Capítulo Siete: Un lunes cualquiera

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—Buenos días, Alex—retuvo el suspiro, era lunes temprano, llevaba su portafolio para fotos junto con su cámara profesional e iba peinado y bañado para entrevista si se la permitían. Le respondió los buenos días y luego de poner seguro a la puerta volteó a verla: tenía puestas unas botas a todas luces muy gastadas, llevaba pantalones de mezclilla y un sweater negro de cuello alto. Una gabardina la cubría por completo, incluyendo ese porta placa que pendía de su cadera.

—Creía que los policías usan uniforme—le cuestionó bajando las escaleras junto a Linda.

—Normalmente sí, pero es mi primer día y no perteneceré a la policía como tal. ¿Tienes entrevista hoy? Te veo muy gu...—cortó la palabra en la primera letra, Alex volteó a verla con la ceja alzada y una insipiente sonrisa, eso puso un poco avergonzada a Linda al verse descubierta— muy formal.

—Espero tener suerte para que me concedan una entrevista, sino tendré que funcionar como independiente un tiempo.

— ¿Depende de qué exactamente que te contraten? —preguntó para quitar foco a su situación laboral y el cumplido que casi suelta.

—De mi mala suerte—llegaron a la calle y enfilaron ambos al metro.

— ¿De tu mala suerte?

—Las primeras fotos que me compraron fue gracias a que yo pasé junto a una casa que comenzaba a incendiarse—aquella casa donde vivió horrores, negó, trataba de no culparse, después de todo eran sólo un par de adolescentes cuando todo empezó, sin voz ni voto de nada fácilmente influenciables y propensos a quebrarse bajo presión—. Tomé la foto, ya otras personas llamaban a los bomberos, era entrada la tarde y las llamas parecían perderse en el cielo—Linda escuchó como su voz iba bajando de intensidad, su mirada estaba perdida en algún momento de hace años, lo vio dar un respingón de pronto consciente de dónde estaba—. Fue un golpe de suerte; yo voy en dirección contraria, nos vemos.

—Oye, Alex—él volteó y ella le regaló una sonrisa animada—lo conseguirás sin duda. ¡Te veo en casa!

La observó irse a paso rápido y el bufó.

—En casa—"Sí, en teoría puede verme en casa, en teoría vivimos bajo el mismo techo. Pero sólo es teoría". Subió a su vagón preparado y con ánimos para dar su pelea por ganar un espacio en la gran manzana.

[...]

—Llegas tardes—el peliblanco le entrega una carpeta junto a su taza de café a medio terminar. Están en su oficina, sin rayo de sol que entre por la ventana, sólo la fría y tenue luz del monitor.

—Buenos días para ti también, Near—bebe de la taza y comienza a leer los expedientes. Lo primero que aparece es la foto de una adolescente con la falda levantada hasta el estómago y las bragas rosas (manchadas de sangre seca) bajadas hasta los tobillos. Faltaba un tenis. Linda se obligó a tragar el café, el líquido caliente no entibió su frío tono con que pronunció—. Quien hizo esta foto es un mediocre.

El ángulo estaba mal, tomada desde los tobillos como si quisiera exponer aún más a la víctima de tan cruel acto. Las otras ya se veían mejor, con un ángulo más frío y crítico.

—Erick lleva un mes con nosotros, aún no domina la fotografía forense—trató de marcar a alguien sin que ese alguien picara del otro lado.

— ¿Y cómo consiguió el trabajo? —al parecer aquella no era sino una de tres víctimas, todas muy parecidas entre sí: colegialas, bar que vendía alcohol a menores con una licencia falsa, ropa interior manchada y todas rodeadas de no muy buenas amigas.

—Igual que tú, un amigo lo metió—Linda lo ignoró sentándose frente de él mientras observaba las fotos, trataba de imaginar el rostro de quien haría eso. Debía ser un sujeto de apariencia inofensiva pero lo suficiente atractivo para hacerlas seguirlo hasta el callejón trasero del bar—Linda.

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