Quién soy?

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El viento acariciaba mi rostro mientras observaba el bosque

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El viento acariciaba mi rostro mientras observaba el bosque. El aire fresco de la mañana contrastaba cruelmente con el caos de la noche anterior. Aunque estaba de pie, me sentía como si flotara en un vacío, perdida en un mar de pensamientos oscuros y agitados. Mi mirada se perdía entre los árboles, sin enfocarse en nada en particular. No había expresión en mi rostro; la indiferencia se había convertido en mi única defensa contra el torbellino de emociones que me consumía por dentro.

Mis ojos aún ardían, hinchados por las lágrimas que no habían cesado en toda la noche. Había pasado horas relatando mi historia con Oscar a las brujas, editando y omitiendo los detalles más oscuros, aquellos que se habían quedado atrapados en mi garganta, imposibles de decir en voz alta. No mencioné a Lem, Max, el Tiburón ni a Pepper... Ahora solo eran fantasmas que atormentaban mis pensamientos, sombras de lo que había hecho en nombre de alguien que ya no estaba.

El sol de la mañana brillaba intensamente, como si intentara borrar la oscuridad del día anterior, pero no importaba cuán fuerte brillara, la sombra de Oscar aún se cernía sobre mí. A mi alrededor, los demás se reunían en el centro del campamento, con sonrisas en sus rostros y maletas listas. Para ellos, todo había terminado. Él no volvería. Pero para mí, el final era solo una ilusión; el peso de su ausencia era un recordatorio constante de que algunas cicatrices nunca sanan.

Mi único equipaje era la mochila que Oscar había traído consigo, una carga ligera en apariencia, pero pesada con recuerdos que me aplastaban. En mi bolsillo, mis dedos jugaban con la pequeña daga que había encontrado en la cabaña de Oliver, un objeto simple que ahora tenía un peso inmenso. ¿Qué hubiera pasado si no la hubiera tirado? Esa pregunta resonaba en mi mente, un eco constante que se negaba a desvanecerse. ¿Oscar seguiría vivo? ¿Podríamos haber sido felices? Pero las respuestas a esas preguntas se perdían en un abismo de "y si", un lugar donde la realidad y la fantasía se mezclaban, un rincón donde la esperanza se tornaba en desesperación.

Sentía las miradas de los demás clavadas en mí, cargadas de rechazo y desconfianza. No los culpaba; después de todo, había intentado envenenarlos. No entendían, nadie entendía. Solo quería complacer a quien me había salvado, demostrar que no era inútil, que podía ser más que una sombra detrás de él. No quería ser una puta inútil.

Pero las palabras de Oscar seguían martillando en mi cabeza, una y otra vez, como si estuvieran grabadas en mi alma. Eran un eco persistente, un recordatorio cruel de lo que había sido y lo que jamás podría ser. Traté de sacudirlas, de ignorarlas, pero era imposible. Estaban allí, constantes y despiadadas, recordándome mi fracaso, mi fragilidad.

—Hey, Erizo, ¿puedes ir por Susie a su cabaña? —La voz de Alice me sacó de mis pensamientos. Su mano en mi hombro era cálida, y en su mirada había algo que no entendía: empatía.

¿Por qué sentiría empatía por mí? No tenía sentido. ¿Qué veía ella en mí que yo no podía ver?

Sienten pena por mí...

Control | Oscar x Erizo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora