| CUATRO |

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Creo que a veces, cuando encontramos el amor, fingimos que lo ignoramos, o lo ignoramos, o nos decimos a nosotros mismos que lo estamos imaginando. Porque es la esperanza más dolorosa que existe.

—Rae Carson.

El encuentro.

—¿Cree que esto sea la mejor opción?—pregunta un tímido Víctor, mientras acomoda el inconsciente cuerpo de la chica rubia en el asiento del auto. Trata de posicionarla cómodamente, abrocha su cinturón de seguridad y cierra la puerta con lentitud. No sin antes detenerse a observar su rostro, este se encontraba con lágrimas secas y una expresión de dolor.

—No hay nada más que pueda hacer, juntarlos es sin duda la única opción. 

Hace unos minutos recibió un mensaje de un número desconocido, un simple saludo cordial. Al preguntar de qué se trataba, el número desconocido se presentó como Bob West, jefe de Alexia, preguntaba si era prudente entregar su número a un señor que estaba buscándola desesperado por el bien de su hijo. Marice no dudó en contactarse con él. 

Recuerda la suplica en la voz del señor que la llamó, Andrew, el padre del destinado de su hija. Pudo reconocer en esa quebrada y suplicante voz su propio miedo e impotencia. Impotencia al ver cómo el estado de salud de su hija se deterioraba cada vez más rápido, como esta sufría y no podía hacer nada para detenerlo. No podía ver a su hija apagarse, por lo que comprendió totalmente el pedido del hombre. Iban a reunirlos, seguirán adelante con el lazo.

—No nos conocemos hace mucho, pero sentí una gran conexión con ella, si puede mantenerme informado sobre su estado se lo agradecería.

—Gracias por cuidar de ella—fue todo lo que respondió. Subió al auto por la puerta del conductor, encendió el motor, abrochó su cinturón y comenzó a conducir. Sabía que se enfrentaría al enojo de Alexia, pero no se arrepentía.

Condujo alrededor de quince minutos, atravesando media ciudad para llegar a la residencia de los Nilson. La calle se veía agradable, grandes casas de una planta con amplios jardines pulcramente cuidados. Parecían sacadas de una revista.

Aparcó fuera de una casa rosa y se preparó para lo que podría encontrarse tras la puerta, no esperaba un buen recibimiento, debido al acto de su hija y claro, el hecho de que sus ojos indicaba que no estaba enlazada y aún así era madre, esperaba unos ojos acusadores juzgando nada más llamara a la puerta, susurros por lo bajo sobre su irresponsabilidad, culpandola por la huida de su hija, esperaba todo a lo que estaba acostumbrada menos lo que sucedió. 

La señora Nilson abrió la puerta y sin siquiera decir una palabra, se lanzó con los brazos abiertos hacia ella, llorando desconsoladamente mientras la abrazaba.

—Estoy tan feliz de que estén aquí—pronunció, entre lágrimas e hipidos.

Alexia despertó en una cama desconocida pero no fue por esta razón que comenzó a gritar, sino que cuando trató de levantarse su mano tocó algo raro, se sentía blando y cálido. En ese momento lo notó, su corazón ya no dolía, no gritaba pidiendo por su destinado. En segundos, todo a su alrededor tuvo sentido. 

—¡¿Qué demonios hiciste, Lily?!

Su madre llegó corriendo, sus ojos la acusaban, estaba asustada por su reacción. 

—Despertaste…baja la voz podrías despertar a-

Alexia por primera vez dio la vuelta su rostro y se encontró exactamente con lo que sabía que estaría allí, podía ver su cabello rizado, sus labios, su mentón, su pecho subir y bajar tranquilamente pero se negaba a aceptarlo. No podía estar acostada a un lado de él. No podía estar junto a su jodido destinado, de quien se suponía que estaba escondida.

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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