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Cuando entró, Samantha vio a Abril sentada tras la mesa, mirando a la nada. Notó enseguida sus ojos rojos e hinchados, mientras sostenía una copa de vino en su mano.
 
Fingiendo una tranquilidad que no sentía, cerró la puerta tras ella, y el sonido hizo que Abril le mirara.
 
Su esposa parpadeó unos segundos antes de sonreír levemente.
 
Samantha llevaba sin verla tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio. Por eso mismo, estaba esperando que cuando se vieran, Abril comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.
 
La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Abril en ese instante.
 
Te extrañé mucho -comentó Abril de forma repentina, poniéndose
de pie y alcanzándola en unos rápidos segundos.
 
Antes de poder decirle algo, sorprendida por sus palabras, Abril le dio un beso suave en los labios. Su estómago se contrajo, atónita.
 
De forma casi inmediata, se alejó y arrugó el ceño en confusión.
 
-Pensé que no vendrías a cenar-prosiguió Abril como si nada, sin dejar de sonreír- estaba a punto de llamarte.
 
Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdida.
 
¿Acaso...?
 
Miró hacia abajo, observando su bolso en dónde estaban los papeles de divorcio.
 
-Abril -dijo con la voz suave-, vine para que firmes los papeles.
 
Los sacó y mostró.
 
La hermosa sonrisa de corazón, que la enamoró cuando era más
joven ,se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.
 
Abril sacudió la cabeza.
 
-¿Qué dices, Samantha?-preguntó con la voz temblando-.¿Papeles de qué?
 
Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Abril podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.
 
Samantha habría preferido que Abril colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verla más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Abril seguía teniendo esperanza alguna de que lo ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.
 
-De divorcio -dijo, sin perder el tono suave.
 
Abril parpadeó.
 
-Oh-fue lo único que dijo.
 
Se dio vuelta antes de que Samantha pudiera añadir algo.
 
Samantha percibió, entonces, que la más baja estaba mucho más pálida de lo normal, con ojeras bajo sus ojos hinchados, y sus labios se encontraban resecos y partidos. Incluso podía notar que su rostro estaba más delgado. Le preocupó que Abril no hubiera comido bien los días anteriores, sin embargo, no se atrevía a preguntar.
 
-Preparé tu plato favorito -dijo Abril repentinamente, sin mirarla.
 
-Abril -ahora su voz salió dura-, por favor, no hagas esto más
difícil.
 
-Difícil-repitió Abril-. No lo entiendo.
 
Sintió como se desesperaba, algo se estrujaba al ver los ojos de Abril, tan cálidos y tiernos, pero llenos de un infinito dolor que parecía sacudirla por dentro, que le rompía en mil pedazos. Esos mismos ojos que siempre parecían contentos y felices ahora estaban asustados, temerosos de ella.
 
Samantha no quería ser mala, estaba tratando de todas formas de ser cruel, pero las cosas no eran tan fáciles. No cuando Abril le miraba así, haciéndola saber que ella era un monstruo.
 
-Te lo ruego -mnurmuró con la voz temblando.
 
Pero Abril sólo se abrazó, mordiendo su labio inferior.
 
-¿Es... es por qué ya comiste fuera? -preguntó, insegura-. Puedo
comprenderlo sí-
 
-¡Mierda, Abril, ya no te amo!
 
Se odió por haberlo dicho tan bruscamente, con la voz teñida de pena y un poco de rabia también. ¿Por qué Abril tenía que ser tan idiota, tan tonta? ¿Por qué tenía que adoptar esa actitud? ¿No sabía que ella también se sentía mal por tener que hacer eso? Samantha tenía la esperanza de que todo eso fuera sencillo, un trámite sin importancia, para terminar lo más rápido posible.

La vio tragar saliva, su ceño arrugándose levemente.
 
-Firma esto, ahora -ordenó mostrando otra vez los papeles.
 
Abril ladeó la cabeza.
 
-No.
 
La palabra resonó en el comedor, y de pronto, una fría calma se
extendió por el rostro de su esposa. Exesposa.
 
Abrió su boca por la incredulidad.
 
Dio un paso.
 
No lo compliques todo-gruñó Samantha, sin poder evitarlo- Fírmalo
ahora. Sacaré mis cosas y-
 
-No lo firmaré-Abril levantó la barbilla, desafiante-. No pienso
divorciarme de la mujer que amo, Samantha Rivera. No sin pelear antes.
 
Apretó su puño, los papeles arrugándose, y sintió odio por Abril Garza, por sus ojos tristes pero firmes, por su expresión calmada -casi indiferente-, y su presencia tan demandante y absorbente.
 
¿No fue todo eso lo que la enamoró en primer lugar?
 
-Te estás comportando como una niña caprichosa-advirtió Samantha con desprecio–. Lo único que estás haciendo es humillarte-se enderezó, haciendo una mueca--. Abril, ya no te amo, es así de simple, así que terminemos con esto.
 
-¿Por qué?-preguntó Abril, interrumpiéndola-.¿Por qué ya no
me amas? ¿Qué cambió? Estábamos mal, sí, pero ¿es suficiente para que dejes de amar a la persona con la que te casaste? -se sentó en la silla-.Teníamos una crisis y te refugiaste en Rocio, ¿y dejas de amarme?
 
Sabía que tuvo que poner una expresión de sorpresa ante la mención de Rocio, pero no dijo nada, haciendo una pregunta silenciosa con su mirada.
 
-Pueden ser un poco más discretas con sus salidas -respondió Abril
amargamente-. Las vi cuando iba a verte ayer, ¿está bien? Vi como la mirabas, como la tocabas, y sí, la quieres- se apoyó en el respaldo de la silla, calmo-. Pero Samantha, no es por presumir, pero no la mirabas de la misma forma en la que me has mirado a mí por ocho largos años.
 
Trató de ignorar sus palabras, de no dejarse provocar por la
reclamante mirada de Abril, y puso los papeles sobre la mesa.
 
-Fírmalos, Abril- ordenó.
 
Abril los tomó
 
Y los rompió.
 
Samantha estallo en cólera.

-¿Por qué todo tienes que complicarlo, Abril?!-le gritó,
exasperada-. ¡No haces más que lucir patética y tonta con esta actitud!
 
Abril no se inmutó ante sus gritos.
 
-Yo sé que tus sentimientos por mí siguen ahí, pero están marchitos -tiró los papeles al suelo con desprecio-. Lo vamos a intentar una vez más, Samantha, es así de simple.
 
-¡Estás loca! gruñó Samantha, volteándose-. Yo quería hacer toda esta mierda por las buenas, pero no haces más que arruinarlo como siempre. Haré que mi abogado-
 
-Treinta días.
 
Se volteó.
 
Abril seguía sentada, aunque con una nueva expresión de desafio.
 
-¿Qué?
 
-Dame treinta días. Un mes -continuó Abril-. Treinta días para
demostrarte que todavía me amas. Si luego de eso sigues insistiendo que quieres el divorcio, firmaré sin reclamar-su voz se volvió baja, suplicante-. Por favor, Samantha. Sólo treinta días.
 
Samantha la miró, atónita, y retrocedió un paso.
 
Luego, negó con la cabeza, sintiendo como temblaba ante la insistente mirada de Abril.
 
-No-fue lo único que dijo, para segundos después salir de allí,
cerrando con un portazo.
 
Abril suspiró, solo, sin moverse.
 
Permaneció unos largos minutos en silencio y terminó por mirar su mano izguierda, al dedo anular, donde el anillo de matrimonio seguía brillando. Recordó brevemente la mano de Samantha, el anillo también en su lugar.
 
-Ah, Samantha, ¿cómo llegamos a esto?-murmuró, sabiendo que nunca habría respuesta para esa triste, penosa pregunta.

Ojala y si le sufran todos ustedes, algunos se lo merecen y otros no tanto :]

Apego | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora