8.- Él colchón en él piso del dormitorio de Taehyung.

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Las palabras del flamante nuevo esposo de Jiwoo eran las más bonitas que Jungkook había escuchado en mucho tiempo, objetivamente. Hablaba de amor, de compromiso, de elecciones para toda la vida. Había centenas de copas alzadas en el salón, y el doble de ojos lagrimeando. La tía de Taehyung a su lado gimoteaba también, secándose constantemente las mejillas con un bonito pañuelo bordado, pero Jungkook no podía dejar de mirar a Taehyung.

Taehyung, con su saco caro, para el que había estado ahorrando desde que se enteró de la próxima boda de su mamá. Taehyung, con sus ojos humedecidos y con esa expresión de hámster constipado que ponía cuando intentaba contener la sonrisa y fallaba estrepitosamente. Taehyung, quien temblaba más temprano ese día en la iglesia, mientras su mamá leía sus votos. Taehyung, quien después de volver de saludar a su mamá por última vez antes de la ceremonia, se había dejado abrazar por Jungkook mientras le mostraba a escondidas las fotos del vestido blanco, y no paraba de repetir: “Se ve bonita, ¿verdad?” —, intentando que no se notara las ganas que tenía de llorar. Taehyung, quien le había besado en la frente, el día anterior, en el tren, sin mediar explicación alguna, sin disimulo, ni culpa, ni miedo. Taehyung, quien le había ayudado a elegir la ropa para la boda, porque Jungkook tenía pánico de no estar a la altura de las circunstancias. Taehyung, quien, una noche, desnudo a su lado en la cama de Jungkook, le había contado que su mamá había pensado darle una invitación aparte para él, y que ni ella ni Nayeon habían disimulado la sonrisa cuando él explicó que no sería necesario, que lo llevaría de +1.

Taehyung, quien, cuando Juyeon se giró hacia él y su hermana para dedicar a los tres la última parte de su brindis, todavía se sonrojó un poco.

—Pues, como mi genial hijastro dijo—dijo Juyeon, y Jungkook sonrió bien ancho cuando Taehyung se señaló a sí mismo haciéndose el sorprendido— Si, tú. Como Taehyung dijo, somos una familia ahora, y les agradezco a todos por compartir esta noche tan importante con nosotros.

Luego el ruido de los cristales, y los abrazos, y el aplauso, y Taehyung secándose las lágrimas antes de abrazar a su mamá y largarse a llorar otra vez.

Más tarde, en casa de los recién casados, Jungkook estaba echado en el sillón, intentando concentrarse en su celular para no quedarse dormido. Había llegado el día anterior a Daegu, pero pese a ser sólo un invitado más, no había quedado exento de obligaciones en aquel momento tan ajetreado. Quizá no había tenido que, como Taehyung, pasearse por toda la ciudad, comprando nuevos copetines a último momento. Ni, como Nayeon, ir a buscar personalmente a la maquilladora a quien se le había arruinado el auto.

Su colaboración consistía en entretener a los más pequeños de la familia extendida de Jiwoo, y para eso había tenido que levantarse muy temprano, mientras el resto de los adultos lidiaban con el salón y demás cuestiones organizativas. No es que a Jungkook le molestara. De hecho, le gustaba sentirse útil en un momento así, y además, después de criar a tantas hermanas, tenía facilidad con los niños.

Pero ahora que todo había pasado, y que estaban de vuelta en casa de Taehyung, las pocas horas de sueño y los incansables correteos por el patio de esa mañana, le pesaban, dejándolo exhausto.

Taehyung se sentó a su lado, pesadamente. Bostezó sin disimulo, antes de reposar la cabeza sobre su hombro.

—¿Pudieron organizar todo? —preguntó Jungkook mientras bloqueaba su celular y lo guardaba en el bolsillo.

—Sí, no sé cómo —respondió—, era como un tetris en el refrigerador.

Jungkook tarareó la musiquita del clásico videojuego, como la recordaba, y Taehyung rió muy fuerte, mientras se acomodaba cada vez mejor en el hueco del cuello de Jungkook.

Bonito para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora