Capítulo IX: Castigo.

3 2 0
                                    

“La esperanza es aquello que nos mantiene conectados a la vida”

—Saga—

— ¿Dónde estoy ahora? —me dije, observando el nuevo lugar en el que estaba.

Era un sótano igual, pero esté era más pequeño y acogedor, parecía la lavandería de una casa, solo que estaba vacía, un poco oscura porque solo había una bombilla incandescente que iluminaba un poco el lugar. El olor a polvo y húmeda entraba por los pequeños orificios de mi nariz.

Gaby, estaba a mi lado, ambas estábamos amarradas en el suelo con unas cadenas apretadas muy fuertes en mis brazos. No podíamos levantarnos por qué eran cortas.

Ya no tenía esperanzas de salir con vida de este sitio, y muchos menos de las garras de este asesino. Sí él no me mataba igual me iba a morir de hambre.
Un cuerpo por más fuerte que sea, al durar varios días sin alimentarse se debilitaba y yo ya estaba empezando a debilitarme, si paso unos días más sin comer creo que voy a morir.

Creo que estaba en una cabaña o en especie de una por qué el lugar era de madera, se escuchaba un ruido arriba, como si hubiera alguien. La madera chillaba con cada pequeño movimiento. Él no había venido en horas aquí abajo o al menos no después que yo desperté.

— Ayudaaaa. —grité sin más.

— AYUDA. — Gaby gritó conmigo.

Lo hicimos dos veces, hasta que escuchamos un gran ruido del exterior y unos pasos se acercaron en el lugar, la madera empieza a chillar nuevamente y unos grandes lados se acercan a la escalera.

Él baja las escaleras y ella el sótano con su irritante voz diciendo:

— Como ya veo que están despiertas.

— Es hora de jugar número 3. —resopla con ese tono de maldad en su voz y no faltó la puta sonrisa retorcida en su rostro.

— No por favor. —murmura Gaby.

— Que comience el juego. —dice acercándose a Gaby.

— ¿Qué me vas a hacer? —pregunto Gaby.

— Te lo suplico no me mates. — expresó.

Cuando la iba a desatar él se acerca y le digo:

— No va a poder moverse.

— No hemos comido. Tienes que alimentarnos para poder seguir jugando tu sucio juego.

Él deja lo que está asiendo y me agarra la cara apretando fuerte de mí que creí que iba a romperme la mandíbula.
Sus ojos azules se clavaron en mí, su respiración estaba normal, no se molestó por qué lo interrumpí.

Él acomoda mi cabello hecho un desastre hacia atrás de mis orejas.

— Tienes razón, número cuatro. — Mi juego puede esperar. —dice y se marcha del sótano.

Cuando se va y quedamos solas, Gaby me dice:

— Gracias Saga.

— No sé cómo lo hiciste, pero Gracias, me has salvado por el momento.

— Gaby. —resoplé.

— ¡Sí! — exclamó en un tono de voz baja.

— Dime que vas a hacer lo que sea para sobrevivir.

— Claro que sí Saga, tengo un hijo por quién hacerlo.

Solo le sonreí con los ojos aguarapados.
El lugar quedo en silencio.

Saga Sobreviviendo a un Asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora