1-Las bragas rojas en el cajón de Taehyung

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Jungkook nunca guardaba la ropa. No era de ocuparse mucho de las cosas de la casa, en general. Desde que se había mudado con Taehyung más temprano ese año, apenas si había usado el lavarropas seis veces (у en todas esas ocasiones eran en las que Taehyung no estaba en la casa para auxiliarlo) (у en cada una de ellas había tenido que llamarlo por teléfono para que lo guiará durante el proceso). Su única tarea era la limpieza, y aún en eso era bastante malo.

Pero la cosa era que Taehyung había tenido que salir apurado, porque se había quedado dormido y el tren partía en una hora, y:
-Va a llover en cualquier momento, kook. ¿Puedes levantarte y hacerlo tú?

El cielo estaba tan cerrado que parecía de noche, aunque era ya casi el mediodía. Jungkook se puso un suéter de Taehyung que estaba sobre el sillón, y entre bostezos salió al balcón con un canasto y ganas de volver a la cama. Se despabiló cuando al descolgar su camiseta de Seúl vio unas bragas de encaje rojas que definitivamente no pertenecían ni a él, ni a Taehyung.

Por un momento, se quedó inmóvil frente al tendedero. El viento chiflaba agitando la ropa, y la braga se balanceaba pendiendo de la soga como una bandera roja anunciando peligro. Si de lluvia o de algo más, Jungkook todavía no estaba seguro.

Un trueno lo volvió a la realidad. No era tiempo de pensar tonterías. Jungkook ya no tenía doce años y no podía ponerse así por algo tan bobo. Manoteó la prenda y las demás que quedaban, y las puso en el canasto, y antes de que la primera gota de lluvia cayera sobre Seúl, Jungkook ya estaba doblando la ropa sobre la mesa y con la puerta del balcón cerrada.

Jungkook recordaba de memoria la primera vez que había visto unas bragas. Tenía seis años y estaba en la casa de una amiga de su mamá. Él era el único niño, porque todas habían dejado a sus hijos con sus respectivos esposos. Juyeon estaba de viaje, así que a Nayeon no le había quedado otra opción que ir con su panza de ocho meses y su hijo a aquella extraña pero tranquila despedida de soltera.

Había dibujado toda la tarde en la mesa del té: dinosaurios con alas y espadas samurai, y rayones de crayolas que simulaban el fuego. No prestaba atención a las conversaciones porque eran aburridas y no las entendía de todas formas, pero había algo del tono en que hablaban que lo hacía sentir curioso y extraño. La amiga de su mamá mostraba el modelo de vestido que había encargado de un catálogo, y el resto de las mujeres se reían de lo enorme que era.

-No va a poder encontrarte debajo de una cola tan grande-bromeó una de las amigas, pero la futura novia respondió rápida y pícaramente.

-Lo que llevaré debajo será pequeñito -Y luego risas estruendosas y cuchicheos absurdos.

Jungkook no recordaba mucho más de la conversación, pero si una frase y una imagen grabada a fuego. La futura novia había vuelto de la habitación con una cajita de cartón negra, y los labios apretados para no sonreír. Saco unas medias de encaje blancas, con portaligas incluido, y una tanga trasluciente y un corpiño angelical, y Jungkook no había visto algo así en su vida, pero recordaba reconocer, aún tan joven, lo bonito que era.

Lo otro que recordaba era el tono tímido y pícaro con el que la futura novia había dicho:

-Sólo quiero verme bonita para él.

Jungkook dobló la ropa con cuidado. La de Taehyung al menos -no tenía sentido esmerarse con la suya cuando iba a dejarla amontonada en las estanterías de su dormitorio. Primero las remeras, luego los pantalones, y por último las medias dobladas sobre sí y los bóxer por la mitad. Arriba de la pila de ropa, puso las bragas rojas, e intentando no pensar en los recuerdos que le venían, dejó todo sobre la cama de Taehyung, y luego cerró la puerta.

Solo tenía que prometerse no entrar al dormitorio de Taehyung y estaría bien. Si hubiera tenido el suficiente autocontrol a los trece podía tenerlo ahora, con veintitrés años y la camiseta de Celine secándose frente al calefactor en la sala.

Bonito para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora