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Sara siempre fue una buena amiga para Abril y cuando había
llegado a casa, llorando, no dudó en hacerla entrar. Le sirvió un vaso con agua para lograr calmarla y así poder escucharla, poder oír todos los balbuceos sin sentido que soltaba.
 
Ivan ingresó minutos después con su pequeña hija en brazos,
sin embargo, al ver a Abril llorando sin control alguno, hizo un gesto de sorpresa atónito. No hizo preguntas, sólo se llevó a la niña lo más rápido que pudo de allí.
 
Sin embargo, Abril alcanzó a oír las palabras inocentes de la pequeña:
 
-¿Por qué la tía Abby llora?
 
Su corazón se quebró un poco más.
 
Sara no la presionó a hablar, esperando en silencio a que se
calmara, a que pudiera tener la suficiente tranquilidad como para
poder decir algo. Eso llegó segundos después, con Ivan entrando al comedor. Su torpe amigo se sentó al lado de Sara, tomándole la mano a su novia, y esa visión la hizo sentir patética y miserable.
 
-Samantha me pidió el divorcio.
 
Su mejor amiga abrió los ojos por la sorpresa, en tanto Ivan soltaba una maldición, aturdido.
 
Por supuesto, nadie se lo esperaba. ¿Quién iba a pensar que Samantha le pediría aquello cuando fue ella quien dio siempre los primeros pasos para todo?
 
Cuando se conocieron, fue Samantha quien la salvó de ser objeto de burlas en la preparatoria, debido a la asustadiza y torpe que fue Abril el primer día de clases.
 
Fue Samantha quien le pidió salir y quien le dio un beso.
 
Fue Samantha quien le dijo que deberían irse a vivir juntas.
 
Fue Samantha quien le pidió matrimonio.
 
Y, ahora, parecía ser Samantha quien quería acabar con todo.
 
Sin embargo, a pesar de que pareciera que era Samantha quien tenía que tomar esas decisiones, no era como si Abril nunca hubiera puesto de su parte. Abril era, como veía todo el mundo, la persona que podía sacarle una sonrisa enamorada a Samantha con una acción tan tonta como un beso sorpresivo, y la única persona que la hacía bajar las defensas totalmente, haciendo que se comportara de una forma infantil e, incluso, caprichosa.

Para todo el mundo, no había Samantha sin Abril, y no había Abril sin Samantha, porque hacían una de las parejas más bonitas y honestas que se podían ver.
 
Pero, al parecer, las cosas no eran tan felices como le mostraban al resto.
 
-¿Por qué?-preguntó Sara en voz baja.
 
Los labios de Abril temblaron.
 
-Dice que no me ama-su tonó se rompió y las lágrimas volvieron a
salir-. Ya no me ama, Sara. Samantha ya no me ama.
 
Abril quería negárselo, ver lo inevitable, pero no era tonta, y mucho menos una adolescente enamorada: si Samantha lo decía, era cierto.
 
Porque Samantha jamás le mentiría con algo tan importante como eso, Abril lo sabía.
 
Samantha siempre era brutalmente honesta con sus sentimientos, tanto que, a veces, no se daba cuenta de que sus palabras le hicieron mucho, mucho daño.
 
Tomó un poco más de agua.
 
-Está enamorada de otra persona-barboteó, antes de romper a llorar otra vez, e inmediatamente los brazos de Sara la rodearon-. Ama a alguien más. La perdí, Sara, la perdí..
 
Su corazón nunca se sintió tan roto como en ese momento: saber que la persona que amaba, con quien compartió tantos años de su vida, ya no la quería como antes, la dejó de lado, se entregó a alguien más, era como una estaca clavándose no sólo en su corazón, sino en todo su cuerpo, haciendo que todo doliera y se estremeciera.
 
Haciéndola ver todo de un horrible color negro, incapaz de ver un poco de luz en medio de tanta oscuridad.

[...]

Samantha suspiró, leyendo un informe que su secretaria le dejó esta tarde, para luego bajarlo y dejarlo sobre la mesa, cansada.
 
Recordó los ojos llenos de lágrimas de Abril, su labio temblando, sus mejillas húmedas por el llanto, y se sintió culpable y triste por lo que ocasionó, pero no arrepentida. Tenia que hacerlo.
 
¿Cómo podía seguir casada con alguien que no amaba?
 
No era justo para Abril ni para ella, así que no podía seguir con esa
farsa.
 
Ya no amaba a Abril, era un hecho claro, pero la seguía apreciando lo suficiente como para no continuar haciéndole daño con sus acciones.
 
Tocaron la puerta de su oficina y murmnuró un «pase» lo
suficientemente alto como para que la persona entrara.
 
Al verla, sonrió con relajación.
 
-Tienes un aspecto horrible-dijo la de cabello marrón con una sonrisa dulce, cargando un montón de carpetas.
 
Dejó salir un bufido, recostándose en la silla, y pronto su amante se acercó, comenzando a hacerle un masaje suave en los hombros.
 
-Le pedí el divorcio a Abril-le comunicó Samantha, con un tono de
pesar.
 
La pelimarrón parpadeó, inclinándose con una expresión triste.
 
-Oh, lo siento tanto, Samantha-le dijo de forma honesta--. ¿Estás segura de esto, de lo que tenemos nosotras? Llevas tanto tiempo con Abril que quizás...
 
-No digas eso-la interrumpió Samantha con suavidad-. Todavía quiero a Abril, claro, pero es un cariño que le tengo por el tiempo que hemos estado juntas, así que... tengo claro lo que siento por ti, Rocio.
 
Rocio asintió, titubeante, antes de inclinarse y darle un pequeño beso en los labios, con timidez y casi pidiéndole permiso-.Lo lamento mucho por Abril -murmuró Rocio de forma repentina, sin
alejarse demasiado-. debe estar pasándola mal, me siento culpable por hacerle esto, pero...
 
-Lo va a entender -contestó Samantha, dándole un beso en la mano,
seria-. Abril lo entenderá con el tiempo.
 
Samantha esperaba eso: que Abril pudiera, con el pasar de las semanas, curar esa herida que le hizo a pesar de haber prometido, años atrás, que nunca le rompería el corazón.
 
Pero las promesas, al igual que los sueños, parecían destinados a ser rotos de cualquier forma y sin posibilidad alguna de poder evitar aquello.

Apego | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora