Bar.

230 20 18
                                    

Tord...

Sabes bien que nunca he sido de esos que miran hacia el pasado, pero últimamente no puedo evitarlo.
Sin ti, todo se siente extraño, casi irreal. Como si tocar en ese bar, nuestro bar, fuera solo una imitación, una sombra de lo que solía ser.
¿Te has preguntado alguna vez si todo sería diferente si esa noche nos hubiéramos quedado ahí? Si en lugar de seguir adelante, hubiéramos dejado que el mundo se detuviera en ese instante, ¿sería todo más fácil ahora?
Me pregunto si, al quedarnos en ese lugar, hubiéramos encontrado una manera de salvarnos de lo que vino después. De lo que somos ahora.
Pero quizás es solo una ilusión, una de esas ideas que se cuelan en la mente cuando el presente duele más de lo que uno puede soportar.

Finalmente nos detuvimos frente a un bar. Era mi bar favorito. Las luces tenues y el murmullo de la música en vivo se filtraban por las puertas, invitándome a entrar. Lo conocía bien, demasiado bien. Y Tord también, aunque nunca lo admitiera en voz alta. Había estado allí más veces de las que me gustaría contar, y siempre por mi culpa. Ya fuera para recogerme después de que me pasara de copas o para verme tocar el bajo en una esquina oscura del local, Tord siempre había estado allí. Lo sabía, pero no lo había pensado hasta ahora.

Nunca podría admitir que lo sabía, recordaba vagamente ciertas cosas de cuando Tord venía a recogerme. Hablaba varias cosas con el en esos momentos, o incluso tomaba conmigo. Pero siempre que estaba sobreo y le invitaba, me decía que no tomaba alcohol. Preferiría guardar esos momentos donde convivíamos en paz en vez de forzarlo

5000 footsteps in your wet dress”

— Sí que recuerdas mis gustos —dije, mientras mis ojos recorrían el lugar. Era tan familiar que me sorprendió. Pero lo que realmente me impactó fue cuando me giré para mirarlo. Noté, como si fuera la primera vez, la diferencia de estatura entre nosotros. Algo tan simple, tan cotidiano, pero que en ese momento me pareció distinto. Más... cercano.

— No es muy difícil recordar las pocas cosas que te agradan — me respondió con una sonrisa, mientras se sentaba frente a la barra. Su franqueza siempre había sido una de sus características más destacadas, y hoy no iba a ser la excepción. — Aparte, la otra vez tuve que llevarte cargando a casa.

El calor subió a mis mejillas al recordar ese incidente. La vergüenza me invadió, pero no fue lo único. Mientras pedíamos nuestras bebidas, me quedé en silencio, permitiendo que mis pensamientos, por primera vez en mucho tiempo, se alinearan de una forma que no había anticipado.

En todas esas veces en las que había perdido el control, en cada momento en el que había estado al borde del abismo, Tord había estado ahí. Siempre. Como si supiera exactamente cuándo aparecer, incluso cuando yo no tenía ni idea de que necesitaba a alguien. Miré su perfil bajo las luces cálidas del bar, y de repente todo comenzó a tener sentido.

Tord nunca fue solo ese compañero molesto o el antagonista en mi vida. No, él era mucho más. Era la constante. El que siempre estaba ahí, asegurándose de que, sin importar lo mal que estuvieran las cosas, yo llegara a casa a salvo. ¿Cuántas veces había ignorado eso? ¿Cuántas veces había dado por sentado su presencia?

Respiré hondo, sabiendo que las palabras que tenía en mente no serían suficientes para abarcar todo lo que sentía. Pero tenía que decir algo.

— Oye, Tord. — llamé, con la voz más suave de lo normal.

Él levantó una ceja, sin apartar la vista de su vaso.

PORK SODA ∬ TomTordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora