Capitulo V

76 15 18
                                    

La suave brisa nocturna traía consigo el aroma del mar, mientras las estrellas brillaban con intensidad en el firmamento, dos figuras se encontraban en el umbral de un nuevo capítulo

–Supongo que debo inclinarme ante su alteza real ,la diosa de dioses,la soberana de todo el Olimpo —bromeó Odiseo, realizando una profunda reverencia. Al tomar la mano de Atenea, recordó tiempos pasados, cuando ella lo había guiado a través de tormentas y desafíos. La diosa, con su risa melodiosa, rompió el aire tenso de la noche.

—Oh, hijo de Laertes, siempre tan ingenioso —respondió Atenea, sus ojos brillando con un destello de complicidad. —

Atenea lo observa con una mezcla de cariño y curiosidad. —Cuéntame, Odiseo, ¿cómo has logrado ascender hasta el Olimpo? Has sido un viajero del inframundo, y ahora te veo rodeado de las estrellas– le pregunta

–Bueno– responde Odiseo–supongo que he tenido una ayudita extra de Céfiro, el dios de los vientos. Sus brisas me han ascendido hasta aquí .–

–Siempre tienes una manera de salir de los problemas, Odiseo– dice Atenea, sonriendo.

Odiseo se quedó mirándola, embelesado por su belleza. Su rostro estaba iluminado por la luz plateada de la luna, sus cabellos ondeando suavemente con la brisa, dándole un aire de majestad. Era unos centímetros más alta que él, y en ese momento, la distancia entre lo mortal y lo divino se sentía más palpable que nunca.

—Dime, ¿acaso temes que mi mirada te convierta en piedra?– le preguntó al diosa como una sonrisa juguetona

Odiseo se rió, su tono por un momento más ligero, pero a la vez profundo.

—No, mi diosa —responde, inclinándose ligeramente, una chispita de humor brillando en sus ojos—. Sé que me protegerías incluso de la mirada más pesante. Pero tus palabras son como un bálsamo en mi alma guerrera, rescatan el honor con el que he navegado por tantas tormentas.—

Atenea observa a Odiseo, sus ojos brillando con una cálida luz.

—Entonces, cuéntame de tus triunfos en Ítaca. ¿Cómo has mantenido la estabilidad en tu hogar tras tantas calamidades?–

—Me he esforzado por ser un rey digno en Ítaca, —empezó Odiseo, su voz un susurro envuelto en orgullo. —Desde que regresé, he hecho reformas en el palacio, restaurando su antigua gloria. Pero, ¿qué es un trono sin paz?

Atenea lo escuchaba atentamente, una ceja arqueada con interés.
Sosteniendo su mirada, Odiseo comienza a relatarle algunos detalles sobre Penélope y su hijo, Telémaco.

–Penélope...–Odiseo hizo una pausa, un poco de nerviosismo en su voz. —Sigue siendo una mujer fuerte. Y Telémaco...—

Se quedó callado por un momento, con la mirada perdida en el cielo.

—Telémaco se ha convertido en un hombre, Atenea, un hombre digno del legado de su padre.–

Atenea asintió con la cabeza, comprendiendo el orgullo que resonaba en las palabras de Odiseo.

—Es bueno saber que Ítaca aún conserva su fortaleza– dijo Atenea

Sin embargo, el tono de Odiseo se vuelve serio. –Atenea, no todo ha sido simple. He enfrentado misteriosos ataques de criaturas que han sembrado el pánico entre los mortales de mi reino. Y hay algo que debo contarte: hemos hallado rastros de magia ancestral, antiguos vestigios que nunca deberían haber vuelto a la luz .En mi corazón siento que más allá de estos ataques hay algo más grande. Algo que puede desafiar incluso a los dioses—

La expresión de Atenea cambia al escuchar esto.
—Eso es preocupante, Odiseo. La magia antigua puede ser una fuerza poderosa, e incontrolable. Debemos averiguar su origen.–

–Esa magia puede provenir de fuerzas que han estado dormidas demasiado tiempo,fuerzas que posiblemente existan desde antes de los dioses - Añadió la diosa

Sin embargo, pese a la gravedad del tema, ambos continúan la conversación animadamente, compartiendo historias de su pasado y planes para el futuro.

–Me siento honrado, diosa mía. Tu guía ha sido mi faro en la tormenta. Pero ahora, temo que debo regresar a mi barco. Se encuentra encallado en la costa del mar Egeo—  dijo tristemente el héroe con dolor en su alma –

Atenea no dudó en actuar.

—¡Phlegon! —llamó, evocando a su caballo alado, cuya presencia era tan imponente como su nombre.

—Debes sujetarte bien, Odiseo —dijo, mientras él se aferraba firmemente a su cadera, sintiendo una mezcla de emoción por la cercanía que tenía con la diosa

Como un destello, ambos ascienden en el aire, y mientras vuelan sobre las olas iluminadas por la luna, Odiseo no puede dejar de mirar la magnífica vista de la noche y los elegantes gestos de Atenea mientras dirigía su pegaso , el tiempo que había pasado con la diosa  ,le recordó lo cuán afortunado es de tenerla a su lado.

—Esta vista nunca deja de maravillarme —comentó Odiseo, su voz llena de asombro.

—Así es, ha sido un lujo ser testigo de la belleza de la creación. —Atenea le sonrió, disfrutando del momento compartido.

Sin embargo, al llegar a la costa, la atmósfera cambió. De las sombras del barco, apareció una figura femenina, riendo suavemente. Cruzada de brazos y con un vestido griego que resaltaba su figura, su risa fue como un eco de acero.

—Así que aquí estás, rey de Ítaca, —la mujer dijo con una sonrisa juguetona, sus ojos brillando con picardía.

Odiseo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no podía dejar de mirar atónito la figura que tenía delante de sus ojos .
La noche prometía ser más intrigante de lo que jamás había imaginado, y en el aire flotaba una mezcla de desafío y anhelo, como si los dioses estuvieran tramando nuevos destinos para él.

El precio del Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora