9.

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Sara estaba realmente irritada mientras arreglaba su camisa y limpiaba la saliva de la comisura de su boca, caminando hacia la puerta de entrada. Mientras, Ivan fruncía los labios, subiendo la bragueta de su pantalón.
 
Era su primer jodido día de vacaciones y realmente quería tener algo de tiempo con su chico, ¿por qué mierda los interrumpían en ese instante?
 
-¡Ya voy!-chilló Sara cuando tocaron otra vez la puerta con
fuerza-. Imbécil..
 
Su queja se vio cortada cuando abrió y, de pronto, una deplorable Samantha la tomó de las solapas de su camisa, empujándola contra la pared.
 
-Abril -murmuró en un gruñido-, ¿dónde mierda está Abril?
 
Samantha parpadeó tanto por la sorpresa como por la confusión, su cabeza doliendo levemente por el golpe que se dio contra la pared. Sin embargo, terminó por hacer una mueca de molestia.
 
-¿Qué voy a saber yo, idiota?-preguntó con brusquedad, queriendo soltarse.
 
Sin embargo, aunque no lo pareciera por su delgadez, Samantha realmente podía ponerse agresiva y salvaje si estaba molesta o desesperada.
 
Samantha la soltó, empujándola, y sin decir otra cosa se metió al interior de la casa.
 
-¡¿Qué mierda, Samantha?! -escuchó el grito de Ivan.
 
-¡Abril!-gritó Samantha, ignorándolo-. ¡¿Abril, dónde estás?!- No hubo respuesta.
 
Sara volvió a entrar al comedor, irritada. enojada y disgustada por la situación, sin comprender realmente qué estaba haciendo Samantha en su casa, buscando a Abril. ¿Acaso pelearon?
 
Qué jodida novedad.
 
Sara realmente no encontraba nada nuevo al hecho de que
pelearan, porque esos últimos meses se acostumbró a verlas discutir por cualquier nimiedad, se acostumbró a ser el hombro donde Abril sollozaba porque su matrimonio se estaba arruinando y no sabía cómo rescatarlo.
 
A Sara nunca le gustó por completo Samantha para Abril. No llegó a odiarla como ese último tiempo, simplemente, no le terminaba de convencer para pasar el resto de su vida con su mejor amiga. Quizás se debía a que, como mejor amiga de Abril durante toda su vida, no consideraba a nadie demasiado bueno para que estuviera junto a alguien que siempre le sonreía a todas las cosas de la vida, fueran buenas o malas.
 
No, y Samantha se alejaba por completo de lo que consideraba el prospecto ideal para Abril.

Samantha era... Era alguien demasiado.. Buena, ¿cómo decirlo?
 
Samantha complementaba a Abril. Samantha era tranquila allí donde Abril era un desorden. Samantha siempre parecía activarse cuando Abril estaba a su lado. Samantha parecía comprender de una extraña forma a Abril cuando el resto no lo hacía.
 
Sin embargo, había algo en lo que Samantha no percibía de Abril, algo que Sara consideraba mucho más fundamental que nada en la vida, y era que Abril amaba de una forma tan profunda, tan dolorosa, que si uno no estaba dispuesto a dar todo por Abril, entonces no la merecía tampoco. Esa forma de amar provocaba también que Abril se esforzara el doble, el triple, el cuádruple, el quíntuple, lo necesario, para salvar algo que consideraba fundamental en su vida.
 
En cambio, para Samantha, si las cosas no funcionaban, simplemente se tenía que acabar con ello para evitar el daño.
 
Frunciendo el ceño, Sara sacó su móvil mientras Ivan la
miraba como pidiendo una explicación, pero ignorando a su novio, marcó el número de su mejor amiga.

El número que usted marca se encuentra apagado o temporalmente fuera de servicio, luego del timbre, puede dejar...

-Hey, Abril -murmuró Sara con su estómago apretado-, cuando  escuches esto, por favor, llámame. Te quiero, rayito de sol.
 
Se giró en el momento en el que Samantha volvía a entrar, y Sara notó sus ojos rojos, sus mejillas encharcadas, rastros de llanto en su pálida piel, más blanca de lo normal. Incluso su cabello estaba empapado con la leve llovizna de ese día, y por un breve instante, muy breve, Sara sintió pena de Samantha al verla tan perdida -incluso lucía asustada, aterrada, como una niña pequeña.
 
Pero fue un breve instante, hasta que vio los papeles medio húmedos que Samantha sostenía en su mano.
 
-¿Son los papeles de divorcio?-preguntó Ivan, poniéndose de
pie.
 
Samantha le observó.
 
-Dónde está Abril-repitió.
 
No era una pregunta. Era una exigencia.
 
Sara endureció su mirada.
 
-Si lo estás buscando para que firme tus jodidos papele... -comenzó
a decir, pero enmudeció cuando Samantha le interrumpió con la voz quebrada:
 
-No, ya los firmó-sollozó, sus ojos poniéndose cristalinos otra
vez-, los firmó y desapareció-tomó aire, desesperada-. Necesito
encontrarla, necesito decirle que... que la amo, que la necesito, que no quiero separarme nunca más de ella, necesito pedirle perdón por ser una imbécil y hacerla llorar, necesito...
 
-Samantha -la voz de Ivan sonó extraña-¿qué demonios hiciste?-
 
Y Sara lo notó: Abril desapareció sin decir nada.
 
Si hubiera sido una pelea normal, Abril habría ido a contarle para desahogarse, después de todo, era lo que siempre hacía. Pero, ahora, Abril ni siquiera la llamó, simplemente pareció desaparecer lo más pronto que pudo, sin querer hablar con nadie. Su estómago dolió ante el pensamiento de que si hizo eso, fue porque estaba herida y alterada y hecha un desastre, sin querer que nadie la viera.
 
Sin querer acercarse a Sara para ganarse un «te lo dije»».
 
Y firmó los papeles. Si Abril firmó los papeles, si se marchó sin decir nada, significaba que se rindió, que ya dio todo de sí y no podía seguir entregando más a una persona que no quería ese más.
 
Abril firmó los papeles porque su corazón fue, finalmente, roto en miles de pedazos, fue porque se dio cuenta de que seguir teniendo esperanzas en eso le estaba haciendo demasiado daño y Samantha no merecía eso de ella.

Apego | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora