Capítulo XIII

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La luna llena brillaba en todo su esplendor, iluminando el río que serpenteaba a través del bosque. Las aguas reflejaban la luz plateada, creando un camino de diamantes que parecía llevar al infinito.La diosa de la sabiduría en las aguas frescas, disfrutaba de la serenidad de la noche. Cada gota que caía de su piel brillaba como un pequeño cristal, mientras el suave murmullo del agua acompañaba sus pensamientos.

Se sentía libre, alejada de las responsabilidades que la ataban a su divinidad. Pero esa paz se vio interrumpida por una presencia familiar. Desde un buen rato parecía que Odiseo había estado observándola, incapaz de apartar la mirada. La visión de la diosa lo había dejado sin aliento, y su corazón latía con fuerza descontrolada.

Cuando Atenea se dio cuenta de su presencia, una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.

—¿Te ha gustado lo que viste, héroe? —preguntó, con un tono de burla en su voz.

Odiseo, sorprendido y avergonzado, dio un paso adelante, sintiendo cómo el aire se volvía denso entre ellos.

—No puedo evitarlo, mi diosa. ¿Por qué eres tan mala? —su voz era un susurro cargado de frustración—. Me tienes atrapado en este juego. Ya no puedo resistir más. Verte así ... ha sido el colmo –
Atenea lo miró fijamente, sintiendo cómo las palabras de Odiseo resonaban en su interior. Había algo en su tono que la intrigaba, algo que despertaba su propia curiosidad.
Sin pensarlo dos veces, Odiseo se acercó y la besó. Fue un beso ardiente, lleno de pasión y deseo. La calidez de sus labios contra los de ella encendió una chispa que había estado latente durante tanto tiempo. No podía creer que estuviera besando a su diosa, a la mujer que consumía su alma entera. Sus manos exploraban suavemente cada rincón de su cuerpo; acariciaba su piel con ternura mientras sus dedos se perdían en su cabello.

—Tu aroma... —susurró él—.Tu piel... es como un sueño del que no quiero despertar. Mi sed por ti es insaciable.–
Atenea sonrió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Ella también había sentido esa atracción, esa conexión que desafiaba las normas divinas.

—Demuéstrame cuán mío eres tú—dijo ella, retadora.

Pero antes de que pudieran continuar con su encuentro apasionado, un ruido rompió la atmósfera íntima. Ambos se separaron rápidamente, mirando hacia los arbustos con los corazones aún acelerados.

De repente, Artemisa apareció corriendo entre los árboles, su cabello ondeando como una bandera en el viento.

—¡Por fin los encontré! —exclamó, con una sonrisa amplia que iluminaba su rostro—. Me alegra ver que estén bien ,estaba muy preocupada –

Odiseo y Atenea intercambiaron miradas nerviosas mientras Artemisa continuaba hablando, sin notar la tensión en el aire.

—El enfrentamiento con los espectromorfos —dijo Artemisa, aún recuperando el aliento—. Fue intenso, pero logré salir victoriosa. ¡Miren! —sacó un disco de plata que emanaba una energía brillante—. Aún lo conservo–

Ambos dioses miraron el disco con admiración. La luz del artefacto iluminaba sus rostros, reflejando sus emociones.

—Impresionante —dijo Atenea, intentando desviar la atención de lo que había sucedido momentos antes—. ¿Cómo lograste vencerlos?

Artemisa se acomodó junto a ellas y comenzó a relatar su historia con entusiasmo.

—Fue complicado – le respondió la diosa mientras contaba lo ocurrido

Atenea  sonrió ante la valentía de su amada hermana .

—Eres increíble. Siempre has tenido un don para convertir los desafíos en oportunidades —dijo ella genuinamente.

Artemisa le devolvió la sonrisa, pero luego notó la tensión entre Atenea y Odiseo.

—¿Interrumpí algo? —preguntó con una ceja levantada y una sonrisa traviesa.

—No, para nada —respondió Atenea rápidamente—. Solo estábamos reflexionando sobre... estrategias de batalla–

Artemisa soltó una risa juguetona.

—Claro, estrategias de batall–.Como si no pudiera oír la química entre ustedes. O quizás estaban practicando otro tipo de tácticas... –

Odiseo se sonrojó mientras Atenea intentaba disimular su incomodidad con una risa nerviosa.

—Vamos, hermana —dijo Artemisa con un guiño—. –No soy tan tonta como para no notar lo que está pasando aquí. Pero me alegra ver que ambos están bien –

Las risas llenaron el aire mientras se acomodaban junto al río. La tensión se disipó lentamente entre bromas y relatos de aventuras pasadas. Hablaron sobre las batallas libradas y las lecciones aprendidas; cada historia era un hilo que tejía aún más fuerte su conexión.

Finalmente, cansados y felices tras horas de charla y risas, los tres se dejaron llevar por el cansancio. Se acomodaron bajo el manto estrellado de la noche, con la luna como testigo silencioso de sus secretos compartidos.

Atenea miró al cielo estrellado mientras sus pensamientos vagaban hacia Odiseo. La atracción entre ellos era innegable, pero también lo eran las complicaciones que eso traería. Sin embargo, en ese momento, decidió dejar a un lado sus preocupaciones y disfrutar de la compañía de sus amigos.

Odiseo, acostado cerca de ella, sentía cómo el calor del cuerpo de Atenea lo envolvía como una manta cálida. Cerró los ojos y respiró profundamente el aroma fresco del bosque mezclado con el perfume sutil de la diosa a su lado.

—Esta noche es perfecta —murmuró él antes de caer en un profundo sueño.

Atenea sonrió al escuchar sus palabras y cerró los ojos también, dejando que el suave murmullo del río y el canto lejano de las criaturas nocturnas la arrullaran hacia el sueño.

La luna brillaba intensamente sobre ellos, guardando celosamente los secretos de aquella noche mágica.

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⏰ Última actualización: Aug 26 ⏰

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