Parte 4 - Los Dioses Musculosos

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Gokú abandonó el recinto donde fue adorado y rápidamente se dirigió a su habitación aún con el corazón acelerado y su pene con una erección como pocas veces antes había tenido. No dejaba de pensar en lo mucho que disfrutó ser admirado, adorado y halagado.

Entró rápidamente en su habitación y, llevado por la excitación, se paró frente al espejo y se quitó la bata. Ante sí mismo quedó su propio reflejo, aún con la tanga anaranjada ocultando su enorme erección de unos 30 centímetros y con la punta de la carpa que se formaba ya húmeda por el precum. Todo esto teniendo como marco su cuerpo de 150 kilos de puro músculo tenso y enorme.

Ante el espejo, Gokú comenzó a posar como si se encontrara en una competencia de fisicoculturismo. En un arrebato de lujuria, se arrancó la tanga y tomó su pene, duro, grueso y con la cabeza casi morada por la cantidad de sangre. Con una mano lo masturbaba y con la otra tocaba su cuerpo imponente. Estaba disfrutando de sí mismo, de su volumen y su definición. Con su mano apretaba sus pectorales, jugaba con sus pezones, flexiona sus bíceps, sentía la definición de su abdomen, tensaba los músculos de sus piernas.

El reflejo de su cuerpo tocado por sí mismo y sus músculos moviéndose al ritmo que jalaba su pene, hizo acelerar los movimientos de sus manos hasta que con un varonil gruñido alcanzó el clímax y su semen salió disparado, manchando el espejo. Gokú cayó de rodillas, sin poder creer lo que había sucedido.

Alguien llamó a la puerta y Gokú salió de su trance. "Ya voy", gritó, y limpió el semen de su pene y mano. Se envolvió una toalla en la cintura con su falo medio erecto aún y abrió. Era Ulrich, quien lucía emocionado. "Dios musculoso Gokú, te traigo una grata noticia. El adorador que acabas de atender, además de la cifra que acordó inicialmente, ¡ha dejado una enorme propina de casi el doble! Sabía que ibas a triunfar aquí, tu cuerpo es sobrehumano y tu talento para ser adorado seguro es excepcional. Vas directo para la cima". Gokú se sorprendió con la noticia pero estaba feliz de escucharla. "Te informo que tu parte de lo aportado por el adorador de verá reflejado de inmediato en tu cuenta bancaria. Disfruta la noche". Ulrich abandonó la habitación.

Gokú, algo exhausto por el remolino de emociones del día, recordó que el Templo contaba con un spa con aguas termales incluidas, así que para relajarse decidió ir para allá. En el camino, observó una habitación situada al centro de un gran salón, y elevada del piso por escaleras. Era de mármol blanco y con esculturas de fisicoculturistas de oro custodiando alrededor pero, a diferencia de las otras esculturas del Templo, los de este recinto estaban completamente desnudos y con sus penes erectos mientras hacían sus poses. Por sus características, parecía ser un cuarto más especial que los otros, pero no le dio mayor importancia y siguió su camino.

Al llegar al vestíbulo del spa se quitó su bata y tanga y se envolvió una toalla en la cintura. Antes de abrir la puerta, escuchó voces desde el interior del lugar y recordó que él no era el único Dios Musculoso que habitaba el templo, y que el spa era un área común para todos, por lo cual estaba a punto de conocerlos.

Entró al spa y entendió cabalmente por qué el Templo Musculoso se llamaba así: pudo observar a al menos una docena de hombres musculosos imponentes en el sitio, algunos desnudos y otros envueltos en toallas. "Ninguno de estos hombres pesa menos de 130 kilos", pensó Gokú en su mente y se adentró al lugar. Algunos de los Dioses estaban sentados relajándose y otros caminaban de aquí a allá moviendo sus enormes espaldas y hombros de un lado a otro, como si se tratara de una competencia por ver quién de los presentes estaba más ancho.

Gokú llamó rápidamente la atención de todos y al pasar recibía discretos saludos con un movimiento de cabeza o mano. "¡Hey tú!, ¿eres el nuevo, verdad? Ven con nosotros", le dijo un moreno que estaba sentado en una de las pozas de aguas termales junto a otros dos musculosos. Gokú agradeció el gesto y se acercó, se despojó de la toalla y entró a la poza con sus nuevos amigos. Los cuatro estaban sentados y el agua los cubría hasta el pecho.

Gokú y el Templo MusculosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora