como si esas palabras fueran la culminación de un largo y doloroso proceso.

Annabeth se giró lentamente, su mente luchando por comprender lo que acababa de escuchar. Allí estaba Percy, de pie en la entrada de su cabaña, su expresión reflejaba una mezcla de nerviosismo y esperanza, como si también él temiera lo que vendría a continuación.

—¿Percy? —susurró, la sorpresa y la confusión eran evidentes en su voz. No esperaba verlo allí, no después de todo el tiempo que había pasado desde su última conversación.

Percy dio un paso adelante, sus ojos se fijaron en los de Annabeth con una intensidad que la dejó sin aliento.

—Quería hacer las cosas bien antes de volver a verte —explicó, señalando el folder que ella sostenía con manos temblorosas—. Ni tú ni Jade merecían que las engañara.

Annabeth parpadeó, intentando asimilar lo que él estaba diciendo, mientras su mente procesaba las implicaciones.

—¿Te divorciaste? —preguntó, su voz apenas un susurro, llena de incredulidad y un atisbo de esperanza que temía dejar salir a la superficie.

Percy asintió, y en sus ojos, Annabeth pudo ver la sinceridad de un hombre que había tomado una decisión difícil, pero necesaria.

—Sí —dijo con una firmeza que solo se puede encontrar en alguien que ha pasado por un largo proceso de reflexión—. Lo hice porque no era justo para ninguno de los dos. Quiero mucho a Jade, pero no la amo. Ella lo sabe, y ha aceptado que, en realidad, la única persona a la que siempre he amado eres tú.

El corazón de Annabeth se detuvo por un segundo antes de comenzar a latir con una fuerza renovada, casi dolorosa en su intensidad.

—¿Después de todo, todavía me amas? —murmuró, señalándose a sí misma, como si necesitara asegurarse de que había escuchado bien.

Percy dio un paso más hacia ella, la distancia entre ellos se desvanecía lentamente, y con ella, también lo hacía la barrera que ambos habían construido alrededor de sus corazones.

—Sí, y jamás he dejado de hacerlo —dijo, su voz era suave, pero llena de una certeza que había estado oculta durante demasiado tiempo—. Por esto estoy aquí, porque te amo y porque el destino ya no ha robado demasiado tiempo y ya no puedo seguir lejos de ti... Annabeth, ¿qué te parece si nos olvidamos de todo y empezamos desde cero? —propuso, sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y amor—. Listilla, ¿quieres ser mi novia otra vez?

Annabeth sintió cómo las lágrimas volvían a llenar sus ojos, pero esta vez no eran de tristeza, sino de alivio, de felicidad que apenas se atrevía a creer posible. Lo miró, viendo no solo al hombre que estaba frente a ella, sino al chico que había amado desde el principio, al que nunca había podido olvidar.

—Sí —respondió, su voz temblaba por la emoción contenida—, si quiero ser tu novia, Sesos de Alga.

La sonrisa que iluminó el rostro de Percy fue una mezcla de alegría pura y alivio, como si con esas palabras se hubiera liberado de una carga que había llevado durante años. Se inclinó hacia ella, cerrando la distancia que los separaba, y con una suavidad que hizo que el tiempo pareciera detenerse, la besó.

Ese beso no era solo una promesa, era una reafirmación de todo lo que habían pasado, de todo lo que habían superado, y de todo lo que estaban dispuestos a construir juntos. Fue un beso que selló un nuevo comienzo, un comienzo que ambos sabían que sería diferente, pero que también sería más fuerte por todo lo que habían vivido.

—Entonces mandemos todo al carajo y empecemos de nuevo. Nada te alejará de mí nunca más —murmuró Percy contra sus labios, su voz estaba cargada de determinación y amor.

—Nada lo hará —Annabeth murmuro, abrazándolo con una fuerza que mostraba que nunca más lo dejaría ir.

Percy sonro mientras la abrazaba más fuerte, sintiendo cómo su corazón, que había estado roto tantas veces, comenzaba a sanar de verdad por primera vez en años.

En ese momento, el pasado quedó atrás, no olvidado, pero sí dejado en un lugar donde ya no les dolería. El futuro estaba delante de ellos, y esta vez, lo enfrentarían juntos, con la certeza de que nada, ni siquiera el tiempo, podría separarlos de nuevo.

Porque todo estaría siempre y cuando estuvieran juntos.


FIN.

Antes de ti, después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora