CAPÍTULO 2

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Espejo,espejismo,realidad y reflejo

Vaya que dormí, de las tres a las cinco de la mañana. —¿Qué? Dos horas de sueño son más que suficientes para reponer fuerzas, además, también puedes recurrir al café a varias horas del día.
Sé lo que dirás: —Eso no es justificación—, pero es mi realidad. Hay personas que pasan por ciertos procesos con un propósito. Aunque a veces no lo comprendemos en un principio, todo te enseña algo. "Todo ayuda a bien a los hijos de Dios", y con esa frase no pretendo merecer ser hija de Dios o que lo sea. La verdad es que realmente no lo sé, pero te diré algunas cosas que me ha enseñado: a ser perseverante, a ser paciente, a no quebrarme cuando pienso demasiado y mi mente vuela entre preocupaciones o dolores; a ser fuerte y poder decir “estoy bien” y creérmelo aun cuando haya problemas a mi alrededor.
El café es un incentivo para motivarte a que todo salga bien. Cuando llueve y hace frío, un café es la solución. ¿Calor?, toma un café y lo neutralizas, ¿Desayuno?, café. ¿Cena?, café. ¿Una cita?, café. ¿Estrés?, café. ¿Nervios?, café. ¿Sueño?, café.
¿Entiendes el punto? Todo está bien, y si no lo está en éste momento, en algún otro lo estará. En lo particular, lo prefiero negro y sin azúcar, porque lo amargo del café es como la realidad, si le escondes el sabor con leche y azúcar, entonces realmente no te gusta el café, ya que no disfrutas su sabor real. Debe tomarse amargo, como es la vida en algunas ocasiones, pero su calor nos recuerda el consuelo que una llega a tener en ella, es decir, refleja el lado amable de la vida.
—Sí, pero sigo pensando que eso no es una justificación, en fin. ¿Por qué a las cinco de la mañana? Tenía que levantarme después de todo. Como cualquier persona, una tiene cosas qué hacer. Así que me levanté, tomé un buen café, me senté en mi sillón y planeé mi día. Primero debía ver a Jordan para saber qué ocurrió antes del accidente, después visitaría a mi mamá y de paso llevaría a mi hermana a la preparatoria. A las 9 am debía acudir a una entrevista de trabajo en…
Miré hacia mi puerta, había un papel en el filo del cubrepolvo arrugado por la alfombra, debo suponer que Riven lo puso ayer antes de irse. Hablo de ella como si la conociera bien. Qué irónico. Me levanté y corrí a tomar el papel que resultó ser un sobre en cuyo interior había una carta y un expediente con una foto mía de hace un par de años.
Quería ver qué más contenía, pero la alarma de mi reloj me recordó mi día tan ocupado, ¡y ya era tarde! Las seis de la mañana y aún no me había arreglado.
Llegué media hora después de lo acordado con Jordan, pero para mi suerte él sólo llevaba sólo cinco minutos esperando.
—¡Hola, Jo! Perdón por la tardanza, me distraje por un momento y perdí la noción del tiempo.
—Jajaja, descuida, Eva, sé cómo eres, no hay problema. En este fólder se encuentra toda la información que quieres, aunque en mi opinión no la necesitas toda.
-Sí, sí, Jo, lo sé; pero necesito calmar mi cabeza para que el insmonio desaparezca. —En ese momento me distraje al descubrir la mirada de una persona que me veía con suma insistencia desde el otro lado de la calle.
—¿Todo bien? Me preguntó Jo un tanto intrigado.
—Si, Jo, todo bien, sólo estoy un poco pensativa, eso es todo, jeje. Lo miré directamente a los ojos con la intención de parecer lo suficientemente convincente.
Después de charlar unos cinco minutos nos despedimos y me dirigí a mi carro volteando a mi alrededor para ver si seguía siendo observada, pero perdí el interés en el momento en que miré el reloj. Eran casi las ocho de la mañana y aún no iba por mi hermana. Vaya día. Desde temprano ya estaba estresada, y por mi culpa. ¿Cómo es que se pasa tan rápido el tiempo mientras una piensa? Es una de las sensaciones más feas. Voy tarde.
Dejé a mi hermana puntualmente a las ocho y media de la mañana, yo todavía tengo que buscar una solicitud de empleo antes de llegar a la entrevista. ¡Eso me pasa por querer hacer todo en un solo día!
Mientras conducía hacia la entrevista observé el fólder que Jordan me dio. Confieso que por alguna extraña razón (curiosidad) tomé el sobre que encontré en la puerta, no sé por qué traía una foto mía, pero pensé que me podría servir para completar la solicitud.
Llegué al edificio donde tendría la entrevista. Honestamente, estaba nerviosa y sólo quería salir corriendo, huir a donde fuera. Estaba aterrada, pero abrí la puerta para entrar al edificio y me senté en en el recibidor esperando a que me llamaran.
Mientras esperaba el llamado de la recepcionista, comencé a leer los archivos que me dio Jordan, dejando el fólder de Riven al final. Comencé a leer acerca de una niña llamada Eva, quien tenía seis meses cuando sus padres se separaron por que su padre golpeaba a su esposa, es decir, su mamá. La nena se quedó con ella, quien entonces tenía 25 años.
Luego leí que uno o dos años después la mamá de Eva conoció a otro hombre de quien se enamoró y ambos decidieron vivir juntos. Y él se volvió como el verdadero padre de Eva, aunque ni la sangre ni los apellidos eran los mismos, pero a juzgar por las fotos, era evidente que se amaban como familia, sin importar la situación económica o lo que sucediera a su alrededor. La sonrisa de Eva era amplia y bella. Esa imagen hizo que rodara una lágrima por mis mejillas al haberme hecho recordar un par de cosas, y sentí envidia de la Eva que miré en la foto, despreocupada, feliz y llena de amor.
Vaya forma de experimentar una catarsis antes de una entrevista de trabajo, pero decidí seguir leyendo y encontré las boletas de calificaciones de los primeros años de vida escolar de Eva (hablo de mí como si fuese otra persona por que así lo siento). Me parece que estoy conociendo a Eva antes de haber sufrido el accidente que me dejó en esta condición, una Eva diferente.
—Señorita Eva? Puede pasar a la entrevista.
-Sí, voy —respondí—. Levanté mis papeles y me limpié las lágrimas. Caminé hacia la oficina que me indicó la recepcionista, tomé aire y abrí la puerta.
—Buenos días, Eva, por favor, pase, en un momento comenzamos con la entrevista.
Pasé y miré a mi alrededor. Era una oficina muy bonita, toda de cristal traslúcido. Volteé a ver uno que servía como muro hecho del mismo cristal traslúcido, pero éste se tornó en un espejo enorme en donde podía verme de pies a cabeza. Eso me puso un poco incómoda, odio los espejos. Jamás he logrado estar más de medio minuto frente a un espejo, o por lo menos no mirándome, por lo general siempre desvío la mirada.
—Veo que ya descubrió de qué trata la entrevista.
—Ahm, no sé a qué se refiere, con todo respeto. Lo único que hice fue mirar un muro de espejo. Contesté mientras volteé a ver al señor que estaba detrás de mí.
—De eso se trata, yo le haré un par de preguntas, lo único diferente es que en vez de responder usted las preguntas mirándome a los ojos, lo hará viéndose usted en el espejo.
—Okey, señor, con todo respeto, hay un pequeño detalle… yo no suelo mirarme…
—¿Entonces usted considera que no es apta para esta entrevista?
—No, yo… —¿O prefiere continuar?
-Sí, señor, continuaré con la entrevista. No, no hay ningún problema en absoluto. Contesté mucho más nerviosa que antes, mientras tomaba entre mis manos un anillo que traía puesto. Miré al espejo y sentí un enorme impulso por voltear a otro lado y logré controlarlo.
Ese sentimiento de inseguridad me hizo recordar y escuchar dentro de mi cerebro: —Que no se note que estás aterrada. ¡Levántate! A nadie le interesa saber cómo te sientes, así que ahórrate ese sentimiento. ¡Demuestra que puedes!—. Esas palabras me hicieron recordar a una persona ante quien me mostré asustada, no recuerdo por qué motivo. Era un hombre que portaba un traje militar y me gritaba una y otra vez esas palabras. Así que me armé de valor, miré al espejo y esperé la primera pregunta.
—¿Lista, señorita Eva?
—Lista, señor. Respondí con convicción mirándome en el espejo.
—Bien. ¿Quién es usted? Le recuerdo que la respuesta debe darla mirándose en el espejo. —Entendí entonces el propósito de esta prueba, consistía en verificar qué tan segura estaba de mí misma.
—Soy Eva, tengo 26 años y vivo sola en un departamento al sur de la ciudad. Soy hija de la señora Daniela y del señor Emanuel, sin embargo, soy hija biológica de otro señor del cual desconozco su nombre. Soy ingeniera en sistemas computacionales con especialidad en informática forense y ciencia de datos. Soy hermana mayor de Lucía, y me considero una persona honesta y responsable.
—Bien, señorita Eva. ¿Por qué razón quiere trabajar aquí? —Porque deseo empezar de nuevo, de manera independiente, y creo tener la capacidad para desempeñar el puesto vacante. Tengo la habilidad en el uso de computadoras, y además, sería lindo estar en una oficina—. Dije lo anterior intentando mostrar la mayor seguridad posible, mientras veía mis ojos reflejados en aquel espejo. Esos ojos cafés que se clavaban en mí, penetrando en mi alma con la intención de descubrir cada rincón de mi ser.
El hombre que me entrevistaba exhaló un profundo suspiro y luego de haberle respondido otras preguntas me dijo: —Bien, señorita Eva, con gusto le haré saber los resultados de su entrevista en cuanto los tenga listos, por lo pronto puede retirarse y nosotros la contactaremos.
—Okey, entonces, ¿eso es todo? No… no va a preguntarme algo más? —Le lancé una mirada inquisitiva al hombre que me entrevistó, quería saber de inmediato si me consideraba apta para desempeñar el puesto disponible.
—Tranquila, señorita, todo lo que necesitabamos saber ya lo respondió de manera acertada. Nosotros le avisaremos, téngalo por seguro. —Asentí con la cabeza, abrí la puerta y abandoné el edificio pensando en lo que había sucedido.
Mirarme al espejo y recordar parte de mi historia personal fue algo que no esperaba. Luego me percaté de que debí elegido mejor mi vestimenta. ¿Haberme. presentado a una entrevista de trabajo calzando tenis…? En mi defensa debo decir que siempre intento sentirme cómoda con mi atuendo, o eso digo quizás para justificar mis acciones. Suelo romper las expectativas.

Cuando estuve sentada en el interior de mi auto recuerdo haber encendido el estéreo y puesto el volumen de mi música a todo lo que da. Encendí el motor y comencé a avanzar sin un destino claro. Sin rumbo definido, simplemente comencé a avanzar hasta llegar a un bosque que está a una hora de mi casa.
Sólo fui a perderme un rato, mi cabeza estaba bloqueada. Salí del coche y apagué mi teléfono, me tiré en el pasto, cerré los ojos y me concentré en escuchar la música que salía de mis audífonos a todo volumen, rock, pop, ska, un poco de electro, pero todo me resultaba tan vacío. En mi mente escuchaba lo siguiente: “Hazlo, tan sólo hazlo antes de que sea tarde”. Abrí los ojos con la intención de volver a mi realidad, encendí mi teléfono y justamente tenía registrada la llamada de quien era mi mejor amigo antes de ese día, la misma persona que tomaba mi mano en el momento en que desperté después del accidente; el mismo idiota que juega con mi mente una y otra vez confundiendo mis sentimientos; el mismo que me consolaba cuando eramos niños; y la vez el mismo que me mostró lo que es el amor platónico y lo mucho que puede doler tener a tu lado a quien amas, pero poniendo la mayor distancia posible entre los dos. Sabiendo que juega contigo como si fueras un títere al que primero trata con amor y después lo desprecia y luego intenta consolarlo; como un niño lo hace con su peluche favorito cuando lo golpea y azota contra la pared, pero al que siempre le tendrá aprecio. Respiré hondo y le devolví la llamada.
Mientras sonaba el celular me dije: —Aquí vamos otra vez, sólo escucha y piensa antes de hablar, carajo, a quién quiero engañar, sólo no…—.
—Hola, ¿Eva? —Escuché una voz angustiada y seria al mismo tiempo—. Era él, y percibí la misma preocupación que mostró antes en el hospital.
—Hola, sí, soy yo. Qué ocurre, ¿por qué me marcaste? Creí que ya no me llamarías después de lo que pasó en el hospital. Me hiciste saber muy bien que te ibas, así que… —entonces me interrumpió—.
—Recuerdo lo que dije, Eva, sólo quiero saber que estás bien, nada más. —Su voz se tornó aprensiva, como con cierta ansiedad y una necesidad de saber, que me dejó pensativa.
—Estoy igual de bien que la última vez, querido. ¿Por qué estás tan ansioso y con tanta preocupación?
—Mira, Eva, sé que de un tiempo para acá tú y yo no hemos estado de lo mejor, pero aun así, me importas.
—Qué curioso que lo menciones. Recuerdo una muy penosa conversación en la que te dije que aunque no me hablaras y yo tampoco te hablara, siempre me importarías, y tú me mandaste al carajo. Recuerdo una llamada parecida a ésta, sólo que entonces la preocupada era yo, y me colgaste. Dame una razón válida para no hacerte lo mismo ahora. Mis manos temblaban, pero no estaba dispuesta a seguir con esto.
—Eva, al igual que tú, ya me cansé de esto. ¿Sabes? siempre es lo mismo y ya no puedo más. Simplemente lleguemos a un punto, no sé si final, pero lleguemos a algo, estoy harto de tantos puntos suspensivos y jugarretas.
—Disculpa. ¿Y de quién son las jugarretas? ¿Quién es el que da por hecho que siempre voy a soportar que me rompan el corazón o me haga sentir tan rota y vacía?, o cuando te sientes mal y de la nada finges que soy especial para ti, y sólo lo haces para no sentirte completamente solo. Sí, recordé todo, parte de mi memoria volvió, desafortunadamente para ti recordé lo que sucedió entre nosotros. Sí, recordé lo bueno también, pero también desperté con ganas de no volver a pasar por lo mismo, y si eso eso significa que debas irte, no voy a retenerte. Tú decides.
Admito que se me hizo un nudo en la garganta y que casi lloré. Casi. Pero lo hecho, hecho está. Debí pensar mejor esa vez, pero aun así no me arrepiento, pues he encontrado a alguien que poco a poco me ha dado vida, alguien que me ama y a quien amo. Si hay alguien que al que me da miedo dañar es a él.


Lo que es y lo que no fueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora