Capitulo Quince - Sucede Por Confiar

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—Me vas a ayudar Mateo? Piénsalo, podemos salvar el mundo —me dijo Led mientras lo acompañaba a la salida. Afuera ya estaba oscuro y se escuchaban los gruñidos de las criaturas en la lejanía. Intentaba convencerme sin parar. Era claro que no pensaba igual que él.

—No es una decisión mía. Tiene que ser Jessica —respondí—. Además, porque deberíamos confiar en el doctor. Él fue que creo toda esta situación. El virus salió de un laboratorio por lo que parece, y encima por culpa suya los militares mataron a todos en el hospital. Alguien que quiera salvar el mundo no hace estas cosas.

—Son daños colaterales Mateo. Te he dicho que lo siento mucho que haya pasado así. Si el doctor hubiera sabido que eras amigo mío no hacia todo esto.

—Quiere decir que de todas formas lo hubiera hecho. Aun si no me conocieras.

—Ugh! Mateo, no sé cómo convencerte de que el doctor no es una mala persona. Todos los científicos están un poco locos, pero él es bueno. Confía en mi —dijo y me tomo la mano. Algo estaba pasando aquí...

—Yo confío en ti. Sé que no eres malo y que no quisieras hacerme daño, pero te pediré algo; investiga al doctor. Y si de verdad no encuentras nada raro, hare lo posible para que Jessica venga con ustedes.

Les había dejado una radio a los demás chicos. Las palabras de Peta nos marcaron. Ahora pensaban que lo correcto era entregar a Jessica, pero yo sabía que ese doctor tenía algo raro. Confiaban en Led, creo que más de lo normal. No teníamos más nada que hacer. Entiendo porque se comportaban así los chicos. Yo sentía cosas por Rania, pero delante de Led me volvían esos sentimientos de años atrás. No ayudaba para pensar con la razón. Además, Led parecía confiar plenamente en el doctor White. Mas Led era un niño igual que yo, podría estar confiando en la persona equivocada.

Rania sanaba rápido. El doble de rápido que nosotros como simples humanos. Aun así, la veía sufrir. Su cuerpo le pedía reposo y eso quería darle yo a ella. En el centro no había absolutamente nada. Apenas nos quedaban algunos six-packs de agua efervescente y materiales medicinales que había utilizado casi todos en Rania. Tranquilicé sus heridas como pude y la deje recostada en la sala junto con todas nuestras cosas, las pocas que quedaban. Rafael quería levantarse, pero Paola lo dejaba acostado siempre. Estaba lejos de mejorar. Mientras los chicos y yo teníamos algo importante que hacer.

Llevamos el cuerpo de Peta al jardín del centro comercial. Mientras William y Ángel abrían otro hueco en la tierra, Lalo y yo cargábamos el cuerpo. La zona estaba llena de tumbas. Había piedras dando formas de la inicial donde reposaba cada persona. Una S, para Salmo. Una G, para Gabriel. Y así sucesivamente. También estaban los ancianos enterrados a lo largo del jardín. Y las tumbas de los niños que habían sobrevivido a los militares, con sus juguetes y peluches favoritos encima.

Finalmente enterramos a Peta. Echamos su cuerpo en el hueco y cada uno de nosotros tiro un poco de tierra encima de él. Luego tapamos todo su cuerpo y cerramos el hueco echándole tierra todos juntos. Nadie decía nada, ni una palabra. Lalo poco después fue a la tumba de Salmo. Allí se tiro por el piso y empezó a llorar también.

Estábamos solos, más solos que nunca. Y lo sabíamos. Era agobiante ver las calles vacías desde aquel jardín enorme del centro comercial. Sentados encima de las tumbas de nuestros amigos.

—Entonces Mateo —dijo Juan luego de varios minutos que estábamos en silencio todos—, eres nefilim o tu espada esta embrujada?

—No entiendo a qué te refieres Juan.

—Tu solo no venciste a ese nefilim. Esa espada tuya hizo algo. Primero escuchamos un ruido, como de una explosión. Al entrar los dos por el piso y la espada de Punteria rota. ¿No te parece extraño?

Los BecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora