4.

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Samantha, frente a ella, seguía teniendo la mandíbula apretada y una mirada de molestia, a pesar de que Nuvia se hubiera marchado minutos atrás y se quedaran solas.
 
No dijo nada incluso cuando Abril le sirvió un vaso de agua,
diciéndole que se calmara y dejara la ira de lado.
 
Se sentó a un costado suyo, mordiendo su labio inferior.
 
-No tenías que reaccionar de esa forma, Samantha-le dijo con voz suave.
 
Samantha le miró con el ceño fruncido.
 
-Iba a besarte. Esa maldita bastarda iba a besarte y-
 
-Y tú has besado a Rocio-interrumpió Abril, ahora con expresión
dolida-¿No es eso injusto, Samantha? ¿Qué tú tengas un amante y te estés comportando de esta fornma? ¿Ya te has acostado con ella?
 
Samantha no dijo algo por varios segundos, bebiendo agua en silencio, y cuando dejó el vaso sobre la mesita del living, lucía mucho más calmada.
 
-No -dijo Samantha-,sabes que no lo he hecho, Abril.
 
Abril arrugó los labios, negando con la cabeza.
 
-¿Por qué debería creerte?
 
-Porque sabes que no te mentiría con eso- replicó Samantha, poniéndose de pie-. Por mucho que quiera el divorcio y esté enamorada de Rocio, sabes que no me acostaré con ella hasta que los papeles estén firmados. Incluso sabes que, si la he besado, ha sido después de pedirte la separación, de decirte la verdad, ¿no es así?
 
Sonriendo amargamente, Abril asintió, forzándose a no lucir herida a pesar de las palabras de Samantha.
 
Tenía claro que su esposa no le mentiría con eso, que estaba diciendo la verdad, pero eso no lo hacía más fácil. De alguna extraña forma, si le hubiera dicho que se acostaba con Rocio, no tendría tantas dudas, porque habría atribuido los deseos de separación a una calentura de Samantha por su asistente, sin embargo... Sino se habían acostado y con suerte compartieron unos besos, eso significaba sentimientos más profundos que le aterraban.
 
-¿Qué estás haciendo aquí, Samantha?-preguntó Abril con voz rota.
 
Samantha apuntó a su bolso.
 
-Vengo por los papeles-contestó, impasible-,pero también tengo
claro que eres una persona demasiado terca, Abril-suspiró,
sentándose-. Treinta días, ¿no es así?
 
Abril asintió en silencio, mirando a los ojos dorados de su esposa.

-¿Cómo pretendes hacerlo, Abril?-Samantha suavizó su tono-
Comprendes que yo ya no te amo, ¿cierto? Sólo te estás haciendo más daño, Abby.
 
Que le llamara con un diminutivo hizo que algo doliera en su interior.
 
-¿Más daño?-se burló, quebrada-.¿Cómo me haré más daño,
Samantha? La mujer que amo quiere dejarme porque está enamorada de otra, y lo único que pido son treinta días para poder demostrarle que aún puedo ser suficiente para ella.
 
La expresión de Samantha cambió, y la más baja le tomó las manos, llamando su atención, pidiéndole con ese simple toque que se calmara un poco.
 
-Abby, bebé-murmuró Samantha-, no digas esas cosas, ¿está bien? Tú eres... tú eres más que suficiente para cualquier persona, es más, yo diría que... que nadie te merece, menos yo-Samantha trató de sonreírle, aunque Abril desvió la mirada, sabiendo que pronto se pondría a llorar-. Abril, todavía te quiero, y porque te aprecio lo suficiente es que te estoy pidiendo esto. Por favor, firma los papeles, no es necesario que continúes con esta tonteria.
 
Su labio tembló.
 
-¿Tonteria? -tragó saliva--. ¿Querer luchar por tu amor te parece una tonteria?-se puso de pie, repentinamente enojada- ¿Querer salvar nuestro matrimonio, nuestra relación de ocho años, te parece una tonteria?
 
-Sabes que no me refiero a eso-
 
-Treinta jodidos días -exigió Abril--. Es eso lo que te pido, Samantha, o tendrás que llamar a mi abogado para el divorcio.
 
Samantha hizo una mueca, molesta también.
 
-Como quieras -espetó con la voz dura-, pero apenas termines con tu show, entonces tendrás que firmar todo lo que te exija.
 
Soltó una risa helada.
 
-Está bien-dio un paso, inclinándose hasta quedar a la altura de
Samantha-, pero estos treinta días, Samantha, serás sólo mía ¿entendido? No quiero verte de forma romántica con Rocio ni que pases noches fuera diciendo que tienes que trabajar. Para que esto funcione, tú también tienes que poner de tu parte.
 
Samantha apretó sus dientes, observando los ojos de chocolate de Abril, y sintió algo extraño removiéndose en su estómago al ver una mirada tan decidida en el rostro de su esposa. Pero, por sobre todo, algo se estremeció cuando notó lo hermosa que se veía Abril tan cerca suyo.
 
¿Cuánto tiempo llevaba sin tenerla de esa forma a su lado?

No podía recordarlo bien.
 
Qué extraño era todo, especialmente ahora. Cuando veía ese rostro tan cerca de ella, con tanta decisión y seguridad, algo se derretía en su interior con rapidez.
 
-Bien -se acercó, su aliento chocando con la respiración de Abril-,
pero tampoco quiero verte cerca de ese enana llamada Nuvia, Abril.
 
Abril enarcó una ceja.
 
-¿Acaso tú eres muy alta, Sam?
 
Humedeció sus labios, gruñendo una maldición en voz baja.
 
-Te he dicho que con mi altura no, Garza.
 
Por primera vez en días, Abril sintió como sus labios se curvaban en una sonrisa tímida y algo temblorosa.
 
[...]
 
-Debes estar de joda, Samantha.
 
La de cabello rubio miró a su mejor amiga, Maria, sentada frente a ella con una mirada de incredulidad en su rostro.
 
Se encogió de hombros.
 
-¿Y Rocio aceptó eso?-insistió Maria al no oír respuesta alguna de Samantha.
 
Samantha cerró el portátil, bostezando y fingiendo una indiferencia que no sentía ante la presión de su amiga.
 
Maria, siempre sonriente y dispuesta a bromear, lucia ahora
molesta, irritada y, por qué no decirlo, indignada.
 
-Peleamos -contestó Samantha-, no le hizo gracia alguna.
 
-¡Claro que no le haría gracia! -exclamó Maria. poniéndose de
pie-. Demonios, Samantha, ¿cómo se te ocurre aceptar algo así?-la de cabello blanco la miró, furiosa-. ¿Acaso no te bastó con hacerle daño a Abril, ahora planeas destrozarla? Y no sólo eso, también le estás rompiendo el corazón a Rocio...

-Quiero un divorcio tranquilo, Maria, sin peleas, sin abogados, sin tener que ir a una corte, y si debo esperar treinta tontos días, lo haré-explicó Samantha, guardando sus cosas-. Sé que no estás a favor de esto, después de todo, tampoco me apoyaste cuando te conté lo del divorcio -añadió Con rencor en su voz.
 
Maria soltó un bufido.
 
-¿Cómo quieres que te apoye cuando sé que estás cometiendo un
grave error? -preguntó con tristeza su amiga-. Samantha, mierda,
somos amigas desde que fuimos al colegio, conozco a Abril sé que su relación es una de las cosas más bonitas que haya visto, y que ahora quieras destruirla por un capricho...
 
Samantha fulminó con la mirada a su mejor amiga.
 
-No es un capricho-espetó Samantha-, realmente quiero a Rocio.
 
La de cabello blanco soltó una risa carente de diversión.
 
-¿Quererla? Por supuesto que lo haces-Maria negó con la cabeza-,
pero lo que sientes por Abril va más allá de eso. Siempre ha ido más allá de eso. ¿Por qué eres la única persona que no lo ve?
 
Samantha la miró en silencio.
 
Si era sincera consigo misma, lo que sentía por Abril nunca fue tan claro para ella como todo el mundo solía decir. ¿La amaba? Por supuesto que sí, de eso no tenía duda alguna.
 
El amor que sentía -o sintió por Abril- era tan grande que nunca
pensó que unas simples palabras (Te amo) pudieran expresarlas en su totalidad, pudieran realmente mostrar lo que sentía por ella.
 
Recordaba a esa torpe chica que llegó a los quince años a su curso, con frenillos, cabello café, y una mirada titubeante y nerviosa. Abril parecía una chica fácil de intimidar y molestar, eso se notaba enseguida, por lo que se convirtió en un objetivo rápido de los matones del curso.
 
Pero cuando empujaron a Abril frente a ella, haciéndola caer al suelo, Samantha no pudo evitar querer protegerla de todo lo malo en el mundo.
 
Desde ese día, Abril la persiguió por todas partes como una cachorrita perdida, queriendo que su Samantha amada le dirigiera siquiera una mirada, le dirigiera una palabra de orgullo, contenta con alguna caricia, con una sonrisa.
 
Samantha siempre fue la que dio los primeros pasos, por supuesto, pero era Abril quien estuvo delante de ella todo ese tiempo esperando para recibirlo.
 
Pero ahora...
 
-No quiero seguir hablando de esto-gruñó Samantha ya irritada.

Maria suspiró, siendo consciente de que no tenía que continuar insistiendo en ese tema.
 
-Sólo... Samantha, por favor, piensa bien en tus acciones-suplicó Miko-, eres mi mejor amiga, pero Abril también es mi amiga, y no quiero ver cómo sufre por tu culpa. No Abril, Samantha. Abril no se lo merece.
 
Quiso decirle algo, pero Maria le hizo un gesto de despedida, aludiendo a que su pareja le esperaba para salir a comer fuera, y se tragó sus palabras.
 
Media hora más tarde, se detuvo fuera del hospital, con una extraña sensación el estómago. Llevaba tanto tiempo sin ir a buscar a Abril a su trabajo que incluso los guardias se notaron sorprendidos por ello, saludando de forma vacilante. Minutos después, Abril estaba saliendo por las puertas del edificio, abrigada a más no poder debido al frío. Estaban a finales de enero, el invierno azotando a la ciudad de forma cruda y helada.
 
Abril entró, su nariz colorada, y Samantha la observó sin saber
exactamente el porqué.
 
Abril siempre se vio muy linda con las mejillas cubiertas de rojo.
 
Pero sólo cuando Abril se inclinó y le dio un beso en su mejilla fue que parpadeó, reaccionando.
 
-Hola, Samantha -saludó con voz tímida.
 
Samantha miró al frente, algo sacudiéndose en su interior.
 
-Hola, Abril -contestó en voz baja- ¿Cómo te fue hoy?
 
Abril comenzó a hablar, y extrañamente, las cosas se sintieron bien.
 

Apego | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora