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Sentía cómo curaban sus heridas mientras se aferraba a una mano. Los recuerdos de lo ocurrido eran un torbellino en su mente. El tiempo parecía haberse ralentizado. El mundo exterior se desvanecía, y todo lo que quedaba era el ritmo constante de los recuerdos.

—Todo estará bien, linda —le susurró con dulzura Lucerys, mientras observaban cómo los maestres curaban sus heridas con delicadeza.

Habían llegado hacía apenas un par de minutos; el castaño, al ver el charco de sangre que rodeaba a su prometida, de inmediato había llamado a los maestres.

—Alexandra —escuchó como una voz la llamaba; sonrió al reconocerla.

—Engendro del diablo —susurró levemente en medio del dolor sin separarse de la mano de su prometido.

—Acabo de llegar de vigilar; Sara me avisó que estaba aquí —communicó Aegon mirando a Lucerys. — ¿Qué es lo que le pasó?

—Sus heridas se volvieron a abrir, es la tercera vez —informó Lucerys mientras dejaba suaves caricias sobre la mano de la chica.

—Sabía que era mala idea que estuvieras yendo a las misiones —afirmó Aegon en un susurro, aunque aquello pareció que lo había dicho para sí mismo.

Observaron cómo los maestres terminaban de curar la espalda de la castaña; ante aquello, la gran mayoría comenzó a salir de la habitación dejando solo a uno, llamando la atención de los príncipes.

—Estamos haciendo lo mejor que podemos, pero las heridas cada vez son más graves. Si vuelven a abrirse una vez más, ya no podremos hacer nada —declaro el maestre dándole una mirada fugaz a la castaña para luego centrar la atención en los demás principes. - Debe descansar hasta que sanen por completo.

—Gracias, mestre —habló Lucerys de inmediato al ver cómo el maestre comenzaba a caminar hacia la puerta para salir de la habitación dejando solos a los principes.

—Esto es una mierda —comentó la castaña aferrandose más a la mano de Luke.

—Pero es tu mierda, así que tienes que aguantar —habló Aegon, acercándose al lado de la castaña, dejando un pequeño beso en su frente.

- ¿Haelena? —preguntó con curiosidad Alexandra a su hermano.

- Con Rhaenyra, también la hirieron —informó Aegon. Apartando los cabellos del rostro de la castaña, vio como la mano de su hermana se aferraba a la de Lucerys cada vez más.

—Ellos no me hirieron, sabes quién verdaderamente lo hizo —comentó Alexandra con ironía en su voz, llamando la atención de Aegon. Si solo los dioses la hubiesen bendecido con una mejor madre, nada de esto le estuviera pasando, ni a ella ni a sus hermanos, ni a Erryk.

—Lamento lo de Erryk —aseguró el platinado agarrando la mano que tenía libre la castaña. Una lágrima cayó sobre su mejilla ante la mención de su amigo. - El te queria.

—Eso parece una maldición —comentó Alexandra con lágrimas en sus ojos, mirando a otro lugar.

—Alexandra —la llamó Lucerys mientras la agarraba del mendón con delicadeza para luego apartar con su mano las lagrimas de sus mejillas—. Nada de eso es cierto...

—No lo entiendes. Todo quien me ama muere, primero Viserys y luego Erryk —informó Alexandra, sus palabras llenas de una tristeza abrumadora. —Estoy maldita.

Lucerys la miró con intensidad, tratando de encontrar las palabras adecuadas para romper el oscuro hechizo que parecía haber caído sobre ella. Su corazón se rompía al ver el peso de la culpa y la desesperación en sus ojos.

T𝖍𝖊 𝖘𝖔𝖓𝖌 𝖔𝖋 𝖋𝖎𝖗𝖊 𝖆𝖓𝖉 𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉~ 𝓛𝓾𝓬𝓮𝓻𝔂𝓼 𝓥𝓮𝓵𝓪𝓻𝔂𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora