Enlace fuerte, consumado e irrevocable.

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Izuku despertó con una sonrisa de satisfacción.

El canto de las aves se escuchaba anunciando el amanecer y la luz del sol de invierno se filtraba por los cueros de la tienda, iluminando todo en el interior, eso le recordó a Izuku que ya era hora de levantarse. Estiró sus brazos y arqueó la espalda en el nido, y una sensación de calma lo invadió, se sintió lleno, aunque no de hambre exactamente, eso lo supo en cuanto su estómago gruñó.

Observó a su lado y se sorprendió, Kacchan dormía como un pequeño bebé arropado entre las mantas. El alfa solía levantarse al alba a cazar, pero ahora se encontraba ahí en el nido, con su semblante relajado y su respiración calma, incluso un fino hilillo de baba caía por la comisura de sus labios.

—Asqueroso —Izuku murmuró, desconcertado por su presencia —¿Ahora no te ves tan intimidante o si?—, y lo miró con enojo.

Izuku se acomodó de espaldas en el nido por unos minutos más, la tienda entera olía a ellos y la combinación de sus aromas volvía relajante el ambiente.

Izuku se giró otra vez para observar al  bruto durmiente a su lado y refunfuñó.

—Tonto.

"Por qué este alfa tenía que ser tan injustamente atractivo".

Izuku se irguió cauteloso en el nido, su corazón latiendo más rápido. Se acercó para observar el rostro del alfa, y su aliento se detuvo. Dios, parecía tallado con un cincel. Su belleza era casi inhumana. Izuku gruñó, frustrado consigo mismo por sentirse tan atraído a ese bruto, pero es que su rostro era tan atractivo, con esos ojos oscuros y profundos que parecían absorber la luz, rodeados por pestañas largas y espesas que eran del mismo tono dorado que su cabello salvaje, su nariz era recta y sus pómulos y mandíbula eran firmes, con esos toques robustos que le daban un aire tan brutal y ardiente.

Izuku sintió sus mejillas calentarse.

Siempre había imaginado a su futuro alfa como un hombre guapo y refinado que destacara en la ciudad. Esa visión idealizada lo hizo suspirar con el corazón agarrotado en nostalgia. Kacchan no encajaba en ese ideal, pero su atractivo era innegable.

Izuku no podía dejar de observar a su hombre, su mirada fija en cada detalle. Se mordió los labios, ansioso, mientras su vientre se calentaba de deseo. Su cuerpo también era precioso, perfecto en todo sentido. ¿Cómo rayos era posible? Izuku estaba seguro de que Kacchan ni siquiera se esforzaba por conservar esos rasgos tan fascinantes.

—Agh. —Se palmeó la frente.
¿En qué estaba pensando?

Izuku sentía que entraba en conflicto consigo mismo. Pero cómo no podría hacerlo. Era un hecho que tampoco podía odiar a su alfa, el odio era un sentimiento demasiado potente y negativo para ser experimentado por alguien como Izuku.

Aunque era capaz de reconocer que había disfrutado muchísimo de su compañía (y de su cuerpo) durante la noche anterior, eso en ningún caso borraba las heridas que le había provocado, y por supuesto que tampoco disminuía el resentimiento que le guardaba. Las atrocidades que le hizo, claramente no se borrarían de su mente, quizás nunca, e Izuku era muy consciente. Aún tenía pesadillas con escenarios brutales donde era tomado por el alfa.

Pero todo había empezado de la peor manera para ambos. Porque por dios, un alfa de una tribu bárbara, que no poseía ninguna noción de la delicadeza, había sido emparejado forzadamente con un omega de ciudad. Uno educado, fino y delicado.

Ciertamente las cosas no debieron suceder así para ninguno de los dos, sin embargo, aquí estaba, ocho meses después de haber sido obsequiado sin ningún remordimiento por su propio hermano. Ocho meses donde Izuku no necesitó saber que cubierto utilizar a la hora de merendar, ocho meses en los que no tuvo que preocuparse de verse "lindo" para impresionar a nadie, porque aquí, en la tribu de bárbaros, nada de eso tenía relevancia.

Bruto Barbajan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora